Cinco propuestas urgentes sobre las cárceles

La máquina de hacer pájaros
Por: Paola ZAVALA SAEB

En los últimos días han ocurrido hechos inaceptables en el sistema penitenciario mexicano. Primero, la aparición del cuerpo de Tadeo, un bebé de tres meses encontrado en la basura de un penal en Puebla. Después, 9 muertos y 7 heridos en un penal de Colima. La pregunta es: ¿cómo pueden ocurrir estos trágicos hechos en lugares controlados y vigilados por el Estado?.

Actualmente, viven en las cárceles del país 222 mil 416 personas 1. De ellas, el 40 % no tienen sentencia, están internas en prisión preventiva. La mayoría son pobres, con educación básica, acusados por robo y sin acceso a defensa adecuada 2. Ello ha generado hacinamiento en el 47 % de las cárceles lo que provoca mayor descontrol por parte de las autoridades.

Entonces, ¿qué hacer para evitar que hechos así no sigan ocurriendo? Acá cinco propuestas:

No será construyendo más cárceles como se reducirá la delincuencia. Por eso, resulta fundamental despresurizar las prisiones a fin de que solamente quienes obtengan sentencia por  delitos graves sean privados de la libertad.

La despresurización de las cárceles debe estar orientada a fortalecer la capacidad del sistema penitenciario para cumplir su objetivo: procurar la no reincidencia. En los centros penitenciarios sobrepoblados los riesgos de motín y autogobierno aumentan, pero sobre todo no hay capacidad para que el sistema penitenciario cumpla con su obligación de dar a las personas internas las herramientas necesarias para reinsertarse socialmente.

Con eliminar la prisión preventiva en los delitos de robo podría despresurizarse de manera importante el sistema penitenciario. Existen en la ley 14 medidas cautelares diversas a la prisión preventiva para proteger a las víctimas y evitar la fuga durante el proceso penal.

  • PRIVILEGIAR LA REPARACIÓN DEL DAÑO

El 80% de los delitos cometidos en México están vinculados al daño patrimonial. En este sentido, la labor del Estado debe ser recuperar lo robado y que el delito no vuelva a repetirse. Para ello, en este tipo de delitos, sancionar con prisión resulta no sólo inútil sino contraproducente.

El encarcelamiento implica una pérdida económica para las familias que visitan y mantienen a los reos, principalmente para las mujeres que se hacen cargo solas de los gastos de sus hijas e hijos. En este sentido, el encarcelamiento empobrece aún más a la persona privada de la libertad y a su familia reduciendo la posibilidad de que puedan reparar el daño a la víctima.

  • TRATO DIGNO

El hacinamiento provoca que las personas internas no tengan lugares asignados para dormir y tengan que hacerlo amarrados a las celdas, en el piso o hasta sentados en los inodoros. Además, la comida comúnmente es de mala calidad y las agresiones físicas y psicológicas, entre internos o por parte de las autoridades, son en muchas ocasiones su cotidiano.

Por su parte, las y los custodios viven también agresiones y están sometidos a un constante estado de alerta y estrés, lo cual genera un entorno permanentemente violento.

  • ATENCIÓN EMOCIONAL, ARTE Y CULTURA

La incidencia delictiva tiene una participación predominantemente masculina (95 %) que desde el punto vista criminológico se relaciona con los estereotipos de género que vinculan al hombre como el proveedor, el valiente, el que usa la fuerza y somete. En este sentido, las condiciones carcelarias, refuerzan estos estereotipos y complican la expectativa de conductas diferentes al salir de prisión.

Los ejes constitucionales de la reinserción (educación, capacitación, trabajo, salud y deporte) han resultado insuficientes porque dejan de lado  la atención emocional  y el acceso al arte y la cultura como factores de protección esenciales para atender sentimientos, curar heridas y disminuir las violencias.

  • ENTENDER LA REINSERCIÓN COMO PREVENCIÓN

El delito es multicausal. Por ello, se debe prevenir desde un enfoque integral, transversal, especializado y de género . Para las personas que han cometido un delito, contar con las herramientas suficientes para no reincidir debe ser un derecho, pero también lo es para la víctima y la sociedad en general ya que el fin último de la justicia no es el castigo, sino prevenir el delito.

Columna publicada con la autorización de Paola Zavala Saeb