Cuando exigir justicia se reduce a “politiquería”

EL ARCÓN DE HIPATIA
Por: Saraí AGUILAR ARRIOZOLA

Un día después de que el fotoperiodista mexicano Margarito Martínez fuera asesinado el pasado 17 de enero, su colega de profesión, Lourdes Maldonado, le dedicó íntegramente su programa de radio y televisión como homenaje.

Tan solo unos días después, ella sería asesinada en la ciudad de Tijuana.

Lourdes era consciente del riesgo que corría. “Temo por mi vida”, le llegó a decir cara a cara al presidente Andrés Manuel López Obrador, durante una conferencia de prensa hace tres años.

Y tenía razón para temer por ella. Había enfrentado al entonces gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, en un conflicto contra una televisora que era propiedad de él. Coincidencias macabras del destino o líneas de investigación posibles, pero tan sólo unos días previos a su asesinato el conflicto lo había ganado la periodista. Hoy el exgobernador se deslinda de cualquier responsabilidad y esto es lógico. Lo que resulta incoherente es que el presidente, a quien le habían clamado por protección, hoy se transforme en víctima al proclamarse linchado por la “politiquería” de aquellos que piden justicia por la muerte de su colega amiga o familiar.

México se ha convertido en un país de alto riesgo para ejercer el periodismo. Según Artículo 19, México suma 148 periodistas asesinados por su labor desde 2000 a la fecha, 28 de ellos durante el mandato de López Obrador, que arrancó en diciembre de 2018. Y a semanas de iniciado el 2022, cuatro periodistas han sido brutalmente asesinados: dos en Tijuana, Baja California; uno en Veracruz, el estado que más homicidios de periodistas ha reportado (con más de 30 casos) desde el 2000; y otro más el día de ayer en Zitácuaro, Michoacán. Llama sobremanera la atención que el mandatario esté preocupado más por que su imagen pública no se demerite que por la vida de una persona.

Tampoco asombra: esa ha sido la respuesta ante las diferentes problemáticas y señalamientos que se le han hecho a lo largo de estos tres años. Según él, los niños con cáncer mentían, hasta parece que se enfermaban tan sólo para hacerlo quedar mal. En su imaginario tampoco existía la violencia contra las mujeres, a pesar de que las denuncias durante la pandemia se vieron incrementadas de manera notoria. Frente a los reclamos por el incremento innegable de la inseguridad, la respuesta consiste en culpar a sus adversarios y antecesores.

¿Qué pasa cuando un mandatario privilegia mantener una narrativa de ensueño y evita ejercer el gobierno que ostenta?

Fácil. Basta con echar un ojo a México. Se convierte en riesgo ser periodista, quedas desprotegido si padeces una enfermedad terminal y te conviertes en población vulnerable si eres mujer. ¿En verdad ese es el cambio tan anhelado?

 

Columna publicada con la autorización de Saraí AGUILAR ARRIOZOLA