Aceptabilidad del riesgo en nuestro contexto sociocultural

Raymundo Padilla Lozoya

Las teorías sociológicas y antropológicas del riesgo poco reflexionan con relación a los riesgos vinculados con las olas de violencia desatadas por el crimen organizado, sin embargo es posible hacer un esfuerzo y utilizar sus argumentos e ideas para comprender desde esos enfoques nuestro contexto sociocultural. Eso pretendo hacer en este artículo periodístico con la ayuda de la célebre antropóloga Mary Douglas (1921-2007).

 

En general en la obra La aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales publicada por Mary Douglas en 1996 existen -en su mayoría- reflexiones con respecto a la teoría social vinculada con la percepción de riesgos principalmente tecnológicos y organizativos, nada sobre riesgos asociados con el crimen organizado, pero ensayaré algunos vínculos.

Para Mary Douglas las ideas del mundo social provienen de dos elementos: el grupo social al que se está adscrito y el tipo de organización social en que se desenvuelve el individuo y el colectivo. De estos marcos cognitivos surgen las múltiples interpretaciones posibles individuales y colectivas con relación a los riesgos. En síntesis, la percepción del riesgo depende del grupo social y de las experiencias previas de vida. Douglas coincide con el sociólogo Émile Durkheim para quien “el pensamiento humano tiene una base social y es en el mundo social donde se construyen los conceptos”.

Douglas vincula conceptos de la teoría social y filosófica para problematizar la conceptualización de los riesgos. Cabe decir que sus primeros argumentos son críticos y pesimistas, por ejemplo señala que con respecto a la ética implícita en los riesgos “La teoría ética en la que se inspiran los que la disputan está confusa” por lo cual es difícil explicar el riesgo por medio de la ética.

Con respecto a la justicia señala que “sin un modo intelectualmente respetable de discutir sobre la justicia no hay manera de discutir el riesgo, ya que la mayoría de las cuestiones políticas relacionadas con el riesgo suscitan graves problemas de justicia”. Este planteamiento presenta un problema serio para debatir riesgos en el contexto mexicano, pues nuestro Poder Judicial es especialmente distintivo por injusto. Pero tomando como base la reflexión de Douglas y comparándola con la realidad mexicana, valdría la pena usarla para cuestionar “como si de verdad nos importara el futuro, dijera Michel Glantz” ¿cómo hablar de justicia y riesgos por crimen organizado, si el marco legal de discusión de la justicia es corrupto, se excluyen de la justicia los temas de riesgos, se ignoran las demandas sociales e intelectuales, y la lucha de la violencia por medio de la violencia eclipsa los recursos económicos y anula programas de prevención y reducción de demanda de drogas entre la juventud? Entonces, ¿cómo hablar de justicia en un país injusto, sobre todo para con los grupos marginados y vulnerables? Esto llevaría a una pregunta más propositiva ¿Cómo incluir el tema de los riesgos asociados a la delincuencia organizada en las agendas públicas y cómo incorporar disposiciones específicas y métodos apropiados para las esferas locales o regionales, para que sean aplicados en las distintas funciones públicas administrativas? Por las problemáticas y consecuencias implícitas en las respuestas a cuestionamientos de base, Douglas sentencia que “No es de extrañar que los estudios sobre la percepción del riesgo eludan cuestiones profundas” y se sustenten con la superficialidad del sondeo y la encuesta.

Para Douglas el estudio de los riesgos aceptables es un asunto particularmente de evaluación de la cultura. En vez de preguntar “qué riesgo consideramos aceptable, la pregunta debería ser qué tipo de sociedad deseamos”. En otras palabras, los riesgos a los que se expone a la sociedad permiten identificar los valores sociales y materiales que sus instituciones están dispuestas a poner en riesgo.

Las ideas de Douglas inspiran para que en el contexto de violencia en el que vivimos, debatamos qué ideas son la base del individuo de nuestros días y cómo están vinculadas esas ideas con la sociedad; preguntemos con qué criterios se distribuye la justicia; qué valores sustentan nuestro raciocinio y cómo se distribuyen los bienes equitativamente, entre ellos la seguridad como un bien público relacionado con el bienestar.

Douglas menciona que “El que tiene aversión al riesgo compra seguridad: ello significa preferir una cierta pérdida pequeña [económica por prima de seguro] para prevenir la pequeña posibilidad de una pérdida grande”. Es decir, que quien se siente en riesgo busca asegurarse. Si esto es así ¿se sentirán realmente en riesgo los colimenses? Y si es afirmativa la respuesta ¿Con qué elementos se asegurarán en los próximos días, meses o años ante el crimen organizado? ¿Se creará un nuevo estilo de vida o un nuevo sistema social?

Para Douglas “los riesgos reconocidos ejercen funciones de mantenimiento del sistema”. Incluso señala que “Los riesgos provenientes de la naturaleza resultan muy interesantes debido a su utilización para mantener el sistema”. Si esto es verdad, entonces podría ser que nuestro sistema se vea fortalecido por los riesgos asociados a la violencia del crimen organizado. Podría darse el caso de que nuestro sistema sociopolítico se sustentara y justificara con la guerra al crimen y el control social.

Douglas encontró que el “responsabilizar al foráneo incrementa la lealtad y la cohesión social”. Desafortunadamente en nuestros días el crimen organizado y la solución somos principalmente los propios mexicanos. La estrategia de acusar al vecino es útil en la superficie, pero contradictoria en la base de nuestra multiculturalidad, el libre desplazamiento y la migración permanente de diversos grupos sociales. Sin embargo “Los procesos de inculpación o de exoneración de culpa fortalecen las pautas de la organización y son en realidad una de sus partes fundamentales”, dice Douglas.

Con antecedentes históricamente violentos desde tiempos prehispánicos, con una ética confusa, un sistema legal injusto, indiferencia y lentitud organizacional-institucional, economía desigual para asegurarnos, el escenario se muestra desfavorable para el desarrollo armónico de la sociedad. Sin embargo, la aceptabilidad del riesgo, pudiera estar registrando un nuevo pasaje hacia la comprensión de este fenómeno cultural. Nuestros límites de aceptabilidad de los riesgos por el crimen organizado pudieran reescribir la teoría con base en nuevos argumentos teóricos y sobre todo empíricos disparados cada semana.

 

* Licenciado en Letras y Periodismo, maestro en Historia y doctorante en Antropología en el CIESAS DF.

Urgencias: raypadillalozoya@gmail.com y raypadillalozoya@me.com

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