En palabras Llanes
Por: Alberto Llanes

De un tiempo acá, me preocupan sobremanera los motociclistas que a diario transitan por las calles de mi ciudad. Le llamo mía desde que me adoptó en el año de 1986. Desde ese tiempo recorro día a día sus calles, sus vialidades, sus parques… toda ella. A veces en bicicleta, otras andando, en camiones del transporte público, en taxis y, actualmente, en vehículo particular. Así es nuestra Colima, hermosa, bella, exuberante.

En aquellos ayeres no me preocupaban tanto los motociclistas; yo mismo era una persona que andaba en bicicleta, jamás he tenido moto, me gustan, pero jamás he tenido una. En fin.

En los tiempos en que yo mismo era un conductor de bici e iba para todos lados montado en ella, creo haber sido un conductor sensato, que seguía «y lo sigue haciendo» las reglas de vialidad.

Sí, tenía juventud y a veces podría alocarme «la juventud trae consigo cierta locura y mucha rebeldía», pero por seguridad mía y de las personas a mi alrededor creo haber sido un conductor sensato «aunque este juicio no me corresponde a mí decirlo». Como creo también serlo ahora, conduciendo en un vehículo particular, vehículo que nos lleva a todos lados y siempre tengo en cuenta que, conmigo, llevo varias vidas que dependen de mi pericia o precaución al momento de usar una máquina de este tipo.

He tenido que conducir por necesidad, no así por gusto. Me preocupan los motociclistas por varias razones, andan entre los vehículos «amén de que el reglamento de tránsito dice lo contrario» y andan sin precaución alguna metiéndose, yendo entre uno y otro coche, te rebasan por la derecha a toda velocidad, conducen demasiado rápido para una ciudad tranquila «porque sí, yo sigo creyendo que Colima es una ciudad tranquila o debe serlo», siempre se ponen, cuando el semáforo está en rojo, hasta el frente de la fila de vehículos que esperan el verde para avanzar, muchas veces obstruyendo las líneas peatonales, haciendo que estos, al intentar cruzar de un lado al otro, tengan que rodear exponiendo su vida y, lo peor de todo, es que últimamente no respetan el rojo del semáforo; es decir, mucho antes de que se ponga la luz verde, ellos, hasta delante de la fila de autos, arrancan y se pasan sin temor ni piedad, exponiendo su vida, la de los otros y, bueno, haciendo todo lo contrario a evitar un accidente.

Sin embargo, me he dado cuenta de que no sólo los conductores de motocicleta están en esta tónica «la de pasarse la luz roja de los semáforos», me he topado con vehículos que, no bien se la pone la luz verde, arrancan sin temor ni piedad y se pasan la luz roja, rojísima de los semáforos; no sé con qué objetivo, con qué razón o para qué lo hacen. Sin embargo, espero que esto no pase a mayores o que esta práctica se pongan de moda entre los demás conductores/as porque si no se convertiría Colima en territorio de nadie o en que cada quién haga lo que se le dé su regalada gana y, entonces sí, sálvese quien pueda… o quien tenga mejor habilidad para conducir una máquina llamada vehículo, aunque a veces esto no depende mucho de la habilidad del conductor o conductora sino más bien, de tener y conducirse con precaución… y respetando las señales de tránsito.