APUNTES PARA EL FUTURO
Por: Essaú LOPVI
En el siempre cambiante escenario político de México, cada cambio de gobierno parece desencadenar una peculiar danza de culpas y redentores.
Los nuevos funcionarios, llenos de entusiasmo y promesas de cambio, a menudo tienden a señalar con el dedo a sus predecesores como los culpables de todos los males del país.
Ahora examinemos esta actitud tan común entre los recién llegados al poder y cómo se perciben a sí mismos como los héroes que limpiarán y reformarán el país.
Es casi una tradición: los funcionarios recién nombrados toman posesión y, de repente, comienza una campaña de señalamientos y acusaciones. Los problemas acumulados a lo largo de los años se atribuyen sin rodeos a aquellos que los precedieron en el cargo.
Desde la economía hasta la seguridad, pasando por la corrupción, todo es culpa de los anteriores, según los nuevos funcionarios. Es como si se vieran a sí mismos como los purificadores que desfilaron triunfantes hacia la sede del gobierno, listos para salvar al país de las garras de sus predecesores.
Con una mezcla de sarcasmo y simpatía, podemos imaginar a los nuevos funcionarios haciendo una reverencia ante los escombros y desórdenes que encuentran en sus nuevas oficinas. Como si las problemáticas y complejidades de gobernar México se redujeran a un problema sencillo de limpieza y reformas. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja.
Mientras los nuevos funcionarios se jactan de su supuesta pureza e integridad, es importante recordar que el poder político puede ser tentador y corruptor para cualquiera. Las mismas tentaciones y presiones que enfrentaron sus predecesores seguirán presentes, y solo el tiempo dirá si los nuevos reformadores resistirán o sucumbirán a ellas.
En el teatro político de México, la danza de culpas y redentores es una constante. Los nuevos funcionarios entran en escena, dispuestos a cargar con la responsabilidad de reformar un país y señalar con el dedo a aquellos que los precedieron.
Aunque esta actitud puede parecer simpática o incluso inspiradora en un primer momento, es importante recordar que el cambio real requiere mucho más que culpar y reformar de manera superficial.
Y esta escena no sucede necesariamente cada 3 o 6 años cuando hay elecciones intermedias o presidenciales, esto ocurre cada que hay un cambio de funcionario de cualquiera de los tres niveles de gobierno en México.
Lo único que pido es que los nuevos funcionarios, más allá de su entusiasmo inicial, sean capaces de enfrentar los desafíos con honestidad, humildad y una verdadera comprensión de la complejidad de gobernar un país. Solo entonces podrán lograr los cambios reales y duraderos que México necesita.