LA MAGIA DE LOS CABALLOS

SANADORES DEL ALMA

Cuando me dieron ese espacio en afmedios para escribir sobre los caballos, mi corazón sobresaltó: como no escribir sobre mi pasión, mi vicio, mi vida…

Y aquí estoy, pensando en qué temas abordar, ya que el mundo del caballo incluye un sinfín de temas. Pero no  quiero escribir lo mismo de siempre, ya existe mucha literatura sobre todos los aspectos básicos tanto de la fisiología, etología o disciplinas ecuestres.

¿Entonces? Entonces, voy a escribir de y con ellos.  Mi experiencia con estos seres míticos ha sido mucho más que todo lo que he leído. Y estas experiencias, propias y ajenas, son las que quiero compartir con ustedes.

Aunque les parezca un poco descabellado, aunque las historias que les  voy a contar no parecen ciertas,  les aseguro que este mundo que me hacen descubrir los caballos es real. Real  y mágico. Y lo mejor de todo, es que, en la mayoría de los casos, son historias que embalsamen el alma.

Había una vez…

Había una vez una niña diferente. Una niña demasiado sensible. El mundo de los adultos no le gustaba, no entendía cómo podían sentir de un modo y actuar de otro. No comprendía cómo los adultos -que eran un modelo a seguir- utilizaban la comunicación verbal como una verdad mientras su lenguaje no verbal  decía otra cosa. Con el uso de las palabras empiezan también las mentiras hacia nosotros mismos y hacia los demás.

Entonces inventó su propio mundo, llenos de sueños y de fantasía. Se estaba  aislando de la vida terrenal, cuando un día, por obra de magia y cuando más lo necesitaba, tuvo la suerte de ver a un caballo de muy cerca.  Era un caballo flaco, un caballo corriente, pero el polvo que levantaba con cada una de sus pisadas, a través de los rayos del sol, hacía que se veía como  un sueño. Y esta visión le cambió la vida. Esta visión le reveló un gran secreto: su leyenda de vida.

Por supuesto, esta niña soy yo. Y desde entonces, los caballos han sido parte de mi vida.  Me han acompañado en todas mis peripecias, buenas y malas. Han sido amigos y confidentes. Y cada historia mía viene acompañada de un nombre de caballo.  ¿Mi leyenda de vida? Que los caballos ayuden a los demás como me ayudaron a mí.

Y esto es lo que hacemos  ahora. Bueno, lo que hago con ellos. Ellos no “hacen”,  simplemente son ellos mismos, seres sensibles, imponentes y poderosos. Esta sensibilidad  que los acompaña de manera innata (son animales de presa) les permite leer nuestro lenguaje corporal con una precisión remarcable, devolviéndonos un reflejo que  a menudo no estamos dispuestos o listos para enfrentar: el reflejo de nuestra alma.

Existe otra habilidad que estos seres demuestran a la perfección: la congruencia de sus acciones con sus emociones. ¿Tengo miedo? Corro. ¿Me molestan? Pongo las orejas hacia atrás. Y de actuar así, son un modelo de integridad: nos enseñan a poner límites (a cuántos de nosotros nos hace falta) y a descubrir las herramientas que nos permiten funcionar –o no- para ser fieles a nuestro ser interior y a nuestra alma para lograr así una mayor felicidad.

Cada aprendizaje es individual y único.  Esto, es lo que yo llamo la magia de los caballos. No porque son mágicos, simplemente porque nos enseñan a ser auténticos, congruentes y honestos con nosotros mismos y con los demás.

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