El héroe mexicano en el Titanic: Manuel Uruchurtu

«Su historia sirve para rescatar valores, cuando padres y abuelos eran unos caballeros, la valentía, el respeto a la mujer y la lealtad, que estaban por encima de tu vida, todos los valores que la sociedad actual está urgida de recuperar», dijo su sobrino bisnieto, Antonio Uruchurtu.

Manuel Uruchurtu fue el único viajero mexicano del Titanic y por su posición, que viajaba en primera clase, le ofrecieron ser uno de los primeros en tomar un bote salvavidas, cuando aquel 14 de abril de 1912 el barco chocó contra un iceberg y comenzó a hundirse.

Cuando estaba ya en el bote, una señora de segunda clase se acercó con un bebé suplicando que la dejaran subir, pero los oficiales no lo permitieron; ahí fue cuando Uruchurtu se levantó y le cedió su lugar a la dama.

«Cuando el Senado de Estados Unidos se puso a hacer el recuento de los daños y a entrevistar a los supervivientes, hay tres testigos que cuentan esta historia y coinciden en el acto de heroísmo», cuenta Antonio Uruchurtu, quien hace un lustro decidió sacar la historia de la familia, animado por Premier Exhibitions, la compañía que organiza las exposiciones del Titanic.

«Siempre fue una historia de familia, de esas que vienes arrastrando generación tras generación pero que no salen de tu casa, se quedan en la sobremesa», contó.

La mujer que Uruchurtu salvó era inglesa, se llamaba Elizabeth Ramell y la única petición que le hizo el mexicano fue que buscara a su familia y le contara cómo había muerto.

El viaje se produjo doce años después del hundimiento del Titanic; Ramell viajó al municipio de Hermosillo (Sonora), en donde vivía la familia Uruchurtu.

«Tuvieron que hablarle al maestro de la escuela, que era el único que hablaba ingles», explicó Antonio, quien contó que Manuel era diputado federal e iba a postularse como candidato al Senado.

No pensaba tomar el Titanic, pero en el último momento lo convencieron, atraído por la idea de que era el viaje inaugural del transatlántico más grande construido por el hombre.

Antonio está haciendo un esfuerzo para que su país lo reconozca como Héroe de la Caballerosidad, después de haberlo conseguido en el estado de Sonora; la petición está en el Senado de la República y en caso de conseguirlo, explicó, su nombre se escribiría en oro en la Cámara.

En los próximos días saldrá a la venta el libro «El caballero del Titanic» de la escritora mexicana Guadalupe Loaeza, una biografía novelada sobre la vida de Uruchurtu.

Pero México no solo está relacionado con el transatlántico más famoso del mundo por la vida de este héroe, sino que muchos de los pasajeros del barco creado por James Cameron en su oscarizada película eran mexicanos.

«Titanic» (1997) fue rodada en México, en la península de Baja California, y por ello muchos de los extras necesarios fueron mexicanos.

«Querían sentir la emoción de participar, pese a que tenían que estar 14 horas rodando para una sola escena», explicó a Juvenal Arias, historiador de Rosarito, Baja California.

En los años 1996 y 1997, en este municipio de menos de 100, 000 habitantes, cuenta Arias, podía verse a Cameron bebiendo en un bar, hablando con la gente.

Aquel rodaje supuso un boom económico para la localidad que, según datos de su oficina de Turismo, dejó una derrama económica de 238 millones de pesos (18.5 millones de dólares).

Para rodar la película, la productora Fox construyó unos estudios que luego albergaron un museo en el que se exhibían numerosos objetos y escenarios de «Titanic».

«La población no estaba lo suficientemente preparada para un proyecto de esa magnitud», apuntó Luisa Gómez, que trabajó en la película en el departamento de Arte y contó que hasta los materiales de construcción de la zona se agotaron.

Los estudios pertenecieron a Fox hasta 2007 y allí se rodaron otras películas como «Deep Blue Sea» (1999) o «Pearl Harbor» (2001); después se vendieron y hoy continúan en funcionamiento con el nombre de Baja Studios; Gómez trabaja como productora independiente en los filmes que se ruedan allí.

Debido a la crisis económica y a la percepción de inseguridad de la zona cercana a Tijuana, el turismo ha bajado mucho en estos años y el museo del Titanic tuvo que cerrarse.

Para Juvenal Arias, el cine puede ser la solución para fomentar el turismo y por ello el Estado debería invertir para atraer nuevas filmaciones que trajeran turismo.

El estreno de la película en 3D, apuntó, puede ser «una nueva llamada de atención» al Gobierno para que recuerde aquellos tiempos en los que gracias al cine las playas de Rosarito estaban repletas.

Ni casada ni con hijo, la mujer a la que le cedió el lugar

Miembro de una familia pudiente, el joven Uruchurtu viajó a la Ciudad de México para estudiar abogacía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Contrajo matrimonio con su compañera de estudios, la aristócrata Gertrudis Caraza y Landero, con quien tuvo siete hijos. Él y su familia se establecieron en la Ciudad de México. Su amistad con el estratega porfirista Ramón Corral le brindó la oportunidad de ser muy conocido en la vida política del país. Sin embargo, la caída y destierro de Porfirio Díaz en 1911 afectó al ilustre abogado.

Luego de convertirse en diputado, en 1912 decide ir a Francia a visitar a su amigo, el también desterrado Ramón Corral. El 1 de marzo de ese año se efectúa el encuentro entre Manuel Uruchurtu y Corral. Cumplido su cometido, el sonorense adquiere su boleto para viajar el 10 de abril de París de Cherburgo, Francia a Veracruz, México.

A finales de marzo o principios de abril de ese año Uruchurtu, hospedado en el Hotel París, recibe la visita de Guillermo Obregón, yerno de Ramón Corral y presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados.

Obregón había pagado un poco más de 27 libras esterlinas (hoy casi 100 mil dólares) por un boleto de primera clase que le permitiría navegar en el lujoso trasatlántico RMS Titanic en su viaje inaugural, pero había cambiado de parecer y deseaba intercambiar boletos, a lo que Uruchurtu accedió; Guillermo Obregón viajaría en el París y Uruchurtu en el Titanic con el boleto No. P C 17601.

El 8 de abril Uruchurtu fue invitado a una fiesta con los exiliados leales a Porfirio Diaz y el 10 del mismo mes envió a su madre, en Hermosillo, una postal diciéndole que la foto se trataba ni más ni menos que del barco en el que viajaría, que llegando a México la visitaría en Hermosillo para platicarle todo acerca del viaje en el famoso barco. Ese mismo día, en Cherburgo, él abordó el Titanic junto con 273 pasajeros más.

La noche en que el Titanic chocó contra el témpano de hielo, domingo 14 de abril, Manuel Uruchurtu fue subido al bote salvavidas número 11, privilegio ganado gracias a su estatus de diputado en visita oficial. Entonces se apareció una dama, de nombre Elizabeth Ramell Nye, quien imploró ser incluida en el bote salvavidas, alegando que su esposo e hijo le esperaban en Nueva York. Los oficiales se negaron a subir a alguien más al bote, ya que pondría en peligro la estabilidad de éste.

Manuel Uruchurtu se levantó, abandonó el bote salvavidas y cedió su lugar a la dama. Mas, adivinando su segura muerte, él le pidió visitar a su familia en Hermosillo para hacerles saber sobre sus últimos minutos en vida.

Elizabeth Ramell Nye salvó su vida al ser rescatada; no así Uruchurtu quien falleció en el hundimiento del Titanic.

Tiempo después se descubrió que Elizabeth Ramell había mentido a Uruchurtu, ya que ni era casada ni tenía hijo alguno. No obstante, la mujer cumplió su promesa y en 1924 viajó a Xalapa, Veracruz a contar a la viuda de Uruchurtu la historia de su esposo.

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