Tatuajes

En palabras Llanes
Por: Alberto LLANES

Tengo cuarentaipéguele de años. En menos de un mes me he puesto cuatro, todos en los brazos izquierda y derecha, derecha e izquierda.

Desde hace muchos ayeres quería tatuarme, mi mamá, que en paz descanse y que está próxima a cumplir tres años al otro lado del río púrpura, siempre me decía que me tatuara las nalgas que porque no era presidiario ni expresidiario ni nada parecido. Y no, no lo era, pero era joven, rebelde y rockero, y creo que esos era motivos hasta de sobra para tener no sólo uno, sino varios.

Sin embargo, en ese tiempo de rebeldía y juventud jamás me hice alguno. Los motivos son varios: a) No tenía dinero (y en aquél momento eran caros, bueno, siguen siendo caros, pero en aquellos ayeres, para mí, era eso o pagar mi semestre en la facultad, me incliné por lo segundo); b) Decidí hacerle caso a mi mamá, creo que ya suficientes problemas tenía, en aquellos ayeres, como para tener alguno más; c) No sabía con quién ir (aunque, en realidad, esto sería problema, pero ahora veo que sí, no podemos ir con cualquiera a tatuar algo que quedará ahí el resto de nuestra vida y que vamos a llevar para todos lados y que vamos a ver, a sentir, vivir o sufrir, sufrir o vivir; d) No sabía qué tatuarme (aunque esto tampoco hubiera sido complicado, uno termina tatuando sus pasiones, sus gustos, se proyecta de alguna manera a través de esos dibujos, códigos, símbolos…); y, e) En un momento dado se me fue la pasión (aunque descubrí que eso es una falacia, la pasión nunca se va, si acaso se duerme un rato para descansar y regresar con mucha más fuerza para golpear el ánimo y seguir adelante, porque si se va la pasión, se va todo); f) En aquellos ayeres no lo veía de esta manera, pero ahora sí, antes eran menos profesionales, menos técnicos en la manejo del diseño, los aparatos, las tintas y demás; ahora los tatuajes son hechos por verdaderos artistas, egresados de escuelas de diseño, dibujo, arte o pintura, en fin.

Todos estos factores hicieron que, en esos días mozos, no imprimiera nada en mi cuerpo, como lo he hecho ahora. Además, estaba el mito (mito y no, porque sí era real, tabú, vamos a decirle) muy fuerte, de que una persona rayada era señalada, era incluso vista mal, se le negaban muchas oportunidades, incluso la de conseguir un buen empleo sólo por el hecho de tener tatuajes en lugares visibles, porque hay lugares invisibles para algunos ojos, ese es otro tema.

Uno termina rayando sus pasiones, sus gustos, sus necesidades, lo que le quiere decir a la gente, mis pasiones son: los libros (y claro que mi primera pinta tenía que ser un grupo de libros de pasta dura, acomodados listos para ser leídos o ya leídos, esos libros viejos que se van almacenando en nuestro librero personal, en nuestra biblioteca personal en casa) y eso fue lo que me tatué primero, arriba de ellos, una taza de té, ahora que mi alimentación es más sana y el té forma parte de ella; el segundo, tercer y cuarto tatuajes vinieron en una misma sesión. Mi siguiente pasión artísticas siempre ha sido, lo sigue siendo y lo será la música, estudié un poco de ella, solfeo, composición, armonía, en mis brazos tenía que llevar tatuadas una clave de sol y una de fa… que llevaran el ritmo, el compás, la armonía de mis días. Por último, la estrella, la estrella siempre me ha apasionado, tengo mi cuento de estrella, le voy al equipo de la estrella solitaria, la estrella refulge en el firmamento…

Ahí están las pasiones que ahora llevo para siempre conmigo a todos lados, me acompañan, son mías, son para mí y para quienes las observan, las disfrutan o no… porque son mis amigos/as, mis personas cercanas y hasta las lejanas…