Feminicidios y cambio climático

El pecado original 

Por: Moisés Hernández Suárez 

No me sorprende la situación actual de dos problemas que están vigentes especialmente en Latinoamérica: los feminicidios y el cambio climático.

Creo que tienen su origen en el mismo hecho; desde temprana edad, la educación en todos los frentes: oficial, religiosa, callejera, etc. nos enseña que los seres humanos somos los dueños del planeta, y, por lo tanto, podemos hacer lo que deseemos con él. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza para disfrutar de las bondades de este planeta a su antojo.

Como la imprenta la inventaron los de piel blanca entonces se nos especificó que los dueños son los humanos blancos, y más específicamente, los del sexo masculino, lo que quedó plasmado desde el momento en que la serpiente le dijo a Eva que le ofreciera la manzana al pobre Adán. En breve: Dios le dijo a Adán y Eva que podían comer de todos los árboles del huerto, menos del árbol del bien y del mal, porque si lo hacían, morirían. La serpiente convenció a Eva de que probara los frutos de este árbol y que eso la pondría a nivel de Dios mismo.

Eva así lo hizo, lo compartió con Adán y aquí estamos, yo acá escribiendo (con mucho calor) y ustedes allá leyendo (con mucha contaminación). La serpiente, la pobre serpiente que se convirtió en el símbolo de la maldad y la marrullería desde entonces, era el mismo demonio que le aguó la fiesta a Dios.

Esto no es broma. Detengámonos a pensar un momento en el efecto de la idea repetida cientos de veces a muy temprana edad: la mujer, Eva, prostituyó al pobrecito Adán. Así, cuando un hombre viola a una mujer, no es difícil rechazar la idea de que la mujer lo sedujo.

En el mejor de los casos, la mujer aceptó, consintió la violación. Así nos enseñaron como funcionan las cosas. El mundo está mal desde que nos expulsaron del paraíso terrenal, y nos dedicamos a sufrirle por culpa de Eva. Dudo mucho que una sola persona en Latinoamérica ignore la historia de Adán y Eva, sea creyente o no, la conoce, y eso, deja una huella.

La serpiente pasa a ser temida y odiada. La medusa mitológica, con serpientes en la cabeza que volvían piedra al que la miraba. Y aún pudimos empeorar lo que ya no podía ser más temido y odiado: le pusimos alas a la serpiente y la llamamos dragón, que además arroja fuego. Sabemos que cuando un guerrero muere en batalla, se le hace una estatua ecuestre donde el caballo tiene las dos patas delanteras al aire; si murió por heridas en batalla, una sola pata delantera al aire, y si murió por causas ajenas al combate, con las cuatro patas en tierra. Pero ¿como le hacemos para denotar bravura y que el sujeto luchó contra el mal? fácil: le ponemos una serpiente ensartada en la espada o lanza, o bien pisándola, o apretándola en la mano. La idea queda plasmada.

En “Los dragones del Edén”, Carl Sagan se pregunta porqué el dragón o su símil, la serpiente con alas, aparece en la mitología en registros tempranos en regiones tan lejanas entre sí, como Europa, Asia, Centro y Suramérica, lo cual a llevado a sugerir a algunos despistados que tal vez los dragones existieron y se extinguieron (aunque nunca se hayan encontrado los restos de alguno). La explicación que Sagan sugiere es la siguiente: un ave sabe que el águila es su enemigo, no porque sus padres se lo enseñan, sino porque su registro genético lo guarda a través de la evolución. De la misma forma otras aves tienen como enemigo a la serpiente, y otros animales más, a carnívoros de dientes y garras. Sagan dice que, siendo nosotros producto de la evolución, nuestro cerebro tiene capas que han almacenado esos “enemigos” y que tal vez en nuestros sueños mezclamos serpientes con águilas y leones, lo que pasó al ideario cultural y se plasmó en la figura mítica del dragón en diferentes culturas.

Tal vez se adelantó y usted cree que voy a usar el párrafo anterior para justificar nuestra costumbre de ver a la serpiente como enemiga, pero no, Dios me libre. Lo que busco es ilustrar los efectos de una idea implantada en lo más profundo de nuestro cerebro en etapas tempranas, cuando no estamos preparados para cuestionar y menos para objetar, con un sistema de transmisión de conocimiento basado en la repetición y no en el cuestionamiento; es decir, más draconiano que Drogon. La mujer nos hace pecar, punto. La serpiente es mala, puntos suspensivos. Las brujas son mujeres, mientras que los hombres son magos.

Pero son las interpretaciones lo que sin duda puso las cosas como están. El Génesis es clarísimo al respecto: es el árbol del bien y del mal. ¿Porqué no le pedimos al progresista Papa Francisco que comience a difundir una nueva explicación? Una que, tal vez muchos ya intuyeron, pero deja tan bien parada a la mujer, que por eso se descartó. Aquí va: el árbol del bien y del mal es el conocimiento, es decir, cómo funciona el universo, sus frutos permiten comprender el universo. Si no hubiéramos probado los frutos de este árbol, seríamos como niños: ignorantes pero felices, todavía andaríamos deambulando por ahí en cavernas, en taparrabos, cosechando frutos y cazando lo que necesitamos y que se dejara cazar. No habría religiones, ni armas de destrucción masiva, ni destrucción del ambiente ni epidemias ni narcotráfico ni política, es decir, viviríamos en el paraíso.

Eva —obviamente más inteligente que Adán— un día ve que el pobre idiota sale a cortar unas manzanitas para la comida y le dice: —mira Adi, ¿por qué no agarras las semillitas de la manzana que defecaste ayer y las pones en la tierra, sin limpiarlas, para que tus heces fecales la fertilicen?, verás que en un par de años ya tenemos un manzano aquí y no tienes que ir tan lejos a robártelas de quién sabe dónde, que nos vas a meter en problemas. Aprovechemos que no existen los abogados todavía, que te harían sufrir en esta vida por el robo, ni clero para que sufras en la otra.

El pobre Adán, avergonzado como niño grandote que es, lo hace, y antes que el manzano nace la agricultura, y con ello sienta las bases de la destrucción de la tierra. Después llegaron el vino, la cerveza, los instrumentos musicales, el dinero y las pistolas junto con las drogas sintéticas (y la televisión que los alaba y avala) y armaron su desorden.

A la serpiente no hay que sufrirle mucho para darle su rol: en algunas culturas como la egipcia, la serpiente significa sabiduría, conocimiento, la portaban en báculos los mensajeros del faraón; y en algún momento se ha sugerido como el origen del símbolo de la medicina. Por tanto, en nuestro musical, la serpiente representará a la ciencia, Y así ya tenemos la obra completa: Eva pasa de ser la mala, la seductora, la incitadora, a la que descubre la ciencia y cómo usarla para generar conocimiento. Es ella la que comparte con Adi su descubrimiento. Adí, lo único que hace es presumirles a otros hombres que se le ocurrió una gran idea. Y al día siguiente todos en la aldea están en cuclillas comiendo cosas, listos para defecar y sembrar: manzanas, aves, peces, anzuelos.

Eva y las otras mujeres, a la distancia, no saben si reír o llorar; acaban de aprender que este mundo lo tienen que cargar ellas.

Prefiero esta interpretación, me gusta más.