El mayor ‘pecado’ del ser humano

APUNTES PARA EL FUTURO
Por: Essaú LOPVI

En la vasta sinfonía de nuestra existencia como seres humanos, nos hemos encontrado en una constante búsqueda de significado y propósito. Es como si estuviera programado en el ADN y se repita por siempre.

Hemos reflexionado sobre el bien y el mal, explorando los rincones más oscuros de nuestra alma en busca de respuestas. Y, en esta búsqueda implacable, surge una idea intrigante: ¿podría ser que el mayor ‘pecado’ del ser humano sea, en última instancia, no ser feliz?

Desde que el ser humano salió de la prehistoria, las tradiciones religiosas y filosóficas han condenado una variedad de comportamientos y actitudes como pecaminosos: la avaricia, la envidia, la ira y la lujuria, por nombrar solo algunos.

Estos faltas identificadas como ‘pecados’ por las religiones, han servido como un recordatorio constante de las trampas que pueden acecharnos en nuestro camino hacia una vida virtuosa, según estas creencias. Sin embargo, en medio de esta discusión moral, la búsqueda de la felicidad parece haber sido relegada a un segundo plano.

Pero, ¿no es la felicidad, en última instancia, la meta subyacente de todos nuestros esfuerzos y aspiraciones? ¿No es la búsqueda de la felicidad lo que impulsa nuestras acciones, nuestras decisiones y nuestras elecciones? En este sentido, podríamos considerar que el mayor pecado del ser humano es descuidar su propia felicidad.

La felicidad no es simplemente un estado de ánimo efímero o una emoción pasajera. Es una brújula moral que guía nuestras vidas. Cuando nos sentimos felices, somos más propensos a ser amables, compasivos y generosos. La felicidad no solo beneficia a quien la experimenta, sino que también se derrama sobre aquellos que nos rodean.

En contraste, cuando vivimos en un estado de infelicidad crónica, nuestros corazones se vuelven más pesados, nuestros juicios se nublan y nuestra moral puede tambalear.

Quizás el mayor pecado sea el olvido de nuestra propia responsabilidad en la búsqueda de la felicidad. A menudo, buscamos la felicidad en posesiones materiales, en el poder, en la aprobación de los demás, en lugar de encontrarla en nuestro interior. Ignoramos nuestras pasiones, nuestros sueños y nuestras vocaciones, persiguiendo un espejismo de satisfacción en lugar de abrazar nuestra verdadera esencia.

El filósofo Albert Camus sugirió que «la felicidad y la infelicidad se hicieron para ser compartidas». Si consideramos esto, el mayor pecado no es solo no ser feliz, sino también no contribuir a la felicidad de los demás. La felicidad, entonces, se convierte en una responsabilidad moral, una fuerza que puede unir a la humanidad en lugar de dividirla.

Así, en la incesante búsqueda de sentido y moralidad en nuestras vidas, tal vez debamos reconsiderar lo que constituye el mayor pecado. Podríamos argumentar que el mayor pecado del ser humano es no ser feliz, porque en la búsqueda de la felicidad encontramos nuestro propósito y nuestra conexión con el mundo que nos rodea.

De alguna manera podemos considerar que la felicidad, cuando se busca de manera genuina y compartida, puede ser el faro que guía nuestras vidas hacia una existencia más plena y significativa.

Pero es acentuar algunos pasos previos para culminar esta meta, no hay felicidad sin libertad de pensamiento, movimiento, consciencia y decisión, todo esto, nos permite avanzar hacia la felicidad, pues ésta nunca  llega como el amanecer o la noche, de manera constante, hay que pensar y movernos libremente para encontrarnos con ella, a veces pronto, otras muy tarde y hay quienes nunca la encuentran.