Último adiós en Londres a Margaret Thatcher

Decenas de miles de personas dieron su último adiós este miércoles a la exprimera ministra Margaret Thatcher, figura tan ineludible como controvertida de la historia moderna británica, en un imponente funeral con honores militares que culminó con una misa en la catedral londinense de San Pablo.

La reina Isabel II de Inglaterra encabezó el selecto grupo de 2 mil 300 invitados, entre los que hubo también representantes de 170 países, que asistieron a la ceremonia religiosa en recuerdo de la inquilina de Downing Street entre 1979 y 1990, fallecida el pasado 8 de abril a los 87 años de edad.

La sobriedad de la misa contrastó con la pompa y el boato de la procesión fúnebre, que congregó a una muchedumbre en las calles de Londres, donde también una minoría de manifestantes hicieron oír algunos abucheos y gritos de «Maggie, basura» o «¡Qué despilfarro!» entre los aplausos respetuosos de los admiradores de una mujer que sigue dividiendo al país.

Seguido con más sonrisas que lágrimas, el obispo de Londres, Richard Chartres, ofició el servicio ante la atenta mirada de los hijos de la difunta, los gemelos Carol y Mark, de 59 años.

«El Parlamento tuvo un debate franco la semana pasada, pero aquí y ahora no es el momento ni el lugar», agregó, precisando que Thatcher deseaba un servicio religioso sin panegíricos.

Por eso el primer ministro, el conservador David Cameron, su heredero político, tuvo que contentarse con leer un pasaje de la biblia durante la ceremonia, que reunió a todos los sucesores de la Dama de Hierro, incluidos los laboristas Tony Blair y Gordon Brown.

El féretro de Thatcher fue introducido a hombros en la catedral por ocho militares, de los 700 que participaron en el funeral. Por expreso deseo de la difunta, representaban a los tres ejércitos, y en particular a los regimientos asociados a la guerra de las Malvinas contra Argentina de 1982, que forjó su reputación de Dama de Hierro y salvó su carrera política al asegurarle la primera reelección.

El cuerpo de Thatcher pasó la noche del martes en el Parlamento, del que fue miembro durante más de medio siglo desde 1959 hasta su muerte, antes de emprender un recorrido en coche fúnebre hasta la catedral, pasando por última vez por Downing Street, que ocupó más tiempo que cualquier otro primer ministro en más de 150 años.

En mitad de recorrido, el cortejo se paró en la Iglesia de San Clemente, donde el ataúd con su corona de flores blancas fue colocado sobre una cureña para el último tramo de la procesión, entre dos hileras militares. Decenas de miles de personas se congregaron a lo largo de los dos kilómetros de calles, entre ellos una mayoría de admiradores, que madrugaron para presentarle sus respetos.

«Era fuerte, era decidida y puso al país por delante de la popularidad», dijo Gloria Martin, una promotora inmobiliaria que lucía varios broches de homenaje a Margaret Thatcher. «La gente la admiraba por eso, incluso aunque no le gustaran sus políticas», agregó.

En medio de todos ellos había también manifestantes que protestaban por sus políticas de privatizaciones o contra el Estado del bienestar, que dejaron a muchos británicos sin empleo y sin recursos. O por el coste del funeral, evaluado por la prensa en hasta diez millones de libras (11,7 millones de euros o 15,3 millones de dólares).

Hubo representantes de 170 países, incluidos 11 jefes de gobierno y 17 ministros de Exteriores. Argentina, que mantiene una relación tensa con Reino Unido por el tema de la soberanía de las Malvinas, y Rusia brillaron por su ausencia.

Tampoco hicieron el viaje por diversos motivos los expresidentes de Estados Unidos, invitados en nombre de la «relación especial» que mantienen ambas naciones y que Thatcher profundizó con su alianza con Ronald Reagan para ayudar a derrotar el comunismo en los últimos años de la Guerra Fría.

La prensa criticó el bajo perfil de la delegación enviada por el actual mandatario Barak Obama, compuesta por dos ex secretarios de Estado de la era Thatcher, James Baker y George Schultz.

Thatcher, que dejó el puesto hace más de dos décadas, era sin embargo en los últimos años una sombra de lo que fue, y vivía apartada de la vida pública debido a una demencia senil y a una serie de apoplejías que le dificultaron el habla. Tras el funeral, la Dama de Hierro fue incinerada y sus cenizas debían ser enterradas junto a su esposo, Denis, fallecido en 2003 tras 50 años de matrimonio, en los jardines del Royal Hospital Chelsea de Londres.

Con información de AFP

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