Ciencia pata todos

Nueva volatilidad de la economía global
Juan González García*

Hoy como nunca, se deben tomar decisiones para proteger el patrimonio y los ingresos de la población, sobre todo de la gran población, aquella que no puede proceder por sí misma, para defender sus activos, ya que no tiene poder de mercado. Es decir, de aquella población que por más que quisiera defender su patrimonio, no puede; por más que lo quisiera, realizar operaciones de mercado, para, por ejemplo, defender el valor monetario nominal de su salario; de sus ahorros, de su casa o coche. No le es posible, debido a que, por ejemplo, su salario es contractual y está determinado por el gobierno mediante la Comisión Nacional de Salarios Mínimos o su casa o coche, tiene un valor, que se deprecia, conforme se modifica el tipo de cambio y se da la depreciación de los activos y bienes raíces. Por ejemplo, en estos momentos la casa, registra una reducción de su valor nominal en medido en dólares americanos o bien, su auto, presenta una deprecación acelerada, en pesos. Todo lo anterior, solo por mencionar algunos ejemplos, que ilustran la incapacidad de la población de, por si misma, intentar hacer algo, por detener la volatilidad y especulación económica que se está presentando en el mundo y México.
Con excepción de Estados Unidos, el mundo como un todo, es decir la población que habita en este, experimenta un empobrecimiento global, en relación tanto con sus ingresos, salarios, rentas, beneficios, patrimonio y todo tipo de activos, por los desequilibrios cambiarios y monetarios globales. Ello, debido a la fortaleza del dólar y a la consecuente depreciación de las monedas nacionales, que se han depreciado con respecto al dólar con márgenes de entre 20% y 30% en el último año.

Un problema fundamental, es que esta tendencia hacia la volatilidad, se ha reafirmado en los primeros dos meses de 2016, afectando a la economía financiera, de las casas de bolsa, mercados de dinero y mercados cambiarios. Obviamente, la economía real, se encuentra en una grave recesión desde 2009, de la cual no puede salir y peor aún, muchas de las medidas de política fiscal, que se tomaron entre 2008 y 2010, hoy cobran factura a los gobiernos.

De esta manera, se conjugan una serie de factores, que se retroalimentan mutuamente: recesión global, caída de precios internacionales del petróleo, caída de los precios de las materias primas y comoditties, volatilidad de los tipos de cambio, minicracks bursátiles, procesos de deflación e inflación selectiva en algunas regiones del mundo. Todo ello, conlleva a una situación peligrosa, que pareciera la antesala de una nueva crisis económica internacional, la cual, de darse, impactaría de manera adversa, la ya maltrecha economía de los hogares.

Aunque obviamente, poco pueden hacer los individuos y las familias ante esta situación. Los gobiernos, si tienen un margen de maniobra, que si bien está acotado por los grandes especuladores y el capital golondrino, es su obligación, tratar de mantener la estabilidad y protección de la economía familiar y en un sentido amplio, de las empresas mexicanas. La pregunta es qué podrían hacer los gobiernos o de manera muy directa, qué podría hacer el gobierno.

Lo primero que debiera hacer el gobierno, es revisar si su actuación en tanto subastador de dólares, ha sido efectiva o ya habría que dejar al mercado cambiario actuar verdaderamente libremente. Ante la especulación cambiaria, la subasta ya no es garantía de mantener el valor del peso frente al dólar y los pronósticos que lo llegan a situar por encima de los $23.00 pesos, probablemente se presenten, de no tomar otras decisiones.

En segundo lugar, debieran de conformarse equipos de vigilancia de los precios de algunos bienes básicos, que sin contar para su elaboración con insumos importados, ya están trasladando a los consumidores la depreciación cambiaria. El precio de la tortilla es de momento el mejor ejemplo, no se justifica, excepto por factores de estacionalidad, que su precio se haya disparado hasta 20 pesos en algunos estados de la república. Así como este caso, pudieran surgir otros, que al amparo de la especulación cambiaria, quisieran sacar provecho del desequilibrio. Deben formarse comisiones de vigilancia, para contener abusos de los intermediarios y comisionistas, que ya han decidido tomar posiciones frente a la volatilidad.

El gobierno mismo, por otra parte, debe hacer un ajuste de emergencia a su programa de política económica de 2016, particularmente a su presupuesto de egresos e ingresos, ya que, no se vislumbra una recuperación del precio internacional del petróleo y más bien, se teme de que, de no llegar a un acuerdo Arabia Saudita y Rusia y tampoco la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) tome la decisión de reducir la oferta del petróleo, el precio seguirá a la baja a valores semejantes a los de 1998, cuando la mezcla mexicana, cayó a valores nominales por encima de 13 dólares el barril.

El gobierno, debe hacer un ajuste a su presupuesto, pero sobre todo, una reingeniería a la estructura del mismo, para no detener los proyectos y programas prioritarios y proceder a actuar, según se lo permita el gasto programable. Urge, que el gobierno no se convierta también en un factor de desequilibrio y de alimentación de la especulación, son que sea parte de la solución del problema y no traslade la factura a la población de un accionar erróneo en la toma de decisiones oportunas, para contrarrestar los efectos de la nueva ola de volatilidad y especulación internacional.

*Dirección General de Divulgación Científica de la Universidad de Colima

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