BIDEN, ESTADISTA

TAREA PUBLICA
Por: Carlos OROZCO GALEANA

Terminó el bochorno del siglo para los estadounidenses y para el mundo con la derrota clarísima de Donald Trump ante Joseph Biden, electo presidente 46 en la historia de esa nación, quien triunfó por más de 7 millones de votos en lucha abierta y también con rotunda claridad en el colegio electoral. Terminó así un tiempo complicado en el que la humanidad estuvo en peligro por el gobierno atrabancado de un hombre extraviado y ciertamente maligno.

Trump pasó los cuatro años de la gobernación esparciendo odio y revanchismo contra las minorías, alentó el racismo, dividió a su propio partido, maniobró para edificar kilómetros de muro en nuestras fronteras, hizo hasta lo imposible por expulsar a menores de edad que llegaron de las manos de sus padres a Estados Unidos y que hoy son adultos adheridos a su cultura y sus costumbres. Mantuvo un pleito cerrado con China y el gobierno canadiense por cuestiones comerciales, despreció políticas ambientales, canceló fondos a la OMS. En fin, una experiencia de poder sumamente desagradable para el progreso tanto de ese país como de otras regiones del mundo.

Tras esta recordación mínima del recorrido trumpista, por fin se asoma un cambio en la forma de ejercer el poder de una manera distinta. Hay esperanza de que con Biden empiece una época nueva. En principio, al tomar posesión del cargo, dijo que no hay tardanza para atender lo urgente: la pandemia, la economía,  la injusticia racial y el cambio climático, para lo cual comenzó con una “ráfaga” de 17 órdenes ejecutivas.

Esto indica que estamos en presencia de un gobernante que apenas inicia y muestra ya su perfil de estadista. El estadista por naturaleza unifica, propone, respeta a todos por igual, procura la justicia, pugna por la igualdad, busca la armonía, usa un lenguaje que genera confianza para alcanzar la prosperidad ( de la Unión).

Churchill, Mandela, Lázaro Cárdenas, Lincoln, Merkel, Obama, son entre otros muchos hombres y mujeres que registra la historia, auténticos hombres de estado que se empeñaron en unir a sus países, envueltos en luchas civiles y crisis de guerra; renunciaron al individualismo acendrado que distingue a los hombres abusivos del poder, abrieron fronteras al comercio, fortalecieron el estado de derecho, lucharon contra toda forma de violencia, respetaron los derechos humanos.

Joe Biden arranca con buenos ánimos anulando las atrocidades de su predecesor. Está en lo correcto. Está empeñado “en restaurar y sanar”. Al suspender recursos para la continuación del muro fronterizo, insertar a USA en el proceso de reincorporación a la OMS Y al Acuerdo de París, al apoyar la regulación migratoria de cientos de miles de personas, confirma que los demócratas están por el bienestar de la humanidad, que se inaugura una época nueva. Ojalá las relaciones de su país con el nuestro vayan en buena dirección ya que dependemos mucho de su economía y la situación comercial, migratoria y de seguridad marca pautas a seguir para que el entendimiento entre ambas partes sea el más conveniente.

Los acuerdos que se procuren entre los dos gobiernos mexicanos, serán más ágiles y propositivos. Tiene que ser así. Que Amlo se olvide de Trump, quien posiblemente sea inhabilitado para ocupar otros cargos públicos. Biden contará, ya cuenta, con el respaldo de la Cámara de Representantes y del Senado (aunque no para lograr mayoría calificada), al igual que su homologo López Obrador, a quien en todo le obedecen sus coordinadores ( empleados) en las dos cámaras. Tiene que haber buenas relaciones con el poderoso vecino.

Quizás en términos de humanidad, sea la lucha contra el racismo la que conlleve esfuerzos superiores del mandatario norteamericano. Los últimos tiempos, Trump atizó el fogón del rechazo a población latina y afroamericana y se multiplicaron disturbios que incluso cobraron muchas vidas humanas.

Aunque es temprano para decirlo, en Estados Unidos   la gente tiene esperanza de que las cosas cambien; las personas entrevistadas por los medios dan por hecho que se inaugura un tiempo nuevo. Tan es así, que a pesar de los pataleos de Trump y sus seguidores en algunos estados, no lograron echar abajo la elección. Biden mantuvo la concordia y sus posicionamientos, correctos, de estadista, contribuyeron a que hubiera tranquilidad en el acto de cambio de poderes y en días posteriores. Esta nueva realidad da vista a un proceso de conversión de los propios estadounidenses, quienes desean un gobierno mejor, la instauración de la paz y la reconciliación.