Las personas con discapacidad están discriminadas en los sistemas sanitarios de todo el mundo hasta el punto que algunas de ellas pueden vivir quince o veinte años menos que el resto de los ciudadanos, no por cuestiones relacionadas con su discapacidad sino debido a la falta de una atención sanitaria adecuada.

Lo anterior fue señalado por Catalina Devandas Aguilar, relatora especial sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU, quien pidió a los Estados invertir en un sistema de salud realmente universal.

En el marco de la celebración el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, este 3 de diciembre, Devandas Aguilar destaca las múltiples discriminaciones que sufren las personas con discapacidad en la sanidad en todo el mundo y califica de “escalofriante” la justificación de muchas prácticas que violentan sus derechos en todo el mundo.

Refiere que alrededor de mil 500 millones de personas en el mundo, afrontan obstáculos que empiezan por la mera entrada a los centros de salud.

“En muchos casos, las personas con discapacidad están excluidas de los servicios sanitarios porque literalmente no pueden acceder a los centros e instalaciones que proveen esos servicios o porque (dentro de ellos) no hay medios para comunicar con las personas con discapacidad. Por ejemplo, las personas en sillas de ruedas no pueden acceder a los centros de salud, o no hay intérpretes del lenguaje de signos para las personas sordas”.

Pero en otras ocasiones, la marginación no surge de la imposibilidad de acceder a los servicios sanitarios, sino precisamente del hecho de haber accedido y ver violados sus derechos.

“Queremos que cuando las personas con discapacidad accedan a los servicios sanitarios no sean dañados por ellos. Hemos visto como estos servicios perjudican su integridad física; por ejemplo, con tratamientos forzosos, como en el caso de las mujeres con discapacidad que son obligadas a abortar o que son esterilizadas de manera forzada”.

La relatora añade el caso de las personas que tienen una discapacidad psicosocial, ya que están afectadas de manera desproporcionada con intervenciones u hospitalizaciones forzadas.

Además, los seguros médicos privados en los países que no tienen una sanidad universal gratuita, en muchos casos, tienen cláusulas muy discriminatorias y no dan cobertura a las personas con discapacidad.

El estigma, la mayor discriminación

Pero quizá la discriminación mayor surja de un obstáculo invisible, el del estigma.

“Muchos creen que las personas con discapacidad no tienen que estar en un centro de salud general, sino que tendrían que estar en un hospital especial, segregado, diferente a pesar de que lo que tienen es una fiebre común por un resfriado”.

La propia relatora, que se desplaza en silla de ruedas debido a una malformación congénita, ha sufrido ese estigma cuando en ocasiones los médicos han atribuido a su dolencia cuestiones de salud que nada tenían que ver como las reproductivas.

“El cambio fundamental es que las personas con discapacidad no están enfermas. No somos pacientes. Esto parece fácil de decir, pero creo que, en la mente de los legisladores e, incluso, de la población, existe la idea de que hay algo que está mal con las personas con discapacidad; por ejemplo, la idea de que tienen peor salud o que están enfermos todavía prevalece, lo que no es verdad”.

“Las personas con discapacidad pueden estar enfermas o no como cualquiera otra. Pueden tener vidas saludablemente activas como cualquier otro. Y pueden también estar enfermas y algunas de sus condiciones pueden crear complicaciones en sus vidas”.

Al final tenemos peores resultados en salud, simplemente porque no tuvimos acceso a los servicios que necesitábamos.

La relatora ha demostrado en su informe que las personas con discapacidades intelectuales mueren 15 o 20 años antes que la media de la población y esto no tiene nada que ver con su discapacidad, sino con la exclusión y la negligencia que afrontan en materia de salud.

La experta afirma que todavía se justifican muchas de las prácticas que violentan los derechos de las personas con discapacidad.

“Cuando se acepta lo que se hace en los hospitales psiquiátricos, o a los niños y las niñas autistas en niveles de experimentación y maltrato, o a las mujeres esterilizadas… Y que todo esto todavía se defienda y se mantengan en las legislaciones nacionales es una cosa realmente escalofriante”, señala.

Para la experta, el cambio fundamental pasa por celebrar la diversidad humana, en lugar de sentirnos incómodos con esa diversidad.

“Se trata de que valoremos positivamente la diferencia. Que no tratemos de corregirla, que no tratemos de esconderla, que no tratemos de curarla, sino de decir es absolutamente normal. Siempre va a haber un porcentaje de personas con discapacidad. Se estima que es un 15%. Simplemente, tenemos niveles diferentes de funcionamiento”.