“¿No oigo?” Es imposible no escuchar, señor presidente

EL ARCÓN DE HIPATIA
Por: Saraí AGUILAR ARRIOZOLA 

El país se desgarra, sus jóvenes desaparecen, ser mujer es un peligro, pero también ser un hombre joven, pues se corre el riesgo de ser reclutado de manera forzada o asesinado por el crimen organizado, aun sin estar vinculado a ninguna actividad delictiva.

No obstante, para el primer mandatario del país, lo importante es dejar en claro que no tiene por que pedir disculpas, que la polémica en torno al chiste que se dijo en la mañanera en plena efervescencia por el caso de Lagos de Moreno es de golpeteo político.

Y así, mientras el país se desangra, lo único que parece ocuparle a la cúpula gobernante del país es su popularidad, la grilla, su imagen.

Se equivoca el presidente al decir que no nos debe disculpas. ¡Hay tanto dolor por el cual pedir perdón!

Porque ya basta de repetir hasta el infinito que la culpa es de los sexenios pasados. Pues si bien es innegable la violencia en 2010, las lágrimas derramadas por cada desaparición, por cada crimen, nos impiden cerrar los ojos ante las atrocidades que se normalizan en el país.

Esta semana lloramos a Dante, Diego, Jaime, Roberto y Uriel. Pero la increíble cantidad de desaparecidos, de ejecuciones, nos sobrepasan.

Mientras nos desgarran las imágenes de jóvenes maniatados y ensangrentados, en Veracruz familias buscan el consuelo, si es que ello se puede llamar así, de hallar en los cuerpos encontrados en refrigeradores en una casa de seguridad de Poza Rica los restos de los suyos.

Hace un mes, apenas en julio, concluyó la entrega de cadáveres de los ocho jóvenes levantados de manera simultánea que trabajaban en call centers en Zapopan. Entre los supuestos de que estos centros eran células de operación del narcotrafico, lo único cierto es que sus restos terminaron al fondo de una barranca en 45 bolsas.

Pero previamente, en abril, nos habían escandalizado las imágenes de una familia ejecutada cuando un grupo armado irrumpió en el balneario La Palma, ubicado en la localidad de Cortazar, dejando siete personas asesinadas por disparos: tres mujeres, tres hombres y un menor de siete años de edad, y otra persona herida.

Y hoy, perdidas entre tanto dolor, parecen haber sido olvidadas: el 7 de marzo, seis mujeres desaparecieron en Celaya, estaban juntas y habían salido a trabajar, pero no volvieron a casa. Posteriormente se dio a conocer que encontraron sus cuerpos entre restos calcinados en una fosa clandestina en el municipio de Juventino Rosas.

¿Quién además de sus familias recuerda hoy a Daniela Márquez Pichardo, de 31 años, su prometido José Melesio Gutiérrez Farías, de 36, su hermana Viviana Márquez Pichardo, de 26, y su prima Irma Paola Vargas Montoya, de 27, quienes fueron asesinados el día de Navidad en el poblado Víboras, por un retén de la delincuencia organizada? Sus familiares tardaron un mes en saber su destino. Los pobladores de Víboras lo callaron por miedo a la delincuencia organizada.

No presidente, es imposible que no escuchara: que no escuche el llanto, el dolor de padres, madres, familiares que buscan sin descanso y aferrándose a esperanzas irreales a sus seres amados. Es el clamor de una nación el que está ignorando, no las preguntas de reporteros. Es correcto, no pida disculpas, pues ante tanto dolor no hay perdón ni olvido.