‘Entrada de la leña’ en Zapotitlán de Vadillo, parte del fervor a Virgen de Guadalupe

Jalisco.- Entre danzas, vestuarios típicos y mucho colorido, las calles empedradas se encontraban atiborradas de gente que esperaba con gusto la romería de la tradicional ‘Entrada de la leña’, que se celebra en honor a la virgen de Guadalupe cada 11 de enero, en Zapotitlán de Vadillo, municipio ubicado en la región sur de Jalisco.

La tradición de la ‘Entrada de la leña’, tiene un origen muy peculiar que data de 1924, cuando no se contaba con energía eléctrica, por lo que burros cargados con troncos y palos llegaban al pueblo para ‘iluminarlo’ durante las fiestas.

Actualmente, aunque ya se tiene el servicio de alumbrado público, esta costumbre se ha ido conservando.

La presidenta municipal, Guadalupe Díaz, mencionó que es una tradición que da identidad propia y solamente se hace en Zapotitlán de Vadillo, con un sentido religioso.

“Con ese sentido religioso nos da la identidad de nuestro pueblo, entra la gente con sus burros cargados de leña, como una ofrenda a la Virgen, esa luz con la que nos hemos alumbrado, y que desde tiempos ancestrales sirvió para que la gente pudiera alumbrarse, pues no había luz, pero también es el punto de encuentro”.

Las campanas del templo no dejaban de repicar y por las calles todo era algarabía. Cientos de personas estaban afuera de sus casas, sentados en sillas, bancos y botes, pues la peregrinación ya se acercaba.

Por las banquetas, mujeres y niñas vestían un traje típico con punto de cruz, color rojo, en donde tenían plasmada a su ‘santa patrona’, los niños y los hombres portaban vestimenta blanca y sombrero de paja, caminaban rápido para alcanzar la peregrinación.

Los cohetes al aire ya anunciaban la cercanía de la “Entrada de la leña”, y todos esperaban.

Al paso, los danzantes del municipio con sus máscaras acompañaban su baile con las melodías que emitían las flautas y tambores; al mismo tiempo se escuchaban cascabeles y oraciones a la virgen.

De igual manera se pudo presenciar la famosa Danza de los Viejitos, originaria de Michoacán, reconocida por las máscaras de ancianos, sus sarapes coloridos, vestimenta de manta, bastones y sombreros.

Los conocidos ‘diablos’ –danzantes- hacían de las suyas a su paso, quienes también son característicos en las celebraciones religiosas, pues le pusieron ese saborcito con sus travesuras y provocando una que otra carcajada.

La representación de María, José y el niño Dios, hacían también el recorrido por las principales calles de Zapotitlán.

El escenario se concentró en los burros, pues durante esta peregrinación se hace la premiación al mejor adornado.

Cada burro llevaba en su lomo a un niño o niña, decorados con flores y hojas de palma, maíz, moños, canastas con calabazas, pollitos, gallinas y perros, y sí, hasta con el molcajete, a sus costados cargando la leña y por su puesto distintos objetos en donde se plasmaba la imagen de la virgen.

Los copiosos trajes guadalupanos y vestimentas de manta eran portados con orgullo por pobladores que acompañaban a la imagen de la Virgen de Guadalupe de cerca de dos metros que en su ‘paseo’, evidenciaba el fervor; algunos iban descalzos, cargando niños recién nacidos en brazos y unos más con una canasta de flores frescas.

La Virgen, cargada por los fieles fue dirigida al templo, a su casa, después de un recorrido que implicó sacrificio y esfuerzo a quienes la trasladaron, sin embargo esto no importó, porque lo hacen con gran devoción y felicidad.

Luego de la entrada al templo, más de 30 burros descargaron la leña a un costado, se acomodaron los troncos y palos, se encendieron, y los pobladores se cobijaron con el calor y disfrutaron de un buen pan y canela caliente.

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