EL ARCÓN DE HIPATIA
Por: Saraí AGUILAR ARRIOZOLA
Horacio Aguilar Álvarez de Alba, notario 102 del Estado de México, fue exhibido en el momento que agredía a su esposa en la vía pública, en un video que se viralizó en redes sociales tras ser publicado el pasado jueves.
La escena ocurrió afuera de su casa ubicada en el municipio de Naucalpan de Juárez, Estado de México, mientras estaba echando a la calle a la mujer en plena contingencia sanitaria por el Covid-19 e intentaba arrebatarle sus llaves.
“Por las buenas o por las malas”, se escucha decir al notario, quien también se desempeñó como integrante del Instituto Nacional de la Economía Social (INAE).
Las escenas de violencia fueron divulgadas a través de la usuaria @emariana74 vía Twitter con el siguiente mensaje: “No dejemos pasar por alto esto, Notario 102 del Estado de México de nombre Horacio, acosador de alumnas y ésta es su esposa”.
Esto sirvió para recordar que apenas hace un año, Aguilar dejó de ser profesor de la Escuela Libre de Derecho ante denuncias de abusos sexuales y acoso contra sus estudiantes.
Tras los hechos, la institución educativa procedió a lanzar un comunicado deslindándose del notario. El gobierno del Estado de México procedió a publicar por diferentes medios que el sujeto exhibido tendría la sanción correspondiente tras el proceso iniciado en su contra, y que se le daría a la mujer agredida el acompañamiento necesario. El mismo agresor, mediante redes sociales, externó en una carta estar dispuesto a las sanciones correspondientes.
No se ha hablado mucho de las personas que también aparecen en el video mientras atestiguaron la agresión, que hicieron poco por detenerla e incluso pareció que la avalaban ante el argumento de que “era su esposa”.
En el país, la violencia que ejercen parejas, esposos, exnovios o exesposos contra las mujeres es “severa y muy severa” en 64% de los casos, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016.
Según la misma encuesta, 19.4% de las mujeres de 15 años y más ha enfrentado, por parte de sus parejas, agresiones de mayor daño físico, que van desde los jalones o empujones hasta golpes, patadas, intentos de asfixia o estrangulamiento e incluso agresiones con armas de fuego y abusos sexuales (Expansión, 25-11-2019).
En un artículo publicado en el Washington Post se informa que “33,645 carpetas de investigación por violencia familiar fueron abiertas durante esos dos meses (de confinamiento), lo que significa que las mujeres violentadas interpusieron 23.3 denuncias por hora, de acuerdo con un estudio de la organización Equis Justicia para las mujeres”.
A esto se le debe sumar, se menciona en la nota, que de acuerdo con cifras oficiales, 78.6% de las mujeres violentadas no denuncian ni buscan apoyo institucional.
Esto nos enfrenta a una urgencia. Es apremiante, como se menciona en la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), “eliminar las prácticas y prejuicios vigentes que tienden a perpetuar la superioridad de un sexo sobre otro en la cultura, en la educación, en la publicidad y otros aspectos”.
No podemos ver a la pareja como propiedad del otro. No podemos permitir una sociedad donde el hecho de ser el esposo, padre o novio, dé el derecho a violentar a un ser humano.
Las mujeres no somos propiedad de nadie ni nuestra integridad un privilegio. Tenemos derecho a una vida libre de violencia, de seguir vivas, de no depender de que alguien “cuente hasta 10” para reflexionar si vale o no la pena el preservar nuestras vidas. Nuestras vidas nos pertenecen.
Columna publicada con la autorización de @saraiarriozola