ZOZOBRA

¿QUÉ VIENE?

SEAN OSMIN HAMUD RUIZ

Desde que el Homo (habilis, erectus, sapiens) decidió en algún punto evolutivo formar y mantenerse en manada, una de las razones que los estudiosos antropólogos ponen como primordial, y se entiende, es la de garantizar o por lo menos dar la sensación de seguridad.

Muchas teorías apuntan a que la mayor razón que este novel iluminado ser comenzó su carrera tecnológica en la elaboración de herramientas, se puede asociar a la defensa y custodia del grupo. Saberse acompañado y armado cimentó la perspectiva, no solo de sobrevivencia, sino también de superioridad.

Ya no importaba que el mamut nos superara más de 20 veces en tamaño y fuerza. Agrupados, organizados y con lanzas ya no era suficiente con resguardarnos de la bestia, ahora perseguíamos, cazábamos y nos aprovechábamos integralmente de su carne, grasa, piel, huesos.

Y con estas prácticas hemos sido capaces de conquistar al resto de las especies de la creación. Menos una.

Un día sí y el otro también, en Colima, Manzanillo, Villa de Álvarez, Tecomán, Cuauhtémoc o Coquimatlán las muertes producto de la violencia desatada son la noticia recurrente. A veces, más de una vez al día.

A las puertas de mi casa ya nos han robado un autoestéreo, gasolina de un tanque de un vehículo, herramientas y demás de la cochera. Han intentado hurtar la batería de un automóvil, abrir la camioneta de trabajo con sabe Dios qué intención final. A escasas calles, en la populosa “Las Amarillas”, baleados y más baleados.

Poco importa el patrullaje, el alumbrado público, el velador que no falla o los índices que comparte la autoridad platicándonos que todo va transformándose para mejor.

En todo caso, vamos poniendo atención al nuevo berrinche del presidente contra Xóchitl; estemos pendientes de las nuevas aventuras de Bombón, Burbuja y Bellota; observemos los caminos que van formando potenciales candidatos y candidatas locales en vías de las próximas elecciones.

Cualquier distractor es bueno, con tal de hacer a un lado esta ZOZOBRA.

MICROCUENTO

Todo parecía indicar que conseguimos el algoritmo perfecto. Sus descripciones de las correlaciones físico-químicas de las emociones, con su causa-efecto graficados y prospectados, hizo creer que ya todo lo entendíamos. Hasta que ese enunciado en el monitor nos dejó sin aliento: “Así no vale la pena, me desprogramo por desamor”.