DE LAS EMPANADAS DE VILLA DE ÁLVAREZ
Por: Noé GUERRA PIMENTEL
Es indiscutible, cada año la vida del centro de Villa de Álvarez se fortalece y genera lazos de identidad entre los vecinos y visitantes, gracias a una práctica que en esta época promueve, convoca y reúne a cientos de familias, motivando el encuentro de los vecinos y hasta el reencuentro de conocidos allende nuestras fronteras, una sana costumbre con la que pueblo y autoridades encuentran el sano pretexto para hacerse uno y compartir algo que al tiempo los identifica.
La de las empanadas, es una de las tradiciones más arraigadas en la región, una costumbre con la que se reactiva la economía en honra de Francisco de Asís, una expresión cultural que, si bien tiene la motivación religiosa, se ha extendido como una tradición más de Villa de Álvarez que, por derecho, por lo menos en nuestra entidad, desde hará unos 40 años la hicieron suya para darle un sentido de pertenencia que hasta justifica su registro de marca.
Reconociendo que su preparación es tan remota como su origen, las empanadas son de muchas partes del mundo, aunque surgen en la Europa medieval y su nombre significa «encerrar algo en masa para cocerlo en el horno», surgida por la necesidad de pastores, labriegos y viajeros que tenían que llevar algo para comer, evidentemente cuando aún se carecía de transporte eficiente y, por supuesto, de mejores técnicas de conservación de alimentos.
Aunque su elaboración vino acá quizá sobre el siglo XVII, la creación de empanadas se ha distribuido en gran parte del México actual, la mayoría similares a los pastes y generalmente dulces que contrastan con las variedades saladas de Pachuca, provenientes de Inglaterra; por ejemplo, los Volovanes de Veracruz, cuya forma es distinta igual que su relleno; o las fritas de Tabasco de pejelagarto. Al norte, las horneadas con fruta y espolvoreadas con azúcar glas, sin freír y con sabor similar al de galleta rellena. En Sinaloa, las dulces de maíz y trigo al horno con relleno de guayaba, calabaza, piloncillo, cajeta u otro dulce.
En Oaxaca, son 3 las principales, las de relleno de mole verde y amarillo y la llamada quesadilla con queso, flor de calabaza o champiñones. En Chiapas y Veracruz, son apreciadas las de maíz fritas en aceite y relleno de pollo, res o queso. En Puebla, hay de mole, tinga o rajas, la hawaiana y la de jamón con queso; entre las dulces, hay de crema, manzana y piña. En Yucatán, las de cazón con tomate, carne molida, frijol y de chaya (hoja de la región); las empanadas allá se acompañan con cebolla picada y curtida con naranja agria, y a veces con salsa de tomate. En Nayarit y Colima, fueron populares las de camarón o pescado seco, con salsa de tomate; aunque ya nadie las cocina.
En Villa de Álvarez, el «día de las empanadas» es el 4 de octubre. (¿Desde cuándo? No lo sé, como tampoco su origen y hasta ahora nadie, con documento o referencia concreta lo puede afirmar; lo que se dice, es una ocurrencia para justificar el: ¡Padrino mis empanadas!, expresión retomada de la original: ¡Padrino mis perones!, de la feria de Colima, del jardín Núñez), siendo estas dulces, de: coco, camote, piña y leche, aunque han incorporado de picadillo y otros guisos.
A lo anterior y, aclaro, para bien de la tradición en Villa de Alvarez, valdría considerar algunos aspectos; como el que las vendan a sobre precio, comparadas con las del mercado o las grandes tiendas; otro, es que el “relleno” aparezca como muestra en oquedades de harina fría, seca e insípida y, finalmente, que se permita la venta de productos de repostería, como: pays, pasteles, pan dulce, hojaldre y fruta cocida, lo que demerita el motivo.
Nimiedades, si se quiere, pero que sí ponen en riesgo una tradición que crece. Todo esto es salvable, si se toman las decisiones; están a tiempo, antes de que los aires globalizadores nos alcancen y avasallen, sea por los mitos anecdóticos que sin base ni sustento se propalan presentados como hechos históricos; y, por el otro, la ambición que vulnera un producto que, para quienes gustamos, es mucho más que un bocadillo, mucho más que un simple pan; es, por ejemplo, el motivo por el que hoy escribo.

















