Por Edgar Cazares

*La noche del pasado jueves la Secretaría de Salud emitió su habitual reporte de COVID-19: más de un centenar de casos en una sola jornada, de los cuales poco más de la mitad se registraron en Manzanillo. No nos extraña.

Si bien es indiscutible la escasa infraestructura hospitalaria no solo del estado sino del país en este caso habría que destacar el esfuerzo titánico del personal médico quienes pese al riesgo –incluso de muerte- han afrontado el reto, mostrando un enorme compromiso y cumplimiento total del juramento a Hipócrates.

Aunque de ello hablaremos en otra ocasión… lo que nos debe ocupar, y al mismo tiempo preocupar, en esta coyuntura es la nula conciencia colectiva y la poca solidaridad con el prójimo. Porque con algunos que se descuiden o bajen la guardia en esta materia ponen en riesgo a otros tantos más y quienes padecen alguna enfermedad crónica o pertenecen a grupos de edad vulnerables son quienes más la llevan de perder.

Y sin duda por más jóvenes o sanos que se pueda parecer en nuestro círculo siempre hay personas de grupos vulnerables lo que nos obliga a ser más cuidadosos que nunca y no solo a pensar en sí mismos sino, insisto, a nuestro círculo cercano. Y no solo familia sino vecinos incluidos.

La realidad es que el círculo parece irse cerrando poco a poco, es decir, ante las circunstancias referidas -sobre todo el desentendimiento colectivo- la enfermedad se nos acerca más y más–a quienes somos afortunados de no haber sido afectados por dicho padecimiento aún-.

Pero para quienes ya fueron afectados por el mal el riesgo continúa puesto que, comprobado está, la reinfección es una posibilidad. Así que más valdrá pues, ahora sí, redoblar esfuerzos. Vivir encuevados, visto está, es una utopía pero si al menos establecemos un filtro personal o familiar se reducirán notoriamente los riesgos.

Pensemos en la salud de uno mismo, claro, pero sobre todo pensemos en los seres queridos que son más vulnerables.

*Y no nos sorprende el medio centenar de casos de COVID-19 reportados el pasado jueves ni los casi 80 sospechosos tomando en cuenta que –lamento decirlo- muchos porteños siguen tomando la situación muy a la ligera. No solo en Zacualpan se están realizando fiestas multitudinarias: si revisamos la vida nocturna en el Boulevard Costero las cosas siguen como si la pachanga fuera eterna.

Y no culpo a los empresarios quienes, se debe reconocer, buscan la forma de obtener el sustento diario. Sin el ánimo de hacer juicios sumarios diría que hay mucha responsabilidad en quienes asisten a sitios muy concurridos y cerrados sin los cuidados mínimos siquiera. Es un círculo vicioso pues el que se nos presenta. Como dicen en mi pueblo “vemos la tempestad y no nos hincamos”.

APUNTES DESDE LA COSTA

*Tampoco se puede culpar de todo a la raza. La autoridad a veces da muestras de cómo no deben hacerse las cosas: en días recientes la alcaldesa Griselda Martínez, quien trae un aparato de seguridad que ya lo quisiera Obama –AMLO dixit-, acudió a una reunión allá por los rumbos del Infonavit del Valle de Las Garzas donde hubo convivencia de la buena, fraternidad y mucha alegría pero donde escasearon elementos esenciales en estas épocas de pandemia como sana distancia, cubrebocas y otros factores vitales.

Porque el COVID, comprobado está, puede ser cuestión de vida o muerte. Ahí está el caso, nada ejemplar, del presidente López Obrador quien a pesar de pedirle a su gabinete de salud insistir un día sí y otro también en observar cuidados pertinentes ante este riesgo pero él los dejaba de lado.

Por fortuna –porque no me alegra el mal ajeno- el tabasqueño pudo librarla. Pero muchos políticos siguen teniendo un doble discurso ante el coronavirus.

Como la mandataria porteña que más tardó en pedirle a sus gobernados en cuidarse de este mal que ella en poner el mal ejemplo de cómo no debe actuarse ante esta emergencia organizando, innecesariamente, pachangas vecinales.

Gracias por el favor de su atención… Comentarios a edgar.cazares.afmedios@gmail.com