Los nuevos certificadores de la existencia O lo que no aparece en Google, no existe

Dislates
Por: Salvador SILVA PADILLA

I
Con frecuencia me encuentro con frases que me resultan fascinantes por diversas razones. Recuerdo una que leí hace aproximadamente 40 años y que siempre atribuí a Albert Camus.
La cita textual -creo-, era: «A un escritor que dice que no le interesa ser leído, hay que admirarle, pero no hay que creerle». Me fascinaba en primer lugar por sorprendente: mostraba a un escritor y filósofo que no solo podía abordar el tema del absurdo de la existencia, sino también temas mundanos -por decirlo de alguna manera- y de forma igualmente brillante y original.

Esta cita, también, me resulta fabulosa por la multiplicidad de usos que tiene. Se puede parafrasear para otras actividades artísticas, como «un pintor que diga que su obra no sea expuesta…» o «un músico que no quiera que se escuche alguna pieza…». Incluso se puede aplicar a situaciones humanas en general, por ejemplo: «un político que diga que no quiere ser candidato, hay que admirarle, pero no hay que creerle». Y es que no se trata solo de una frase cualquiera, sino en una máxima que desnuda las profundas contradicciones del ser humano.

¿El problema? Que esa frase yo siempre se la atribuí a Albert Camus, pero al buscarla en Google, no reconoce a autor alguno. Cuando recurrí a una IA, atribuyó la frase a Juan José Millás, lo cual es muy poco probable porque conocí a Millás (como lector, obvio) hasta hace unos 10 años y yo había leído esa frase unos 30 años antes. Y más complejo resulta porque, cuando le pregunto a la IA la cita exacta de Millás donde menciona esa frase, me responde que no aparece textualmente, pero que ese era en general el sentido de su obra.

II
Una situación semejante me ocurre con esta otra cita: «La economía es una ciencia muy útil, pues da de comer a los economistas», a quien yo siempre consideré que el autor era John Kenneth Galbraith, entre otras razones porque cuando conocí la frase (hará unos 30 años) era el único economista a quien había leído. En Google no encontré nada y en la IA apareció Maurice Allais (de quien juro que no sabía de su existencia hasta que la IA lo mencionó). Y lo mismo, cuando solicito a la IA que me dé la cita exacta, ésta me responde con que: «es una cita célebre atribuida a Maurice Allais. Sin embargo, no aparece textualmente en ninguna de sus obras publicadas».

III
Un tercer ejemplo es el de un articulista muy sólido y gran amigo, que publicó hace poco un dato erróneo en la biografía de un político. Cuando le comenté su error, me respondió que lo había consultado en Wikipedia. Y que por ello lo refería. Es decir, el columnista había acudido a la única fuente pública en donde se encontraba la trayectoria política del personaje en cuestión.

IV
Total, la idea de iniciar un artículo escribiendo: «Como Camus decía: ‘A un escritor que diga que no le interesa ser leído, hay que admirarle pero no hay que creerle'», se quedará ahí hasta que descubra el misterio.

Pero lo que sí resulta evidente es cómo Google y la IA se han convertido en los nuevos certificadores de la existencia. Lo que no aparece en Google, simplemente no existe. Lo que la IA registra (así sea erróneo) es lo que permanece.