TAREA PÚBLICA

La paz, en tu interior

Por: Carlos Orozco Galeana

Si hay un bien que se antoja algo lejano para los mexicanos y para muchos pueblos es el de la paz, derrumbada por los comportamientos humanos desvinculados del necesario amor al prójimo que es en esencia amor a sí mismo.

Pareciese, en numerosos ambientes, que hay distancia de esa aspiración porque se escoge el mal por el bien, y por ambiciones que aparentemente dan felicidad porque el poder y la riqueza se consideran caudales que la facilitan, lo que da lugar a un materialismo desquiciado y ausente respecto a las mejores causas.

La violencia que vivimos es la ausencia de paz en el alma. Ha sustituido al amor fraterno y fraguado la codicia, la envidia y el orgullo. Está contenida en los hábitos humanos que desprecian la armonía, el amor, el respeto y la tolerancia.

Ese déficit se padece en todo el mundo. México es reconocido en los últimos tiempos como un sitio peligroso para cualquiera persona, no se salvan ni los sacerdotes ni los periodistas ni los extranjeros pues unos y otros han muerto violentamente y en forma deliberada sin motivo ni razón.

El Papa Francisco dijo hace unas semanas que los obispos mexicanos le han hablado de la existencia de un clima de terror en México, pues los últimos meses mataron a media docena de sacerdotes en las regiones en conflicto.

La violencia, que es la falta de paz, no se resolverá fácilmente en nuestros pueblos. Se requiere un esfuerzo general, desde las familias que es de las que brotan los mejores seres humanos, o los peores también, en el que participen todas las instituciones educativas, las organizaciones ciudadanas, los empresarios, todo mundo.

Al interior de las familias, ha de promoverse los valores como forma de vida desde la infancia, dijo recientemente el vocero de la Diócesis de Colima, presbítero Jesús Mendoza Preciado, para quien los niños tienen que conocer y vivir un ambiente de amor basado en el respeto y la paz.

Esta recomendación, con ser valiosa, hace pensar en que muchos padres viven absortos en otras tareas y dejan a los niños y jóvenes a expensas de lo que “cachan” en otros lugares, en las universidades, medios de comunicación y la calle, con el riesgo consiguiente de que otros pueden destruir lo que la familia edifica.

Como dice el presbítero, “muchos padres se enorgullecen de las conductas negativas de los hijos exaltándolas incluso” (como en las familias narcas, donde los herederos son frecuentemente, en línea de sucesión, el hijo de mayor edad, o el tío, y de ahí para abajo) , lo que equivale a contribuir a un grado mayor de violencia.

¿ A poco usted no se estremeció con la narración de los chacales que descuartizaron y quemaron a los normalistas de Ayotzinapa, en Iguala, o con la de los asesinos que supuestamente. para robar unos cuantos kilos de droga, mataron a 5 personas en un departamento en la colonia Narvarte de la ciudad de México ?

La paz se genera en cada persona. En el corazón de cada una se incuba la inclinación hacia el bien o el mal y toca a los mayores asistir a los menores de edad a que conozcan la religión cristiana, a saber de la honestidad y el respeto como valores cuya práctica responsable da integridad y congruencia. O si de plano se rechaza la católica, pues otra, al fin que la mayoría tiene principios generales de conducta que las sustenta.

Esto último es prioritario: hay que predicar con los buenos ejemplos porque la palabrería hueca de los mayores es captada al instante por los hijos y por cualquiera persona. Estamos en una época en la que las inteligencias surgen más rápidamente y entonces eso implica más nivel de responsabilidad y cuidado de los adultos.

Ha de comunicarse a niños y jóvenes la esencia del evangelio cristiano para que no olviden la necesidad de reencontrarse con el Señor Jesús. La paz de Dios es la paz de Cristo y está en cada uno de nosotros. En nuestro interior. Tú eres la paz.

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