El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*
En la actual legislatura del congreso estatal se impuso una moda: las y los diputados, después de subir a leer lo que tienen que leer, posan frente a los fotógrafos oficiales. Perdón que lo diga, pero desde mi perspectiva es algo grotesco.
La tribuna legislativa no es un escaparate o una escenografía para tomarse fotos, sino un espacio para la difusión de ideas y la defensa de posiciones políticas. Si alguien toma una imagen en el instante en que una legisladora o un legislador usa la tribuna, bueno, pues será parte del momento, pero posar, arrojar sonrisas y acicalarse desde la tribuna para dejarse fotografiar es algo distinto.
En todos los casos la mecánica es la misma: la legisladora o el legislador hacen uso de la tribuna con mayor o menor fortuna. Por lo general no toman posiciones: las leen. Es decir, no se utiliza la tribuna (salvo honrosas excepciones) para la deliberación, sino para la reproducción irreflexiva de material que otros redactan y organizan. Las y los legisladores se convierten en simples lectores —y deficientes, por añadidura— de lo que otros les ordenan leer. Hasta allí todo normal: es la dinámica de las legislaturas desde que las recuerdo. Abundan allí las incompetencias, las pocas luces y las deficiencias culturales y educativas. Pero el toque de la actual legislatura es algo especial: apenas va terminando la (deficiente) lectura cuando se acercan dos fotógrafos jóvenes, me imagino que trabajadores del congreso estatal, y le piden a la diputada o al diputado una fotografía. La diputada o el diputado en cuestión posan, sonríen, a veces hasta se acomodan el peinado y el orden del día sigue su curso, como si la pose fuera parte del proceso legislativo.
Se dirá que es algo sin importancia, no lo es. La tribuna merece respeto. Es el espacio de la deliberación pública. Si al concluir una intervención el orador o la oradora (la diputada o el diputado) se ponen a posar y sonreír para la cámara la magia se pierde. Quienes estén de observadores (teóricamente es la sociedad la que observa) verán que el mensaje es una simple puesta en escena, no un discurso destinado a la confrontación de las ideas. Las poses y las muecas que pretenden ser sonrisas les dicen a los espectadores que lo importante no era el discurso pronunciado (es decir, mal leído) sino la teatralidad de usar la tribuna para difundir una imagen por redes sociales.
Creo que ser legisladora o legislador es una oportunidad frente al porvenir. Si quienes asumen esa función pasan por allí sin pena ni gloria derrochan un momento vital en la marcha de las instituciones y en su propio historial de vida. Asumir la función legislativa implica participar en debates, expresar con claridad una idea, tomar una posición, presentar una iniciativa interesante (no una vulgar copia del ámbito federal o de otras legislaturas), asumir la defensa del interés colectivo, hacer resonar temas de interés social, en fin.
No creo que conservar unas fotos donde se aparece posando y sonriendo después de hablar, usando a la tribuna como escenario para el ego, sea una buena forma de enfrentar al porvenir o compartir el historial de vida con los descendientes. Digo, a mí me daría pena.
*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 57 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo y ensayo. Fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policíaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.



















