Javier Sicilia dio este jueves un beso que nunca pensó que daría. Con ese gesto quiso sellar el compromiso que de forma verbal consiguió sacar a los legisladores. A todo le dijeron que sí. El problema es que —como en la canción mexicana El Son de la Negra— no le dijeron cuándo.
El poeta Sicilia, quien se convirtió en activista desde el asesinato de su hijo Juan Francisco, ha logrado en tres meses lo que nadie había hecho en la historia de México: sentar a dialogar al poder Ejecutivo y al Legislativo con la sociedad civil, con los dolientes de una pérdida por la violencia en México.
Cargado no sólo con el dolor de su luto, sino con la responsabilidad de liderar el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, el poeta llegó acompañado de una veintena de familiares y amigos de victimas, desaparecidas o asesinadas, al alcázar del Castillo de Chapultepec para dialogar con los representantes del Congreso de la Unión.
El encuentro comenzó como debía: mostrando respeto a quienes se han ido, trayéndolos a la memoria, evocándolos.
“En nombre de ellos, de nuestros muertos, de nuestros dolores y de la noche por la que atraviesa México, pido a todos los presentes que nos pongamos de pie y guardemos un minuto de silencio”, fue el eco que se oyó de Sicilia.
Ahí comenzó la jornada de exigencias, de reclamos, de perdones, de lágrimas y de esperanza. La misma jornada que terminaría en abrazos y besos, en el beso de Sicilia a Manlio Fabio Beltrones, el líder del Senado y uno de los políticos con más influencia en el país.
Reclaman culpabilidad por omisión
Sicilia comenzó con los reclamos. Si bien el presidente Felipe Calderón sacó al Ejército a las calles para combatir a los delincuentes y con ello se violentaron los derechos humanos y se enardeció el ambiente, el Congreso fue omiso al no frenar el error.
“No podemos aceptar ni permitir más que el destino de nuestros hijos y de nuestros nietos sea la migración, la miseria, la muerte o la violencia. Es inhumano, es criminal e inaudito lo que les hemos hecho”, dijo Sicilia.
Junto al poeta —escuchando con atención y aguantando las lágrimas— se encontraba Gabriela Cadena, madre de uno de los mejores amigos de Juan Francisco Sicilia, uno de los siete que acompañaron al joven en su viaje a través de la muerte.
Después de la noche del asesinato de los jóvenes, ella y su familia tuvieron que salir de su ciudad, Cuernavaca y perdieron su negocio; al pedir la ayuda del Gobierno sólo recibió la promesa de un crédito para emprender uno nuevo.
“No hay día en que no piense en el sufrimiento y el dolor de mi hijo y sus amigos, en sus últimos momentos, cuando conocieron una maldad que no habían imaginado, una maldad que no tiene nombre. Cuando los iban matando uno por uno a ellos, a quienes les sobraba la vida y la amistad.
“No basta sancionar a los que cometen un delito, sino que tienen que buscarse mecanismos y formas para resarcir y aliviar en algo la difícil situación en la que quedamos las víctimas sobrevivientes”, dijo entre lágrimas, tras lo cual se fundió en un abrazo con Sicilia, su compañero en el duelo.
Hasta el Castillo de Chapultepec llegó también Yuriana Armendariz, habitante de la comunidad de Creel, en Chihuahua, que en el 2008 registró una masacre donde fallecieron 13 personas. Uno de ellos, su único hermano.
“Hemos descubierto que El Colibrí», autor intelectual y material de la masacre, es sobrino directo de la entonces procuradora estatal Patricia González, la cual además se pensó que los asesinados en estos hechos eran narcotraficantes, reduciendo todo a un encontronazo de narcos.
Entre las victimas que asistieron al encuentro se encontraban madres de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez; padres de menores de edad asesinados por desconocidos y padres de los bebés calcinados en el incendio de la Guardería ABC, en Hermosillo, Sonora.
“Nada, absolutamente nada de lo que hagamos le devolverá la vida a nuestros hijos; sin embargo nos consuela pensar que lo que hagamos en su memoria, de alguna forma dará sentido a su absurda e injusta partida”, manifestó Julio Cesar Márquez, papá de Yeye, uno de los bebés fallecidos.
Ahí estaba también Julián LeBaron, hermano de Benjamín, un activista contra la violencia que fue asesinado en 2009. Con tono duro reclamó la ineficacia de las autoridades, incluidos los legisladores.
“Ustedes, los legisladores que presumen ser nuestros representantes, se han mostrado ciegos a la muerte que los rodea, y sordos a los gritos desesperados de indefensión que ahogan nuestros sueños en el desprecio de un mundo negro”. Sus palabras calaron hondo en algunos diputados y senadores, que sólo alcanzaron a agachar la cabeza.
Pidieron perdón
Legisladores del partido del presidente Felipe Calderón, hicieron en el Castillo de Chapultepec lo que él sólo hizo de forma vaga cuando se reunió con el Movimiento por la Paz en junio pasado: pidieron perdón a las víctimas de la violencia por el crimen organizado.
Josefina Vázquez Mota y José González Morfín, coordinadores de las bancadas del Partido Acción Nacional (PAN) en la Cámara de Diputados y en el Senado, respectivamente, pidieron perdón abiertamente a los dolientes de las víctimas.
“Yo sí reconozco, amigas y amigos, que estamos en deuda. Yo sí pido perdón”, dijo González Morfín, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado.
Más tarde, Josefina Vázquez Mota aseguró que ésta debe ser la hora en que el Congreso de la Unión abra las puertas a la ciudadanía y se unió a la petición.
“Me sumo a los perdones que aquí se han dado; pido perdón por no estar a la velocidad que los ciudadanos merecen y exigen; pido perdón porque porque escudados en un fuero legislativo, que los ciudadanos no tienen, en ocasiones se hace acopio de la violencia verbal y se renuncia al diálogo y al valor de la palabra que es el valor de la persona”, dijo la diputada y aspirante presidencial del PAN.
Antes de cerrar la reunión, el presidente del Senado, el priista Manlio Fabio Beltrones dijo que las instituciones deben mejorar su labor después de escuchar ese diálogo.
“Sólo garantizando la paz alcanzaremos, todos los mexicanos, el gobierno, los legisladores, la sociedad, el perdón que todos necesitamos”, afirmó el senador.
A estas peticiones de perdón se sumaron también el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido Verde.
Javier Sicilia, concluyó la reunión celebrando los avances y desestimando las críticas que ha recibido.
“Sé me ha criticado el abrazo al presidente, el beso en la mano a la procuradora; ustedes son un chingo, pero les doy un abrazo, un beso en la mano, a todos ustedes”.
Y lo cumplió. Ante la mirada atónita de sus compañeros, los periodistas y los propios legisladores, Sicilia besó en la mejilla derecha a Manlio Fabio Beltrones, demostrando que el dolor debe convertirse en acción para que otros, ya no los muertos, vivan en un país mejor.
Con información de CNN