Pergamino balompédico

Por: Alex Carbajal Berber 

El clásico           

 

Chucho Ramírez nos había dado una idea de cómo enfrentaría el clásico del futbol mexicano: con total mediocridad. Eso de que el duelo ante Chivas era lo mismo que medirse a los Tecos demuestra que la mejor virtud de Chucho, la motivación mental, ha quedado en el olvido.  

           

Hasta que sintió la derrota, supo lo que era jugar y perder un duelo de este tipo. Un juego que prendió Jorge Vergara, y que tuvo un carácter especial con el debut del nuevo estratega de Chivas, pero que representó el posible último clásico en el mítico Estadio Jalisco.

             

 

La decisión de Vergara de cesar a Omar Arellano (padre) tres días antes del clásico fue arriesgada, y con la intención de favorecer mediáticamente el ambiente previo del clásico. La llegada de un hombre que estuvo en selección mexicana, como Francisco Ramírez, le puso un ingrediente extra, pero fue acertada, pues si hay alguien que sepa de táctica debe ser Paco, quien debe haber aprendido enormidades al lado de Ricardo Antonio La Volpe.  

 

La mentalidad ganadora con la que los jugadores de Chivas enfrentaron el partido fue directamente proporcional al aturdimiento americanista que provocó la ausencia de Salvador Cabañas, demostrando que el paraguayo es más que la mitad del peligro ofensivo de las Águilas. Los delanteros de América que no son Cabañas, no pueden sentirse dignos de vestir una camiseta con tanta historia.  

 

En cambio, los delanteros de Chivas tenían hambre de demostrar que podían ganar el clásico. Desde Arellano, Morales, Medina, y Amaury Ponce, que terminó siendo el héroe de este clásico, hicieron un gran partido, mostrando sus mejores virtudes, y poniendo en predicamento a Guillermo Ochoa en varias ocasiones.  

 

También se exigió la presencia de Luis Michel, quien cada vez se siente más seguro en el arco de Chivas, pero que terminó intimidando a unos delanteros americanistas poco capaces de definir adecuadamente las pocas opciones generadas.  América, después de este clásico, así como lo ha venido demostrando ya por varios torneos, perdió la pasión.

 

 

Si Michel Bauer no se prende con los desplegados de Vergara, poco puede hacer para inyectarle ánimo a sus jugadores. Este es el reflejo de por qué el cuadro americanista está sumido en esta crisis deportiva de varios torneos. Sus jugadores no sienten pasión, y dependen de dos futbolistas. Eso nunca va a  ser bueno para una institución tan grande, que representó durante mucho tiempo el lado soberbio del futbol nacional, y que ahora se doblega ante el cuadro del pueblo, que es animado por un dueño que podrá no cumplir con muchas otras promesas, pero que sí sabe prender los clásicos, y es de lo que mejor sabe hacer. 

            

 

Destino: Dubai           

 

 

Sin afán de ofender, que un equipo como Atlante –a pesar de que intenta jugar bien al futbol, y en muchas ocasiones lo logra-, sea la escuadra que represente al balompié mexicano –y al de Concacaf- en el próximo Mundial de Clubes, no entusiasma demasiado.          

   

 

Tampoco entusiasmó cuando acudía el Pachuca, y los Tuzos demostraron el por qué, al ser eliminados en las primeras de cuentas, en torneos que todavía se disputaban en Japón. Atlante, que no ha logrado para nada los títulos que han tenido los hidalguenses recientemente, menos va a ser considerado un animador de este torneo, ni creo que ponga muy en alto el nivel del balompié mexicano en el torneo a jugarse en Dubai, Emiratos Árabes Unidos.             

 

Es uno de los tantos problemas del futbol mexicano. En otras latitudes, acuden equipos que ganaron algo reciente, y que todavía disfrutan de las mieles del éxito y del buen juego. Por tanto, no creo que el Atlante sea la mejor opción, pero un Cruz Azul jugando de esta manera, renunciando a la grandeza que tuvo algún día, tampoco sería el más indicado para ir a este Mundial de Clubes.           

  

 

Nuevamente, un equipo con poca afición podría ir a un torneo de estas magnitudes. Todavía falta el partido de vuelta, pero la poca disposición de los jugadores cruzazulinos hace que la eliminatoria solamente se pueda cambiar mediante un milagro. En ambos casos, la poca emoción que generan estos equipos es un reflejo más de nuestra liga y nuestro nivel de competencia.             

 

Iniesta, el crack            

 

La Liga Española llega a su recta final con dos archirrivales que no ceden puntos, cada cual a su estilo. El líder Barcelona es un cuadro espectacular, goleador, que no deja nada en el campo y es capaz de pintarle la cara a los mejores rivales. En cambio, el Madrid de Juande Ramos es un cuadro casi con marca perfecta, pero que no genera ninguna emoción –salvo a los madridistas-, y que acecha a un equipo que eleva el juego a futbol-arte, solamente con garra, suerte y goles de enjundia.             

 

Que el argentino Higuaín sea el que está resolviendo los partidos para el Madrid es una muestra clara de su juego. En un ambiente más “artístico”, los aprestados a resolver deberían ser los Guti, los Raúl, los Van der Vaart, los Sneijder, pero el clima en el que está logrando la marca perfecta es propicio para que el central Pepe salga expulsado por la desesperación de un partido tan cerrado, donde el otro héroe siempre resulta ser Íker Casillas.             

 

El equipo catalán, en cambio -con muestras como la que dio el crack Andrés Iniesta ante el Sevilla-, se preocupa por sus rivales de a uno, y siendo fiel a su estilo los va tumbando a todos. Por tanto, el mismo presidente del Barcelona, Joan Laporta, ha dicho que es imposible no ilusionarse. Se ilusionan con la Liga, porque pasando la escala del Madrid tendrán camino libre; en la Copa del Rey porque falta un solo partido, y en la Liga de Campeones de Europa falta el Chelsea, y una hipotética final, en la que de seguir así, llegarán como amplios favoritos.                          

 

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