La Yerbabuena, pueblo fantasma a la sombra del Volcán

Colima.- Hace más de diez años la polémica prevalecía en el poblado de La Yerbabuena, las autoridades insistían en la necesidad de reubicar a toda la población por el riesgo que representaba estar a unos cuantos kilómetros del Volcán de Colima.

Eran alrededor de 70 familias las que ahí se alojaban, la mayoría fueron trasladadas a la Nueva Yerbabuena, cerca de la comunidad de Cofradía de Suchitlán.

Sin embargo, en el poblado se quedaron aquellos que no estaban de acuerdo con la idea de salir de la que ha sido su comunidad toda la vida, ahí nacieron y crecieron junto al volcán, es parte de su paisaje cotidiano.

No llegan a diez el número de casas habitadas, y en cada vivienda hay alrededor de tres personas, no más.

Hace más de diez años, el Ejército, Policía Estatal, Protección Civil, y otras autoridades tenían presencia permanente en el lugar, para poder actuar ante una eventualidad; ahora el pueblo está en el abandono, el recinto donde se alojaba el grupo de militares está solo, en la escuela no se imparten clases, solo hay una tienda de abarrotes, la mayoría de las casas están cerradas, solo algunos fines de semana acuden sus moradores a verificar las condiciones de su vivienda y a trabajar sus tierras.

En el exterior de las casas se puede ver una placa de gobierno federal que señala «En mi hogar hay Piso Firme», y el logotipo Vivir Mejor que utilizó la administración encabezada por Felipe Calderón.

El recurso se aplicó para que no hubiera pisos de tierra, pero ahora de nada sirve, ya no viven ahí.

“La escuela está, pero no dan clases, todos los niños bajan a la Becerra”, comentó Lucía Ramírez.
Ella ahí nació y ahí ha hecho su vida, sus hijos ya no están con ella porque tuvieron que reubicarse a la Nueva Yerbabuena, cerca de donde hubiera escuela.

Si Lucía necesita alguna fruta o verdura, hay una camioneta que cada semana acude a la Yerbabuena y ahí compra ella lo que necesita, si no, baja cada mes al pueblo más cercano -La Becerrera- para adquirir otras cosas.
Al volcán no le tiene miedo, porque ahí ha estado siempre, está acostumbrada a él.

“Ahí esta, nomás vomitándose cada rato, lo mismo de siempre”, dice.

Está consciente de que algún día le puede “sacar un susto”, pero no le tiene miedo.

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