JUSTICIA Y DERECHO

TAREA PUBLICA
Por: CARLOS OROZCO GALEANA

En una visita a Alemania, el entonces Papa Benedicto XVI reflexionó sobre el nazismo y,  fuera de este tema,  expresó en el parlamento federal de ese país que  los políticos tienen el deber de servir a la justicia y  al derecho. La política, dijo, debe ser un compromiso por la justicia,  y crear así las condiciones básicas para la paz.

Planteó que muchos  políticos buscan el éxito, pero que este debe estar subordinado  al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho. “El éxito (   de los políticos )    puede ser también  una seducción, y de esta forma, abre la puerta a la devaluación  del derecho, a la destrucción de la justicia. En suma, el deber fundamental del político es servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia”.

Al criticar al régimen alemán de la primera mitad del siglo pasado, y  recordando a San Agustín, Benedicto XVI dijo que, quitando el derecho, ¿que distingue al Estado de una gran banda de ladrones?

En efecto, ¿ qué es lo que sigue cuándo en cualquier sociedad  el derecho ya no funciona, cuando se lo  apropian las élites, cuando las constituciones son letra muerta y las instituciones son  cuevas de ladrones que harían morir de envidia al propio  Alí Babá,  cuando a los pobres se les relega a la ignorancia y a la pobreza ?¿ Qué ocurre cuando ya no importa la vida de nadie, cuando domina la injusticia, cuando los políticos se vuelven  negociantes sin el mínimo escrúpulo  y traicionan la voluntad de quienes los eligen o de quienes los colocan en los cargos y se convierten en millonarios a los dos o tres años en el poder, y cuando acomodan las leyes a su arbitrio o compran a precios de ganga la conciencia de  quienes les estorban ?

Es muy fácil saberlo: la barbarie, el declive, o sea el fracaso  del Estado. Las valoraciones del Papa emérito debieran servir de referente vital a la clase política de  México para que luche por el derecho y la justicia. Que adquieran la noción de que a los puestos públicos se va a servir y no a apropiarse de cuanto se tenga a la mano.

Los mexicanos estamos hasta el gorro porque en el país no se acaban la injusticia, la impunidad y la corrupción. Fue una atrocidad, por ejemplo, lo que ocurrió  en Nuevo León en el tema de casinos,  donde al  destaparse la cloaca apareció el contubernio de autoridades estatales,  del poder judicial  y de dirigentes políticos que recibían dinero de los dueños de esos lugares.      No se olvida tampoco la muerte de  49 niños en una guardería de esa entidad.  Es obvio que la gente inmiscuida  en ambos casos no sirve al derecho ni a la justicia, como tampoco las sirvió Juan Molinar Horcasitas en el caso ABC o el de un director de operación de la CFE, que huyó finalmente y  fue aprehendido y luego liberado por traficar influencias y robarse  millones de pesos. Tampoco las sirvieron los constructores de la estela de luz ni de la Línea 12 del Metro. Y, por supuesto, ni Emilio Lozoya, quien sirvió a sus amos, corrompió a medio mundo, rasguñó una pizca del botín y está preso hoy por sus crímenes  y por  haber puesto en evidencia el sistema de justicia.  Y en tanto, en nombre del derecho, castigan  durísimo  en algunos estados a mujeres indígenas dizque por “agredir a policías”.

Tampoco brilla el derecho ni la justicia en el caso de los miles de mexicanos sacrificados por la guerra del narcotráfico  que reciben el pomposo nombre de “daños colaterales”, ni tampoco los migrantes que son explotados y asesinados sin misericordia todos los días. También sucumbe el Derecho ante la impunidad que protege a delincuentes supuestamente servidores de México.

Palidece  la justicia en México en la persona de muchos mexicanos que no tienen hogar ni opción alguna de estudio y que sobreviven porque Dios es muy grande. Y es que muy pocos se han apropiado de lo que les corresponde a los  más. La riqueza nacional está concentrada en pocas manos, mal distribuida,  y se ha originado una situación de desequilibrio  que debiera preocupar a los ganadores. México es para la clase voraz empresarial un paraíso. Nadie sabe cuando despertará otra vez el México bronco, pero hay quienes aseguran que puede hacerlo el día menos pensado  por la desigualdad y la miseria de millones de compatriotas.

En fin, cuadrillas de cleptómanos, raza maldita,  es lo que se ha configurado en nuestro país,  solo que actúan disfrazados de inversionistas, de empresarios nacionalistas, de políticos que ingresan a los cargos públicos con los zapatos “chuecos” y  salen convertidos en prósperos y “respetables” hombres de negocios, en dueños de infinidad de propiedades que, dicen, las adquirieron con sus ahorros y con su  propio esfuerzo. A otros con esos cuentos, ¡ váyanse con su roña a otra parte!

Y así transcurre la vida, con un gobierno dispuesto a encarar la nueva realidad con una propuesta pacífica pero con la mira puesta a que los gobiernos no sean cuevas de bandidos. Es como  decir: de aquí para adelante ya no se puede robar igual que antes.

Los líderes mundiales probos deben seguir iluminando a la humanidad con su pensamiento y su ejemplo y hacer  llegar un mensaje de amor y paz  llamando a la conciencia de los hombres para construir un mundo de justicia y  paz, instaurando una época nueva donde imperen los valores por encima de las ambiciones.