El orgullo priista

Crónica sedentaria

Por: Avelino Gómez

Leí, entre la consternación y la media sonrisa (el equivalente en emoji sería esto: 😬) que la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional se alista a renovar dirigencias municipales. No es que la noticia parezca triste, pero tampoco parece alegre. En esta época ya es difícil medir qué tan grande puede un priista inflar su pecho de puritito orgullo. Igual ha de pasar con los panistas, pero de eso ya hablaremos otro día.

Según las declaraciones del dirigente estatal priista, Enrique Rojas, el proceso para renovar las dirigencias será “democrático y abierto a la militancia”. Y que bueno que lo diga, porque uno no esperaba menos. Lo cierto es que escuchar tales términos en boca de un dirigente partidista, ha de generar, entre la militancia, la misma resignada confusión que reinó en la cubierta del Titanic cuando se dieron cuenta que no había suficientes botes salvavidas.

Por otro lado, sorprende que a la par de la convocatoria respectiva para la renovación de dirigencias, Enrique Rojas haya dado a conocer la cifra del padrón de militancia priista en Colima. “21 mil 039 militantes”. ¡Exactitos! Claro, esta cifra se actualizó luego de la “campaña de afiliación voluntaria” que se realizó entre los trabajadores de las dependencias estatales el mes pasado —poco después, o a la par, del despido de 600 empleados de la administración del gobernador que, en su momento, prometiera felicidad—.

Ahora bien, aquí es el momento de confesar que, en algún momento de mi vida, fui priista. Y eso fue más o menos cuando tenía 12 años, un promedio escolar de 8.9 y la maestra Carmencita (que Dios ha de tener ya en la santa gloria tricolor) me consideraba un alumno modelo. Carmencita supo ser, además de educadora, una gran encauzadora ideológica. Por eso nos llevaba a los mítines priistas a hacer valla y echarle porras a sus candidatos. Desde entonces, tengo el vergonzoso acto reflejo de aplaudir cada vez que algún político grita, frente a un micrófono, cualquier tontería.

Me inquieta pensar la posibilidad —tan solo por honrar la memoria de Carmencita— que yo sea uno de esos 21,039 militantes priistas colimenses que deben, o deberían, sentirse orgulloso y festivos por el inminente proceso de renovación de dirigentes. Alguna razón tendrá que, cuando leí la declaración respectiva de Enrique Rojas, se me vino a la cabeza el único verso que me sé de memoria de Porfirio Barba Jacob: “hay días que somos tan sórdidos, tan sórdidos, como la entraña obscura de oscuro pedernal”.