Colima.- Para Santa Claus es muy complicado cumplir con su labor de repartir regalos en Colima: “el traje es muy caluroso, termino empapado de sudor, la barba también se me dificulta mucho”, señala en entrevista con AFmedios.
Mientras charlamos en una de las calles de la ciudad capital, una camioneta se detiene y baja el cristal del asiento trasero: una niña salta con mucha emoción y prisa: “un patín, Santa, un patín”, le grita, quería asegurarse que supiera bien su encargo para esta Navidad.
Y es que en todos lados los niños lo saludan, algunos corren a abrazarlo y le piden fotografías para presumir a sus amigos, le recuerdan lo que ya anotaron en su cartita después de prometer que se han portado bien, Santa Claus tiene magia.
“Los niños me piden fotos, me saludan, hay niños que se me dejan ir a abrazarme, eso es lo que más me gusta, y cuando les doy un dulce, la felicidad se les nota”, dice el también conocido como Papá Noel.
Uno lo ve por la calle viajando en una moto con luces navideñas, su transporte es como una vaca, tiene manchas, un rabo y dos orejas, y promociona los productos lácteos Macías, una de las empresas de más arraigo entre los colimenses, que hace las veces del taller de Santa.
Por si se lo preguntan, nunca se enoja, ¿cómo puede hacerlo? si su espíritu es el espíritu de la Navidad y hacer felices a los niños es su misión; su barba blanca siempre toma la forma de un arco, el arco de una sonrisa.
“Hay días que uno está de mal humor o algo, pero teniendo el traje tiene que hacer su trabajo bien, y pase lo que pase debes estar feliz para que los niños estén felices, porque si uno no está feliz, ¿cómo puedes hacerlos felices a ellos?”.
Santa Claus sí existe.
Santa Claus también estudia
José Carlos Macías, estudiante de la Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Letras y Comunicación, es el alma detrás del Santa Claus que se pasea por Colima sonando su campana, saludando niños y repartiendo dulces.
“La idea surge para hacer felices a los niños y también para promocionar los productos”, explica mientras se caracteriza del viejo bonachón que emociona las mañanas de Navidad a los pequeños de todo el mundo.
Calza sus botas estilo Polo Norte, se pone los pantalones rojos, su chamarra contra el frío, el gran cinto negro con hebilla dorada – suda mientras lo hace – prosigue con la peluca de larga cabellera blanca y una barba cerrada que parece hacerle cosquillas.
Carlos hacía esta actividad para la empresa de su familia cuando niño, pero llegó la edad en que ‘le dio vergüenza’ y dejó de disfrazarse de Santa, pero este año su abuelo le pidió que lo hiciera de nuevo y ahora acepta que le gusta, ¿y cómo no? si los niños corren con ilusión tras él.
“Cuando estaba chico, como a los diez años, dure tres años seguidos haciéndolo de Santa Claus, hubo una época que me daba vergüenza y lo dejé, pero ahora lo retome porque me gusta hacer felices a los niños”.
Los lunes, miércoles y viernes recorre las avenidas principales de Colima y el centro histórico; los martes son de Rancho de Villa; los jueves de Rancho Blanco y los sábados de Villa Izcalli; en estos lugares es donde se instalan los puestos de lácteos.
Carlos Claus se sube a la motocicleta-vaca-navideña, carga su bolsa de dulces para repartir a los niños que se encuentra en su trabajo, no puede decir ¡Oh, oh, oh! Como el autentico Santa Claus porque tiene problemas con la barba falsa, pero no escatima en levantar la mano cada que un pequeño sonríe al mirarlo.
Santa Claus sí existe.
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