Honor a quien honor merece

En palabras Llanes
Por: Alberto LLANES

Todavía con miel en el ambiente, corazones rosas rondando por mi cabeza y en algunos sitios donde quedaron como vestigios de la celebración del día del amor y la amistad; un día antes, vía WhatsApp, nos avisaron que, este viernes entregarían la famosa Colibeca para empezar a estudiar, que recibirán todos los menores de edad de educación básica que no estuvieran beneficiados con la beca Benito Juárez. En días recientes, la gobernadora del estado había anunciado que se entregarían estos apoyos, apoyo de 400 pesos bimensuales para quienes hubieran registrado a su pequeño/a en la plataforma del gobierno.

—Yo no quiero nada de este Coligobierno —le dije, muy Colimolesto a mi Colimujer, sabedor de que escribo Colicolumnas donde, bueno, ya las han leído y si no… a leer se ha dicho.

—Pues de todas maneras lo Coliinscribes —me respondió y Coliagregó— que tus asuntos con el Coligobierno son cosa tuya y no del niño… además es dinero para él, no para ti.

Y pues lo inscribí. Y es que no me gusta ser hipócrita, sí, he criticado a esta gente por su falta de criterio en muchos sentidos, por su falta de sentido común, del trato con la gente «porque he asistido a eventos donde no tienen tacto con la gente».

Día nublado y lluvioso; como siempre, muy temprano, vine a desempeñar mis labores a la universidad, donde, desde acá, trato de resolver el mundo, aunque el mundo no se deje ayudar. Ese día fue intenso por la mañana y a las tres debería estar en la SEP en una entrega de premios a chicos/as que concursaron en diferentes convocatorias: leyenda, cuento, ensayo y poesía del EMSAD, a las cuatro debería ir a campus central a checar salida y a las cinco y media estar en los terrenos de la feria recogiendo la Colibeca porque yo había registrado en la plataforma a la criaturita…

Como pensé que a esa hora de la tarde en la SEP estaría lleno de coches, me fui caminando, además que moverse es muy bueno para la salud, pero el clima no ayudó, amén de eso agarré mi paraguas y bajé del Campus central a la SEP para estar, como siempre, unos minutos antes de…

Entre pruebas de audio y esperar a que llegaran los/as invitados empezamos la entrega de premios a las tres y media, el programa era extenso, así que, prevenido, antes de y cuando estaba todavía en la universidad con mi hijo a quien me toca ir a recoger a la escuela todos los viernes a las doce y media y que ama ir a la universidad porque dice que ahí, es bien famoso, me comí una empanada de champiñones para seguir con mi dieta. Mi hijo se quedó con su abuelita, le dije que se pusiera su Coliplayera de la escuela para ir por su Colibeca, se emocionó y pues quién soy para quitarle esa ilusión a un niño, punto para este gobierno…

Le entrega de premios y reconocimientos se alargó más de lo esperado, porque, entre entrega y entrega de las diferentes categorías, hubo eventos artísticos de baile, canto y demás, bueno, hasta receso hubo; en tanto, veía de reojo el reloj y no, no iba a poder ir a checar la salida y menos si había llegado caminando, aunque hasta en coche eso se hubiera complicado por el asunto del estacionamiento. Llegó el momento en que intervine, para darles unas palabras… de reojo seguía viendo cómo el tiempo en el reloj avanzaba, implacable, como lo es.

No quiero hacer este texto largo, aunque creo que sí lo será. Pero a las cinco pasó Mirna por mí a las afueras de la SEP para irnos de volada a los terrenos de la feria. La lluvia seguía cayendo, de poquito a poco, pero cayendo, el clima estaba fresco muy agradable.

Mucho tráfico por el rumbo, pensamos que toda esa gente iría a recoger Colibeca, como cuando vamos a la feria y toda esa fila es, sí, por los que vamos a la feria, pero ahora no son días de feria, en Villa de Álvarez sí, pero por acá no. Me bajé por un costado de los terrenos de la feria y caminé a toda prisa para ganarle tiempo al tiempo, porque la fila de coches era grande y ya casi eran las cinco y media, hora de la cita; la lluvia era poca pero pertinaz, llevaba un suéter no tanto por tener frío, sino porque odio que la playera, mojada, se me pegue al cuerpo. Gente pasaba a mi lado de regreso con cara de felicidad de recoger su Colibeca, otros íbamos en friega camine y camine y los demás en vehículos. Pasé frente a mi anterior escuela el Cedart y seguí caminando porque la entrada, me dijeron, era hasta el Casino de la Feria.

Como era de esperarse, la fila estaba larga, pero oí que dijeron que: «hasta eso, está avanzando rápido», mi mujer me alcanzó, iba con el niño con su chamarra de gorrito y sombrilla en mano, fueron a estacionar el coche, les dije que se taparan ellos, yo aguantaba ahí… en efecto, la fila avanzó rápido y entramos, nos dieron un papelito el 429, iban en el 1200 y nos explicaron que «al llegar al 1500 la cuenta empezaría de nuevo, que tomáramos asiento», adentro llovía más que afuera, muchos empleados con chalequitos que estaban trabajando y organizando nos atendieron super bien, debo ahora decirlo, muy amables. El recinto estaba llenísimo, sobra decir, esperamos sentados.

Pensé que esa gente, hablo de los trabajadores, llevarían mucho tiempo ahí, desde la mañana estaban entregando becas; y en efecto, por ahí escuché que una trabajadora dijo que sí, que estaban desde las seis de la mañana, eran las cinco y cuarenta de la tarde, su jornada estaba siendo larga e intensa… le gente fue avanzando y fue llegando más, cuando un apagón hizo que computadoras, sistema e internet dejaran de funcionar, rápido avisaron por el altavoz que tuviéramos paciencia… ¿Más?

Se reestablecieron las computadoras y volvimos a empezar, en efecto, la gente estaba pasando rápido, avanzando con celeridad «así como he criticado, ahora quiero felicitar a todo el personal que nos atendió que, cansados de ver pasar a tantas familias, al final, cuando llegabas a entregar tu último papel, te felicitaban por haber llegado hasta ahí y poder cobrar, incluso hubo quien nos acompañó, sombrilla en mano para no mojarnos, hasta el camión de seguridad privada donde nos entregaron el dinero para el pequeño Elián, le preguntaron qué cómo se sentía y qué iba a hacer con su dinero, guardarlo, contestó Ricardo», pero lo mío no fue tan fácil como se lee, no…

Al llegar nuestro número, luego de unos veinte o treinta minutos de espera, nos volvimos formar para entregar y que nos revisaran nuestros papeles, avanzamos rápido, la gente nos atendió muy bien, repito, me hacían plática y toda la cosa, a mi hijo lo trataron con su nombre: Ricardo, Ricardo empezó a hacer un sonidito como de llanto, la chica nos dijo que por qué lloraba, Ricardo dijo que no estaba llorando y que era actor de llanto, la chica nos dijo que ojalá, pronto, pudiéramos verlo en la televisión, en las telenovelas como actor, porque pensó que a eso se quería dedicar, pero Ricardo en realidad y ahorita a su corta edad, quiere ser futbolista como Messi o, en su defecto, ser un profesional del Parkour, en fin.

Ahí pensé que todo había sido rápido, pero no, resulta que la CURP de mi hijo no estaba registrada y me pidieron que pasara a Mesa de ayuda, que era la fila más larga que había visto desde que llegué al lugar y, ni modo, tuve que hacer fila… vi cómo poco a poco el recinto donde llovía más adentro que afuera, iba quedando vacío y la fila de Mesa de ayuda tan larga que atravesaba el casino de punta a punta; si todo hubiera estado bien con la CURP de mi hijo, esto hubiera sido fácil y rápido, pero la fila de Mesa era inmensa, muchos colimenses estábamos ahí por tener diversos problemas «generalmente, lo que oí, hacíamos fila porque no teníamos registrados a nuestros hijos/as con su CURP en el sistema». Recuerdo que, al inicio, tuvimos un problema con la CURP de mi hijo, nos dimos cuenta cuando iba a ingresar a primaria. Al buscar su clave de registro en la red y poner sus datos, nos aparecía el nombre de otra persona, lo reporté ene cantidad de veces y ene cantidad de veces fui tomado por loco, hasta que fui presencialmente, dos veces, y se logró hacer el cambio, en fin.

En la fila hice plática con algunas personas y con trabajadores que, al verme ahí y reconocerme, se llevaron mis papales para preguntar a los encargados, porque al parecer todo estaba bien, al regresar me dijeron que sí, que tenía que hacer fila y pues seguí, vino otro apagón y yo nada más veía la hora y el tiempo, cruel, que seguía su curso. Terminamos nuestra Odisea a eso de las ocho y media de la noche, cuando Ricardo salió bien Ricardo de ahí, contento, con su dinero y dispuesto a regresar al otro día por otro tanto, pero pues no, al otro día les entregarían a otros niños, eso fue lo que no entendió, porque alguien dijo que mañana también estarían ahí.

Todo este texto es para reconocer el trabajo de quienes nos atendieron, quien me registró al niño en la plataforma, me revisó los papeles, los verificó y nos imprimió el formato para poder cobrar, quien nos felicitó por haber llegado hasta ahí, para quien nos acompañó con sombrilla en mano al carrito del dinero para poder cobrar y para el policía de seguridad privada quien le entregó a mi hijo su Colibeca para empezar, que constó de la entrega de tres pagos bimensuales; puesto que la siguiente entrega será hasta junio o julio… punto para este gobierno y el trabajo ejemplar de sus empleados que, amén de las inclemencias del tiempo, de tratar a miles de personas, de estar desde temprano, cansados y así, siempre lo hicieron de manera cálida, afable y con mucho respeto, sí, he criticado, pero ahora es tiempo, también, de felicitar a todos estos ciudadanos/nas… como nosotros, ciudadanos a final de cuentas. Mis fobias con el gobierno son mías y no tienen que afectar a mi hijo.

Ricardo dijo que iba a invitar unas hamburguesas por todo el tiempo que pasamos ahí, pero, al momento de pagar, yo saqué mi dinero y le dije que no, que él guardara su Colibeca para otra ocasión o para algo que le hiciera falta…

Un cochinito, en casa, con el dinero de mi hijo está lleno de dinero y mi hijo, feliz, lleno de felicidad con su pequeño ahorro.