En el marco del Día Internacional de la Biodiversidad que se conmemora este 22 de mayo, es relevante reconocer a México como centro de origen y domesticación de 130 plantas clave para la alimentación.

La agrobiodiversidad, en un proceso que incluye todos los componentes de la diversidad biológica pertinentes para la producción agrícola, incluida la producción de alimentos, el sustento de los medios de vida y la conservación del hábitat de los ecosistemas agrícolas.

Engloba por un lado a las especies de plantas, animales, hongos y microorganismos recolectados, cultivados y domesticados para la alimentación y otros usos, así como sus parientes silvestres y por el otro lado, incluye a los componentes que sostienen a los sistemas de producción agrícola o agroecosistemas (microorganismos del suelo, depredadores, polinizadores, etc.).)

La agrobiodiversidad está constituida por:

Recursos genéticos vegetales (cultivos, plantas silvestres recolectadas para la alimentación, los prados y especies de pastizales), animales (razas domésticas, animales salvajes, los criados para comer, los peces silvestres y de cría), y hongos.

Los componentes de la diversidad biológica que apoyan los servicios de los ecosistemas en los que se basa la agricultura, como son los organismos necesarios para sustentar las funciones clave del agroecosistema.

Las interacciones con factores abióticos, como los paisajes físicos en los que se desarrolla la agricultura, y las dimensiones socioeconómicas y culturales, como son el conocimiento local y tradicional.

Es importante resaltar que, mediante la biodiversidad, la agricultura puede proporcionar una amplia gama de energía, proteínas, grasas, minerales, vitaminas y otros micronutrientes clave para la seguridad alimentaria y la nutrición, son fuertemente interdependientes: la diversidad biológica es la base de la agricultura.

De ahí que sea tan importante proteger la diversidad genética porque es la fuente de adaptabilidad que permite a los ecosistemas agrícolas responder a la tensión y a los riesgos medioambientales, incluido el cambio climático.

Además, mejora la productividad agrícola, aportando los materiales necesarios para seleccionar variedades más productivas y mejorar las características de los cultivos y el ganado para afrontar la sequía, los temporales, las plagas y las enfermedades.

La conservación y uso sostenible de la agrobiodiversidad en las explotaciones agrícolas, en la naturaleza y en los bancos de genes, es el futuro de la agricultura.