Criminalidad Identitaria primera parte

A principios de los noventa, el magistrado nacido en la capital de Sicilia, Palermo, Giovanni Falconi, era nombrado fiscal antimafia por las máximas autoridades políticas y judiciales del Estado italiano, con la encomienda especial de disminuir al máximo las actividades de la “cosa nostra” siciliana, que en esos años había iniciado una espiral de violencia inusitada, así como de los otros dos grupos criminales más poderosos de la península itálica, de Europa y  del mundo, la temible camorra napolitana y la ‘Ndrangheta calabresa.

El 23 de mayo de 1992, el juez Falconi y su esposa eran volados por los aires cuando su vehículo pasó por una trampa cerca del aeropuerto de Palermo, con 350 kilos de dinamita colocados debajo de la autopista, que también hicieron añicos a todo su grupo de cinco guardaespaldas. La misma suerte corrió al poco tiempo su colega y sucesor, Paolo Borselino, a través de un carro bomba.

Ambos crímenes fueron la gota que derramó el vaso, tanto del Estado italiano como de la opinión pública de toda la nación, y muy particularmente la perteneciente a Sicilia, pues el capo de todos los capos, corleonese, -siciliano-, o el jefe de jefes mafiosi, Totó Riina, fue el autor intelectual de los dos cobardes asesinatos.

El viernes pasado asistí a una conferencia verdaderamente magistral, impartida por Leoluca Orlando, ex alcalde de Palermo, en la sede de la cátedra Julio Cortázar, en la Universidad de Guadalajara, quien además de vivir en carne propia los años de la violencia mafiosa en Italia, que coincide con el periodo álgido de la violencia de los cárteles colombianos, fue un actor excepcional y de primera importancia como presidente municipal, -todo lo contario al inepto y demagogo alcalde, Ignacio Peralta de Sánchez, aquí en el Ayuntamiento de Colima-, en la lucha antimafia global/local, que se llevó a cabo con particular fuerza ciudadana en la sureña provincia siciliana.

Fue una pena no haber visto en dicha conferencia a por lo menos, el secretario de gobierno de Colima, Jesús Orozco, de quien depende la política de seguridad de nuestro –estado-, así con minúscula, pues el aporte y el compromiso del hoy diputado del parlamento europeo, Leoluca Orlando, en la guerra contra la criminalidad altamente organizada, no tienen parangón en este ámbito de responsabilidades de los gobiernos contemporáneos, -exceptuando al  ex major neoyorkino, Rudolph Giuliani, o al alcalde, Marcelo Ebrard, en México, DF-, al concebir, -siendo el mismo y por sus orígenes, siciliano de pura cepa-, que en la realidad social de las mafias existe un componente antropológico y simbólico cultural que delimita ontológicamente a los grupos mafiosos o de narcotraficantes, por lo cual, Leoluca Orlando los llama como “criminales identitarios”, componente por lo común no sólo desdeñado, sino ni siquiera percibido o concebido por muchos responsables políticos, policiacos, gobernadores o jefes de Estado.

De ahí que el énfasis policiaco militar unilateralmente represivo que define a las estrategias de combate a los cárteles, como sucede en México o Colima, no sea la solución para erradicar semejante flagelo, que en el caso de nuestra nación, ya controla el 60 por ciento de los municipios aztecas.

Leoluca Orlando desde 1993, en las primeras elecciones directas para alcaldes que se efectuaron en Italia, al vencer con el 75 por ciento de los votos arropado por el partido movimiento de la Red Ciudadana, aplica desde la municipalidad de Palermo por 2a vez, una serie de medidas en contra de los intereses económicos mafiosos que tenían bajo su dominio a importantes sectores políticos y policiacos sicilianos. Antes, tras el asesinato de Falconi, Orlando encabeza las multitudinarias movilizaciones contra la mafia y los malos gobiernos corrompidos por la criminalidad.

 

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