Entre la vida, los hechos y la verdad

APUNTES PARA EL FUTURO
Por: Essaú LOPVI

Se acerca el fin de año y dentro del corte de caja hoy quiero hablarles de mi profesión. No me juzguen, no me puse sentimental, pero cada día es más difícil ejercerla.

En la encrucijada de los hechos y la verdad, el periodismo en México emerge como un desafío trascendental que va más allá de la mera narrativa de hechos.

Como periodista de ‘a pie’ y CEO, mi travesía en este universo me ha llevado a descubrir las capas más profundas y complejas de esta profesión que, a menudo, se enfrenta a vientos que amenazan siempre con apagar la verdad.

El periodismo es una pasión que se teje con los hilos de la realidad. Cada historia es una tela intrincada de desafíos, logros y, a veces – casi siempre – , sacrificios personales.

Los periodistas mexicanos, día tras día, dan voz a las historias que de otra manera se perderían en la vastedad del silencio. Pero, detrás de cada titular, se esconde la realidad inquebrantable de que el periodismo es una lucha constante por la verdad en un terreno plagado de obstáculos y amenazas que hoy no contaré.

En lo profesional, los periodistas se convierten en acróbatas y malabaristas, equilibrándose en la cuerda floja entre la objetividad y la responsabilidad social. Cada palabra, cada coma, lleva consigo el peso de la responsabilidad de informar con integridad.

En un país donde la censura y la intimidación son sombras constantes, el periodismo se convierte en un acto valiente de resistencia social.

Pero, ¿cómo ignorar las batallas personales que los periodistas libran en la penumbra de las redacciones? Las noches en vela, las lágrimas derramadas por la impotencia frente a la injusticia, y la constante presión por equilibrar la vida profesional y personal.

El periodismo no es solo una profesión; es un compromiso que deja cicatrices imborrables en el alma de quienes se atreven a abrazarlo, porque quienes abrazamos el periodismo jamás podremos desprendernos de aquí, es como si fuera un tatuaje imborrable, que nunca diluye su tinta y que siempre duele.

En el tejido social, los periodistas somos una especie de arquitectos de la conciencia colectiva. Navegamos por la tormenta de desinformación y desconfianza, buscando ofrecer faros de verdad en medio de la oscuridad.

La democracia misma depende de la función vital del periodismo, y en México, esta responsabilidad adquiere una dimensión casi heroica – aclaro que no es mi intención exalsar nuestro trabjo – pero no miento, ejercer el periodismo en este momento en México es casi un acto de valentía ciega.

Como CEO de una agencia de noticias, he aprendido que liderar en este campo significa más que simplemente dirigir un negocio. Significa ser un defensor incansable de la libertad de prensa y contra la desinformación. Significa ser la voz que guía a un equipo intrépido hacia la conquista de la verdad, sin importar cuán arduo sea el camino.

El periodismo en México es una epopeya en curso.

Detrás de cada noticia, hay lágrimas, risas, sacrificios y, sobre todo, una búsqueda implacable de la verdad. Como CEO, como periodista, como ciudadano, puedo afirmar que es nuestra responsabilidad proteger y valorar esta profesión que sigue siendo la columna vertebral de una sociedad libre y justa.

En cada palabra impresa, en cada reportaje, estamos escribiendo la crónica de un México que lucha – no ahora sino siempre – por la verdad. Solo espero que nuestras voces resuenen como un eco eterno, recordándonos a todos que, en la encrucijada entre la pluma, libreta, y teclado, la verdad siempre prevalecerá.