Las primaveras no votan

Crónica sedentaria
Por: Avelino Gómez

Gracias a su cuachalota —pero poética— idiosincracia, el colimote promedio es capaz de anticipar cómo le irá en el año con tan sólo mirar los árboles de primavera. Si las primaveras florecen tarde —ya muy entrada la estación, pongamos— los habitantes de Colima se afligen por el futuro y se vuelven sumamente sensibles. Es decir, insoportables.

Los escritores e historiadores locales —que frecuentemente se ven aquejados por ese sentimentalismo endémico— no desaprovechan la ocasión para escribir y publicar frases cargadas de hondo sentir como: “ay, qué terrible, este año hasta los ticuses andan atiriciados”.

El año pasado, por ejemplo, a los árboles de primavera se les pegó la gana lanzar sus flores amarillas hasta finales de abril. Esto en medio de una pandemia y su consecuente cuarentena. ¿Resultado? El año transcurrió entre la claustrofobia y el letargo. Todo paró y fracasó, menos la inseguridad. Pese a las medidas de distanciamiento social, en Colima reinó, como nunca, el crimen. Y nuestra clase política exhibió, también como nunca, su incapacidad para atender y resolver problemáticas (las derivadas de la contingencia sanitaria y las de siempre).

Este año las primaveras se anticiparon. Estamos a mitad del invierno colimense —que es lo mismo que el verano, pero con gente sin miedo al ridículo usando suéteres y chamarras— y ya hay árboles florecidos. Nos tocará otro año irregular. Con este antecedente del florecimiento prematuro de los árboles, y midiendo el tiempo con una percepción estrictamente colimota, se puede adivinar que el año se nos irá rápido. Tan rápido que ya casi estamos en febrero. Y también estamos a nada de entrar en las inevitables campañas políticas. Una vez llegando a julio, apenas quedará tiempo para comprar los regalos de navidad.

Que las primaveras tiren sus flores en enero, el año en que los colimenses deberemos ir a las urnas para elegir a un gobernador o una gobernadora, parece anunciar una campaña política agreste. Y cómo si no. La polarización y el encono ya están instalados desde hace tiempo. Mientras, en los partidos locales intentan ponerse de acuerdo en lo que, más temprano que tarde, estarán en desacuerdo. En Morena ya hubo escisión: designaron candidata a Indira Vizcaíno y Claudia Yáñez se fue a buscar un horizonte rosa para su carrera política. En la coalición Sí por Colima, —desesperado mutante conformado por el PAN, el PRI y el PRD— están a punto de pasar su prueba de fuego una vez que elijan a su candidata. En la coalición Verde-PT se lanzan señales de que el candidato ya es Virgilio Mendoza. Y en Movimiento Ciudadano tuvieron que elegir entre un Leoncio Moran muy berrinchudo y otro Leoncio Moran menos berrinchudo; parece que designaron al segundo.

Como sea, los analistas políticos —que usan chamarra en lo más crudo del invierno colimense— ya florecen y adelantan que la verdadera lucha por la gobernatura será entre dos: Indira Vizcaíno y Virgilio Mendoza. Vale la pena preguntarse qué vemos, o veremos, en ellos para inclinarse por una o por el otro. Ambos parecen ser políticos auténticos. Indira prefiere decantarse por una discurso de confrontación (efectista en estos momentos), y Virgilio por una dinámica conciliadora (necesaria también en estos momentos). Ambos arrastran el estigma de haber estado, por desafortunadas circunstancias, muy cerca del gobernador —que ya queremos que se vaya— Ignacio Peralta. Pero también ambos dicen contar con la simpatía, cuando no con el favor, del presidente —que se creyó inmune al Covid— López Obrador.

Con esas señas particulares, Indira Vizcaíno y Virgilio Mendoza parecen empezar parejos. Falta verlos desempeñarse en el contexto de la verdadera campaña por la gubernatura. Confiemos en que habrá propuestas, aunque no se descartan las batallas campales entre sus respectivos simpatizantes. Porque pelearse en nombre de un político es otra de las arraigadas costumbres de los colimense. Pero mientras esos días de propuestas o de dimes y diretes llegan, los árboles de primavera de Colima quien cumplir lo más rápido posible con su responsabilidad y ya botan sus flores al suelo: el año, qué duda cabe, se nos viene encima.