LOS IMPACTOS PSICOLÓGICOS DEL DELITO

SOMOS NUESTRA MEMORIA
Por: Boris González Ceja
Juan salió a trabajar con su mismo entusiasmo de siempre, pensando en familia,
como muchos de nosotros. Horas después del tiempo habitual de su llegada a su
casa, inició una búsqueda desesperada, ya que no podían localizarlo por ningún
medio, familiares y amigos rápidamente se dieron a la tarea de compartir su
imagen en las redes sociales.

Desapareció y al día siguiente fue encontrado con huellas de tortura, encobijado y
con un mensaje que los delincuentes dejaron. La Fiscalía General de Justicia del
Estado de Michoacán se limitó a realizar el trámite de la entrega del difunto, sin
presentar aún a los responsables del crimen, ni dar respuesta social a tan
lamentable crimen.

Es importante resaltar que la descomposición social tiene que
ver con la descomposición mental de los delincuentes, pero también de las
autoridades coludidas en la prevalencia del crimen. No se puede entender el
impacto psicológico únicamente como un asunto individual, ya que es generado
por actos complejos donde intervienen diversos actores, principalmente
delincuentes que siguen sueltos y autoridades negligentes que se reciclan y no
generan soluciones reales a problemas de varios años: el dolor de las familias y su
desesperación ante la ola criminal, no se entiende sin las omisiones de los
operadores del sistema de procuración de seguridad y justicia.

Son diversos los impactos psicológicos de la delincuencia, pero en general
aparecen en lo inmediato síntomas de frustración, miedo, impotencia y pánico; y
consecuencias posteriores como rencor, una sensación de alerta constante, la
noción de ser víctima, y desesperanza en relación a soluciones al problema de su
caso ante la criminalidad.

Para que una persona y su familia logren reponerse de un acto criminal pasan
muchos años, muchas veces en procesos indignos generados por los servicios de
seguridad y justicia, donde maltratan a las víctimas y generan la espiral de
victimización en la que nos encontramos.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Prevención sobre
Seguridad Pública (ENVIPE-INEGI), en México se tiene una tasa de prevalencia
delictiva de más de 24 mil casos por cada cien mil habitantes, de las más altas del
mundo. En Michoacán, el principal delito es la extorsión, como una práctica que se
cacarea como desterrada, pero que sigue presente, que alcanza una tasa de más
de 3 mil por cada cien mil habitantes. Como puede observarse, las autoridades de
Seguridad no están haciendo su trabajo en la materia, o las inversiones no tienen
los efectos que ocupamos como sociedad.

Esta encuesta del INEGI revela también que en nuestro país hay más de 22
millones de víctimas, es decir, un cuarto del total de la población.
En México durante el 2021 se registraron más de 28 millones de delitos, de éstos,
sólo el 10.1 por ciento se denunciaron, casi el 90 % quedaron en el olvido.

Al igual que en otros temas, la impunidad sigue reinando, en los casos de más de
125 mil personas ejecutadas extrajudicialmente durante este sexenio, con el
crimen incólume, con sus mismos administradores de justicia. Mientras tanto, las
familias y las comunidades siguen padeciendo el flagelo de la delincuencia, con
más víctimas de crímenes atroces y con una creciente desconfianza y percepción
de inseguridad.

El gobierno del estado tiene que entender que no puede haber combate a la
delincuencia sin una estrategia integral de atención a la población en temas
mentales, con alianzas reales y eficaces para la población.

Los impactos psicológicos que genera el crimen son tantos en las personas y en
las comunidades, que repasando la estadística anterior podemos entender los
niveles de ansiedad y depresión con que vive la población mexicana, los bajos
niveles de aprovechamiento en las escuelas y la baja productividad laboral,
además de la desesperanza con que el gobierno vuelve a presentarse una y otra
vez.

Como ciudadanos, ¿Qué podemos hacer desde la psicología con una víctima del
crimen? La pandemia y el aislamiento nos dejó una profunda enseñanza: la
necesidad de escucharnos, de escuchar activamente a los otros y de escuchar de
manera comprometida con la intencionalidad de ayudar.

Cinco recomendaciones para escuchar de manera comprometida pueden ser:
1. Escucha con interés y de manera decidida, consciente y enfocada.
2. Ubicar el núcleo emocional verbal, explícito y no verbal.
3. Refleja humildad y ofrece un resumen de los significados y las emociones.
4. Verifica con el hablante para asegurarte de que sí entendiste lo que te quiso
decir.
5. Repite lo importante y saca conclusiones con tu interlocutor.
Otra acción que se puede hacer es buscar ayuda profesional, por ejemplo en
https://www.facebook.com/psicologiaydc donde se da atención psicológica las 24
horas todos los días.
Hasta la próxima, que la duda es uno de los nombres de la inteligencia.