EN VOLANDAS

La política o tienda de las palabras

Por: Rubén Carrillo Ruiz

En mayor o menor medida, las campañas electorales significan un discurso. Deploro la palabra venta por el abuso mercadotécnico.

Sin embargo, los caudales financieros que se involucran en épocas de sufragio privilegian esa idea léxica.

No sé de la incorporación de un lingüista o un poeta en los diversos equipos de campaña, quienes serían utilísimos en sentido múltiple. Anoto uno: la veracidad etimológica de todos los voquibles y el empleo seductor de las metáforas y retórica para seducir convencer a los votantes, en síntesis, ciudadanos remisos, inconformes con los resultados de los gobernantes.

Más allá de ideologías y partidos, más allá de coyunturas de contrapropaganda (tan usuales en comicios), vivimos época tan sui géneris que se hospeda en una contradicción permanente, sin rumbo.

Paradojal, entonces, resulta que experimentemos, como nunca, tal asequibilidad informativa y profusión de datos que la escala global origina aburrimiento, cultiva la soledad humana, pues no propicia curiosidad, menos estimula (además de las banalidades tecnológicas y encuentros subrepticios) la búsqueda de sentidos profundos en nuestra condición extraviada.

Por desgracia, la falla superior desemboca en la escasa valoración del lenguaje, su práctica esencial, inaplazable, para el entendimiento.

A los políticos se les pide honradez, transparencia, formación profesional. Incluso declaraciones patrimoniales (casi siempre falsas, de lo fiscal e ingresos). Más: aspectos antidoping para saber si volaron o levitan. Casi nunca se les aplica el polígrafo cultural. Damos por hecho las cosas: cursaron una licenciatura, un posgrado, incluso especialidades esotéricas, pero ignoran que la lectura y escritura son raíz del pensamiento. Quizá de ahí ocurra la escasez de ideas públicas expresadas por los involucrados.

Sin embargo, el alejamiento del lenguaje también está presente en el menú formativo que consumen todos los niveles escolares, lastiman la esterilidad de contenidos en los centros e inapetencia profesoral hacia esta herramienta, invaluable para situarnos en el mundo.

 

Los medios de comunicación también son rehenes, no escapan a ese déficit, pues la cocción de sus noticias con datos fallecidos en la instantaneidad y la estrechez obstruye la perspectiva de recepción, y ocurre lo que al primer emperador chino, Qin Shi Huan Di, quien, además de construir la gran muralla, que convertía a toda China en un universo tan cerrado como un sueño, se dedicó a quemar miles y miles de palabras.

 

La tienda de las palabras es un libro delicioso de Jesús Marchamalo, escritor español cuyo interés por los vocablos derivó en esta nouvelle que reconcilia las sorpresas de una trama policial con el tratamiento de un tema, nuestro idioma. Editado por Siruela, es un tratado elemental de retórica, suspenso y viaje espléndido por la vida de los vocablos.

 

El mensaje directo para los políticos, personeros y ciudadanos de este libro no tiene desperdicio: no hay cosa más insidiosa que una palabra traidora, y lo son todas, pero además de traidoras son amables, seductoras, provocadoras, delirantes, excitantes, mareantes, ligeras, pesadas, graves, fatales, frívolas, licenciosas, moralistas.

 

Un párrafo, un tentempié: las palabras arden siempre. Arden en la boca, y sobre todo cuando son apasionadas. Y arden en la piel cuando son vaporosas. Y arden en el vientre cuando son entrañables. Y arden en la cabeza cuando son odiosas. Y arden en la lengua cuando son embaucadoras. Y arden en los tímpanos cuando son penetrantes. Y arden en los ojos cuando son luminosas. Y arden en las manos cuando son trágicas. Y finalmente arden en el papel cuando alguien decide hacer hogueras de libros, y por lo mismo hogueras de palabras. Ay, si nuestros políticos entendieran básicamente nuestro idioma otro gallo nos cantara. Bueno, por equidad de género: otra gallina, clueca, empollaría ideas generosas, factibles para tiempos tan convulsos.

Los cambios de la lengua española

 

Cambios fonéticos, morfosintácticos y léxicos con breves textos de diferentes épocas.

 

  1. Revuelto en estas malas costumbres y distracciones, gasté cinco años en el colegio, y al fin de ellos volví a la casa de mis padres. Un mes poco más estuve en ella, mal contento con la sujeción, atemorizado del respeto y escasamente corregido. (Diego de Torres Villarroel, Vida, 1752.)
  2. Tocose al arma en ambas partes, y los Turcos, viéndose descubiertos, y que su traça auia salido vana, se resolvieron bajar luego a lo llano, y acometer a los nuestros que venían algo fatigados del camino, antes que pudiesen descansar, ni hazer mayores preuenciones. (Francisco d Moncada, Expedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos, 1623.)
  3. Púseme a pensar qué haría y parescione esperar á mi amo hasta que el día demediase y si viniese y por ventura traxese algo que comiessemos; mas en vano fue mi experiencia. (Lazarillo de Tormes, 1554.)
  4. Siempre están fablando, librando cosas agenas: aquélla cómo bive, que tiene, cómo anda, cómo casó e cómo la quiere su marido mal, cómo ella se lo meresce; cómo en la iglesia oyó dezir tal cosa; e la otra responde tal cosa; e así pasan su tiempo dependiéndolo en locuras e cosas vanas, que aqui espacificarlas seríe imposible. (Arcipestre de Talavera, Corbacho, 1438.)
  5. Et luego que llegó a él, recibiólo muy bien, et díxol que non quería quel dixiesse ninguna cosa de lo por que venía fasta que oviese comido. Et pensó muy bien dél et fizol dar muy buenas posadas et todo lo que ovo mester, et diól a entender quel plazía mucho con su venida (Don Juan Manuel, Conde Lucanor, ca. 1330.)
  6. E desque ouo esto fecho, de las diez naues que el troxiera, dexara la una de comienço en Caliz, e leuara las nuevo consigo a Galizia; e desi mando que fincassen las ocho alli e quel aduxiessen la nouena; e al logar o ello arribo semeiol que auie y buen logar de poblar, e mando faxer y una uilla, e pusol nombre Barca nona, que quier dezir tanto cuemo la nouena barca; e agora llaman le Barcinona. (Alfonso el Sabio, Primera crónica general de España, segunda mitad del siglo XIII.)

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