El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*
Enseñar se volvió algo complejo, inmerso en una crisis de identidad. Los viejos paradigmas de la educación se perdieron en el camino. Urge encontrar otros. El paradigma, recordemos, es un marco de referencia que sirve como ejemplo para comprender o abordar problemas.
Un paradigma educativo que duró por generaciones era el referente al estudio como vía para mejorar los ingresos y ascender socialmente.
Por eso se le dio tanto valor durante décadas al estudio. Quien sabía leer y escribir tenía un mayor valor que la población analfabeta. El “estudiado”, por su parte, valía más en un país donde era escasa la calificación profesional.
Surgió así la época del “licenciado”, con un título que le ayudaba a subir escalones sociales. Funcionó durante décadas. Podríamos contar muchas historias familiares construidas a partir de tal paradigma. Esas historias siguen, pero cada vez más diluidas.
Lo cierto es que el paradigma del estudio para ganar mejor es insostenible ya. Los alumnos toman clase con maestras y maestros de ingresos modestos, lo cual es evidente de muchas formas. En contraste, ven pasar a protagonistas de lo ilegal con signos evidentes de riqueza y éxito material.
En efecto, la ilegalidad brinda ejemples que superan la noción del éxito material que proporciona la escuela.
Frente a la ilegalidad en sí debe erguirse un nuevo paradigma: no estudiar para ganar más o no sólo para eso. Estudiar para tener una vida que genere respeto en los demás y para gozar de una existencia ordenada y feliz.
Los delincuentes ganan mucho, cierto, pero cumplen un triste destino: la cárcel o la muerte al final del camino y eso en el caso de alcanzar el éxito. Lo más probable es que la misma cárcel y la muerte les llegue en los primeros años del terrible ascenso.
Recordemos que toda vida delictiva es una parábola. Los ejemplos sobran: después del ascenso (si es que se logra) llega la caída y vaya que es dura.
Todo ser humano enfrenta un dilema: vivir al día o vivir para trascender. La dicotomía es vivir el momento o vivir para disfrutar el mañana. El estudio te permite trascender sin necesidad de agotar tu energía en el día a día hasta el inevitable final. Tal es el nuevo paradigma que puede oponerse al éxito ilegal.
Otro paradigma parece estar en riesgo en nuestro momento: el de la educación como información. Ya no es sostenible. Las inteligencias artificiales superaron las expectativas y son ya las dueñas todopoderosas de la información.
Pero cuidado: no se estudia para tener información, sino para acrecentar el talento personal. Tal debe ser el nuevo paradigma.
Estudiar, entonces, da lustre a la propia personalidad, pues el ser humano que piensa transforma su vida, la dilata, la engrandece y genera un impacto perdurable en quienes le rodean. “El polvo que piensa no vuelve al polvo”, dijo el orador Jesús Urueta.
En síntesis: algunos paradigmas educativos ya no funcionan, pero podemos crear otros desde el trabajo docente. No será sencillo, claro, pero existen claves para trabajar y seguir.
*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 57 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo y ensayo. Fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policíaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.