#CrónicasMaternas: la mugre en los pantalones

Ayer mientras lavaba los 80 kilos de ropa sucia de La Infanta, noté que la mayoría está manchada de mugres o percudida, que le dicen.

Primero pensé en los mil métodos que he leído para desmanchar la ropa, luego pensé lo que le pasó en la piel la vez que cambié de detergente y recordé por qué no experimento con menjurjes para desmanchar ropa.

En casa no tengo lavadero y nomás echo la ropa a la lavadora fin. Seré señora, pero moderna y sin tiempo pa perder en tareas no remuneradas.

Bueno, en mis reflexiones maternas mientras ejecuto tareas mecánicas del hogar (léase doblar, tender, lavar), estaba pensando que esas manchas son como marcas de guerra.

A La Infanta le gusta mucho explorar, escalar, deslizarse, probar, gatear, correr, saltar, aventarse. No tiene miedo y sube a donde se le antoje. Y es por eso que su ropa está manchada.

Preferimos ponerle pantalón para reducir los daños en sus rodillas a consecuencia de golpes y porque permiten una mejor movilidad que un vestido.

El miércoles pasado, después de ensayar con la Compañía, llevamos a La Infanta a jugar al jardín de Villa Izcalli. Ya le habíamos prometido llevarla porque es amplio, hay diferentes áreas, quedó loca con los juegos y se lo merece después de tanto encierro. Así que pidió permiso con anticipación y se fue con Sujey a jugar, mientras yo terminaba de cenar.

La verdad es que, desde marzo que comenzó todo, no me había permitido observarla en un área de juegos porque no habíamos salido, así que lo siguiente fue de gran impacto para mí.

Como buena madre con sentidos alterados, pude ver a la distancia, desde Pizzas Twins hasta el área de juegos, cómo La Infanta subió sola todos los peldaños de la escalera de la resbaladilla, se tomó firme del pasamanos, se sentó con cuidado y se deslizó frenando a ratos con sus pies.

Es un remolino. A mí me gusta llamarla brava, porque es aventurada, magnífica, inesperada, valiente, arriesgada y feroz.

Los días pasan volando, cada día es capaz de hacer más cosas por su cuenta y me va necesitando menos para recorrer el mundo. A veces sólo quiere público, aceptación, un empujón o compañía.

Ahora sus silencios son realmente peligrosos. El otro día la caché sacándole la pasta de dientes al tubo, trepada en una cubeta volteada que usamos para que suba a lavarse las manos en el lavabo del baño.

En otra ocasión, su abuela la encontró pintándose la cara con su maquillaje. “Mira, quedé muy bonita”, le dijo.

Estoy contenta porque tengo mas espacio para retomar mis actividades, pero agüitadilla porque ya no le puedo portear o dormir en mis brazos sin que estos se entuman. Eso sí, me gusta que podamos hablar y escuchar su voz.

Ya, maldita nostalgia maternal.

#CrónicaMaternas: Relevancias simples