Jalisco.- La indumentaria y los accesorios tienen una significación tanto utilitaria como simbólica. “El acto de cubrir el cuerpo por las temperaturas, altas o bajas, es tan relevante como el de comunicar”, explica Dolores Cortés, coordinadora de la Licenciatura en Diseño de Indumentaria y Moda del ITESO.

La prenda y el accesorio han brindado al ser humano elementos de comunicación desde la prehistoria hasta ahora. “La ropa no solo tiene un factor de protección, sino que permite la interacción entre las personas”.

La forma en la que nos vestimos en estos tiempos de emergencia sanitaria por el Covid-19 es un acto comunicativo. Un ejemplo de esta situación es el uso del cubrebocas como parte de la indumentaria. En buena parte de los países afectados por el coronavirus se ha impuesto el uso obligatorio de esta prenda.

Fuera de la mascarilla N95, que es la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicó que era la necesaria para el cuerpo médico, cualquier cubrebocas que tenga un textil que impida que salgan la nebulización de la respiración o los estornudos, combinado con la sana distancia de metro y medio, puede servir para atender las recomendaciones sanitarias para prevenir más contagios.

Cortés opina que la integración de patrones es una idea interesante de apropiarse de una medida de protección como elemento de vestir, por ejemplo, las líneas e ilustraciones que acentúan los pómulos y las facciones visibles del rostro.

Pero, ¿qué hay de la ergonomía? ¿Qué pasa cuando el material es el indicado, pero el diseño no está pensado para mantenerse puesto durante horas? ¿Qué pasa cuando no se piensa en los tamaños de los cubrebocas para las personas que usan lentes o en los diferentes tipos de nariz?

“Para los cubrebocas japoneses, por ejemplo, diseñaron una especie de ‘fuelle’, o pico especial, que cubre la nariz sin necesidad de estar jalándolos o acomodándolos y esto permite que se adecúe a distintos tipos de caras”.

La cuestión de cubrir el rostro y sus efectos sociales es algo que también está en revisión, sobre todo en las salas de hospitales que están llenas de pacientes que no pueden recibir visitas de nadie más que del personal de salud.

“En España se está desarrollando un cubrebocas con transparencia para las personas que están en el hospital, pero también para las personas que padecen problemas auditivos y que para comunicarse dependen del lenguaje de señas y de leer los labios.

“Como diseñadores y usuarios debemos pensar en que la prenda que llevemos sea más funcional. Ahora que estamos en nuestras casas usamos la ropa que sea más confortable y cuando salimos por lo necesario portamos la ropa más segura”.

La académica explica cómo hemos integrado la seguridad sobre todo en la forma de vestirnos al salir a la calle. Por ejemplo llevar capas de ropa que nos podamos quitar inmediatamente al llegar a casa, evitar bultos y maletas grandes, llevar el cabello limpio y recogido, evitar accesorios que compliquen el uso del cubrebocas o el lavado de manos y muñecas (como aretes, pulseras o anillos); una manga larga o tres cuartos que permita estornudar en el ángulo interno del codo e integrar textiles de fácil mantenimiento, ya que deberán de lavarse en cuanto se regrese a casa.

En este momento la industria textil necesita dar más pasos hacia la seguridad y la salud de la mano de la nanotecnología. Por ejemplo marcas como Emel and Aris crearon abrigos que cargan la batería del celular, y Adidas desarrolló una camiseta que incorpora un artefacto que percibe cualquier irregularidad en el pulso cardíaco. El reto ahora es hacer prendas que protejan de virus.

Mientras tanto “hay soluciones antivirales que el sector textil está ofreciendo en su lucha contra el coronavirus. Una de las primeras es la que desarrolló la empresa belga Devan, creadora de productos químicos especializados. Son una serie de sustancias antivirales que se colocan en telas especiales. Esta es la forma más sencilla de usarlas mientras la nanotecnología hace lo suyo de forma más elaborada”.

Estas soluciones están dirigidas a personas que requieren hacer trabajo presencial, por ejemplo, personal médico, de bancos o de supermercados.

“Si algo nos deja esta pandemia en cuestión de indumentaria es que utilicemos la ropa con un sentido más informado. En nosotros está tomar la decisión de consumir productos más sustentables, hechos con procesos más ecológicos y de justicia social. Pensemos bien en lo que nos ponemos y lo que estamos comunicando con nuestras prendas y accesorios. La prenda es inteligente no solo por la tecnología que le aplicamos, sino por el uso que le destinamos”.