MORAL, EL ÁRBOL QUE DA MORAS (Morena tiene que reivIndicarse)

TAREA PÚBLICA

Por: Carlos OROZCO GALEANA.

Un político potosino, dinosaurio priísta a más no poder, Gonzalo N. Santos, pasó a ser celebridad cuando en una entrevista sobre moral contestó que esta era un árbol que daba moras. No se sabe hasta hoy si su afirmación fue premeditadamente sarcástica o si de plano ignoraba la noción por su condición de político sin estudios, pero me inclino por lo primero. El caso es que ese dicho se perpetuó y hoy está extendido que en la política no hay moral que valga.

Esos tiempos de Gonzalo eran tiempos del priísmo más autoritario que se recuerde, tiempo de compadres y amigotes que disfrutaban del poder a su antojo. Eran políticos que lejos estaban de pisar la cárcel aunque se excedieran en sus truculencias y ambiciones. Hay una frase muy famosa de un presidente que tenía un amigo que se quejaba de que estaba casi en la ruina siendo político de cierto nivel, gobernador por más señas, a lo que aquel replicó: ¡ haz obra compadre!

La moral es hoy, como era antes, una noción pintada de desparpajo. ¿ Se come? ¿ Dónde se vende, quien la vende? Andando en esa selva que es la política mexicana, de todo hay menos de eso. La política luce perturbada por la ambición desmedida de una mayoría de hombres y mujeres que a ello se dedican. Ahí los enemigos son ciertos y los amigos son falsos. Ahí, quien hoy es tu amigo, puede ser mañana tu enemigo y luego volver a ser tu amigo si así conviene. Y en medio de esas circunstancias, pueden darse las peores conductas – traiciones que un ser humano puede cometer. Recuérdese a doña Rosario Robles, la mujer a la que “volaron” diciéndole que podría ser presidenta de México.

Aquel político potosino era un cínico de primera, por supuesto. Pastor de generaciones de gente como él, usaba la política para servirse del poder y hacer lo que quisiera. Hoy, las cosas no han cambiado. Vea usted cómo toda una generación – la de Peña Nieto y de ahí para atrás con el foxismo y el Calderonismo, llegó al poder con hambre atrasada. A los ojos de todos, se dedicaron a hacer negocios sirviéndose un grupo numeroso de todos ellos de la paupérrima paraestatal Pemex, a la que sangraron hasta dejarla exhausta. El lector sabe, gracias a las redes sociales, cómo varios próceres del priísmo y del panismo tienen negocios con la petrolera, y con la industria farmacéutica. Hoy, quizás tengan algo de escalofrío pues el presidente Amlo podría lograr, si lo hacen enojar, que los investiguen. Por lo pronto, están calladitos.

Estos antecedentes que expongo, en los cuales me alargué, los ocasiona el dirigente de Morena en la entidad, Sergio Jiménez Bojado, quien con toda crudeza reconoció que su partido se equivocó rotundamente en la elección pasada al seleccionar a sus candidatos a senadurías, diputaciones, alcaldías y regidurías. De hoy en adelante Morena “cuidará que sus aspirantes a puestos de elección popular tengan moral”. De esta afirmación se deduce la descalificación de todos los que hoy se desempeñan en las posiciones referidas.

Yo no tengo referencias para decir lo mismo que Jiménez Bojado pues no conozco casi a nadie de ese partido, pero me atrevo a pensar que le asiste la razón en su percepción pues los conoce muy bien, sabe de qué pie cojean, son militantes cuyas conductas públicas no pasan inadvertidas para un partido político, y además no muchos se han exhibido en lo que son: políticos truculentos

Estamos en presencia pues de un mea culpa de Morena expresada por su dirigente, sin duda. Y qué pena porque si la sociedad colimense votó por esa formación política es porque esperaba mucho de sus candidatos, cosa que no ocurrió. Morena en Colima ha sido un ring de peleadores callejeros y ambiciosos desde un principio. Y no sobraron ahí los negociantes con el poder, los que prefirieron el dinero del de arriba que representar dignamente los colores por los que compitieron. Se pusieron de alfombra del poderoso, que les tiró migajas.

La moral fue un árbol, entonces, que también dio moras en Colima, para desgracia de la política entendida como servicio. O para decirlo con palabras del jurista Sergio García Ramírez:   la política sin moral es juego de engaños, historia de pocos días, es decir, una entelequia.

El reto hacia adelante es evitar esa negrura, como plantea Jiménez Bojado. No permitir que auténticos vivales maniobren y sorprendan a un partido que, como Morena, actuó de buena fe abriendo sus puertas a la esperanza de un cambio que se quedó en ficción.

Mucho cuesta nuestra democracia en dinero y en esfuerzos ciudadanos para desperdiciarla por malos cálculos. Es deseable que para la elección siguiente Morena se reivindique porque será actor importante y postule a personas honestas, con antecedentes de servicio a las comunidades, pero sin descuidar que coincida en ellos una capacidad, tan necesaria para instrumentar los cambios desde las posiciones administrativas y desde las cámaras.