“Coca no es cocaína” Historia, usos y verdades de la hoja de coca

La Paz, Bolivia.- “Coca no es cocaína”. Éste ha sido uno de los diversos slogans que han abanderado las luchas de los campesinos productores de hoja de coca en Bolivia en contra de la criminalización y a favor de la defensa de su derecho a este cultivo.

Sin embargo, una cortina de humo envuelve este tema tan controversial que tiene implicaciones en diversos niveles, como son el económico, el político y el social-cultural; obteniendo como resultado, la proliferación de mitos que lejos de ofrecernos una comprensión clara sobre el tema, oscurecen e invisibilizan la realidad que existe detrás.

La hoja de coca constituye el eje central de la cultura Andina, la cual conserva su vida a través del intercambio y “ayni” o reciprocidad, basadas en la coca como elemento de intercambio material y cultural. Tiene una existencia y una importancia mucho antes de la conquista de los Incas, en los grupos indígenas que ocupaban los Andes en el periodo posglacial. Evidencias confirman su uso de más de 4500 años de antigüedad, encontrándose restos de hoja de coca en tumbas con  una antigüedad de 1800 a 2500 a.C. La hoja de coca ha sido parte de la dieta de Aymarás y Quechuas (Bolivia y Perú), Cultura Valdivia y Machalilla (Ecuador), Nazca-Moche (Perú), Capuli y Tairones (Colombia) y Coclé (Panamá). Según estudios, actualmente el 92% de los hombres y el 82 por ciento de las mujeres “acullican” o mascan coca en Bolivia.

Su uso es intrínseco a su historia y su identidad, puesto que además de su carga fuertemente simbólica, es utilizada como planta medicinal, estimulador natural y base alimenticia de la región andina.

En términos culturales, la hoja de coca es el símbolo de la identidad andina: MamaCoca es el nexo, contacto divino y vínculo entre el mundo natural y el mundo sobre natural, así como en el Catolicismo lo es la hostia consagrada y el vino.

Dentro de las prácticas sagradas, es utilizada para predecir eventos a través de la lectura de la coca, así como para curar dolencias debido a sus poderes mágicos, que permiten contactar fuerzas sobrenaturales y acercarse con la Pachamama, pacha (del aymara y quechua pacha: tierra) y mama: madre -es decir «Madre Tierra«, la gran deidad entre los pueblos indígenas de los Andes Centrales de América del Sur, a la cual se le hacen ofrendas en ceremonias especiales.

En términos medicinales, son los Incas quienes para el año 1200 a 1475 a.C. comienzan a extraer el aceite esencial de la hoja de coca para utilizarlo como anestesia local y poder realizar extracciones de tumores cerebrales, dando así un salto cualitativo  en el mundo de la medicina, puesto que anterior a ello, las curaciones y operaciones solían ser una tortura para el paciente.

Debido a sus propiedades estimulantes y anestésicas, para el año de 1860 llega a convertirse en el principal medicamento de la farmacopea moderna al descubrirse uno de los alcaloides de la coca: la cocaína, convertida en el primer anestésico en la historia moderna y revolucionando así el mundo de la medicina.

Asimismo, la fibra de coca es una de las mejores del mundo al prevenir y curar el cáncer de cólon, ayudando también a una mejor absorción de oxígeno, ya que estimula los centros respiratorios. La hoja de coca regula el metabolismo de la glucosa, ayuda a la digestión, disminuye el riesgo de padecer trombosis y ayuda a tolerar el trabajo por su efecto estimulador. Actualmente es utilizada en Perú para curar la osteoporosis.

Respecto a la alimentación, estudios realizados en diversas universidades (entre ellas Harvard, Informe de 1979) comprueban que la hoja de coca es uno de los mejores alimentos del mundo, ya que aporta un 20 por ciento más calcio que la leche, (el cual puede ser absorbido a cualquier edad, a diferencia del calcio animal) y más proteína que la carne, con un alto contenido de vitaminas y minerales.

Todas las investigaciones han coincidido en los beneficios existentes en la hoja de coca, sin que se demuestre  lo contrario.

Debido a sus propiedades curativas y estimulantes, durante la Conquista el uso se incrementó entre las masas de esclavos como la “pócima secreta” para soportar los duros trabajos de la esclavitud, como jornadas de 48 horas sin otra alimentación que la hoja de coca ni descanso adecuados; ante lo cual la coca conservó su categoría de planta “divina”.

Sin embargo para 1551, el primer Consejo Eclesiástico en Lima consideró la hoja de coca como diabólica y como un obstáculo para la cristiandad, haciéndose cargo de la erradicación de cultivos para el año de 1567. Satanizada en un principio, más tarde es aprobada por Felipe II, al darse cuenta de la importancia de su consumo en el rendimiento de los indios en las pesadas labores de la minería, llevando a la Inquisición a olvidar sus prohibiciones y obligando su consumo en las minas y en las haciendas, con la imposición de diezmos sobre la coca.

Durante la época Republicana, una vez descubiertas sus propiedades anestésicas comienza el boom de la coca y de la cocaína legal, utilizándose además para la fabricación de vinos como el vino Mariani en París, considerado el antecesor de la Coca Cola en Estados Unidos en 1886. Para 1905 es imitada su molécula y se fabrica una cocaína sintética: la Procaína. Años después, el presidente de una farmacéutica norteamericana emprende una campaña ofensiva y de desprestigio contra la coca al considerarla “causa del retraso mental de los indios y de la pobreza en América Latina”, dando fin al uso legal de la cocaína en 1914.

En base a ello, en 1952 la Organización de las Naciones Unidas prohíbe el uso de la coca y la cocaína al considerarla como una sustancia adictiva y dañina para la salud, colocándola junto a la cocaína en una lista de drogas ilegales. En 1961  surge la Ley de Ginebra, madre de la legislación moderna de la coca, la cual arremete contra la industrialización y producción de anestésicos con la finalidad de sacar del mundo médico a la hoja de la coca, catalogándola dentro de los narcóticos y obligando a los gobiernos a prohibir el “acullico”, pero permitiendo sin embargo, su industrialización únicamente como saborizante para favorecer a la ya conocida Coca Cola.

En términos económicos y políticos, el cultivo de la hoja de coca ha sido una de las principales actividades económicas en algunas zonas de Bolivia como los Yungas y el Chapare, ya que ha permitido la subsistencia del campesino sin tener que salir a la ciudad, debido a su alta productividad (3 a 4 cosechas anuales); así como para miles de mineros que se vieron en la necesidad de migrar tras el cierre de la compañía estatal de minas y la privatización de empresas estatales en 1985.

Este hecho coincidió con el boom de la cocaína a nivel mundial y el proyecto norteamericano de “Guerra Contra las Drogas”, que en la década de los ochenta se materializó en Bolivia a través de una fuerte militarización y represión en zonas productoras de coca, trayendo consigo la implementación de la Ley 1008 del Régimen de la Coca y Sustancias Controladas, la cual restringe los derechos económicos de los campesinos al crear zonas legales, ilegales y en transición para cultivos de coca, estableciendo severas penas a los derechos ciudadanos, estigmatizando la hoja de coca y criminalizando y violentando a miles de campesinos productores.

La llamada Guerra contra las Drogas, ha sido un pretexto importante para intervenir política y militarmente en los países sudamericanos, dentro de los cuales los campesinos pauperizados y  meros productores de la hoja de coca (no cocaína) son estigmatizados y brutalmente reprimidos. Surgiendo así el “movimiento cocalero” en defensa de la hoja de coca, como un cultivo ancestral y base de la cultura y economía de miles de campesinos, movimiento del cual ha surgido el primer presidente indígena de Bolivia: Evo Morales, quien tiene hoy la tarea primordial de luchar por la despenalización de la hoja de coca a nivel mundial.

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