‎Miradas Cardinales. Crónicas y otras narrativas colimenses en torno a la pandemia por COVID 19

Dislates
Por: Salvador SILVA PADILLA

‎(Segunda parte de tres)

‎“La pandemia de la COVID-19 me enseñó que la vida debe vivirse y contarse de otra forma.”
‎Avelino Gómez.


‎I
‎En la obra Miradas Cardinales. Crónicas y otras narrativas colimenses en torno a la pandemia por COVID 19, los coordinadores lograron reunir con esmero y dedicación textos que, unidos en un solo libro, logran mostrar todo un paisaje multicolor de lo que aconteció en Colima, y. aun, en el mundo. Por ejemplo, Wendy Juárez, en «Con el alma en vilo», nos relata de primerísima mano y las peripecias de su comadre oaxaqueña, quien  fue a visitar a sus hijos a Shangai en el momento justo cuando estalló la pandemia en China, por lo que tuvieron que regresar precipitadamente desde allá. Asimismo, rinde  homenaje a sus compañeros trabajadores  del Ayuntamiento  de Tecomán que murieron víctimas del COVID.

‎Nélida Sánchez («Las pieles del encierro») nos informó que mientras ella convalecía en Colima, su hermana desde Madrid le narraba los problemas a los que se enfrentó ante el cierre abrupto de España, donde, literalmente, de la noche a la mañana, (esto es, sin previo aviso) millones de personas estuvieron encerradas en sus casas durante meses. Y reflexionaba que no es lo mismo el «Quédate en casa» si vives en Altozano que en el Tívoli o en El  Zalatón de Juárez.

‎II
‎Ángel Gaona, en «Bitácora de la angustia o crónica de un encierro«, cita a Etgar Keret, quien nos dice que “El arte nos recuerda que la vida que vivimos es solo una posibilidad y que podemos imaginar otras que no nos son impuestas». En el mundo real todo puede salir mal, pero la literatura es un refugio en el que, tanto lectores como escritores pueden corregir la realidad.  Asimismo sobre el aplastante peso del COVID 19 afirma: “esta es la primera vez que todos los seres  humanos de este planeta experimentamos el mismo trauma, de la misma forma y al mismo tiempo. No importa si estás en México, China o Corea, temes a la misma cosa y tienes que lidiar con las mismas cosas”. Asimismo, en «Desborde», define que ‘la vida es el misterio más puro  y la moraleja más estúpida.  Un juego de azar del cual nunca se gana. porque el oponente siempre juega con cartas marcadas».

‎Jorge Vega, en «Todos ponen», recuerda la ocasión cuando su maestra de primaria  les pidió escribir una «composición» sobre Dios y cómo se sintió abrumado por ello. Empezando porque tenía, según narra, más elementos para reclamar que para agradecer, y que ese mismo sentimiento tiene al escribir sobre el COVID. Así como en su momento intentar pergeñar algunas palabras sobre Dios,  «así ahora, el virus nos rebasa, nos abruma, nos sacude, y lo único que saben hacer quienes están a cargo de administrar el país, es dar discursos con cifras mentidas y decir que lo peor ya pasó, que de ahora en adelante todo será mejor.”  Y sin embargo, a pesar de los pesares, “la gran ventaja que le encuentro es que nos ha permitido a los seres humanos pensarnos como una misma raza. Pensar juntos en soluciones, en futuros posibles. Como asegura ese viejo proverbio, «¿si un virus aletea en China, puede desencadenar vientos de muerte en Villa de Álvarez?».

‎Jorge Vega confía en que quizás en un futuro sepamos exactamente qué pasó con el virus, pero mientras esa verdad no nos sea compartida por la élite económica en turno,  «seguiremos como los chinitos, ‘nomás milando’ pero, sobre todo, poniendo los enfermos, los muertos y la solución».

‎III
‎Avelino Gómez con el texto «Encierro o contagio», nos da su versión siempre original de cómo se vivió desde Manzanillo la pandemia del COVID 19.

‎Así reseña el reporte que en una ocasión realizara el reportero Édgar Cázares,  desde el portal de noticias donde labora, pues   transmitió  en vivo una puesta de sol en la antes populosa y entonces desierta playa de Salagua. «La playa ahora era una nostálgica franja de mar y tierra. Fue evidente, por las reacciones inmediatas, que tal cobertura resultó reconfortante para quienes en esos momentos se encontraban enganchados en las redes. En otros tiempos, transmitir un atardecer para un portal de noticias carecería de sentido. Pero en esos días, a quienes mantenían el estricto confinamiento y consumían la profusa información sobre la pandemia, aquella puesta de sol, vista desde sus pantallas, les dio la posibilidad de asomarse a lo que extrañaban».

‎Avelino nos comenta que el COViD trajo aparejadas al menos otras dos pandemias: la de la polarización y la del tedio.

‎La polarización porque en cuanto surgió el COVID hubo dos posturas irreconciliables: “El exagerado miedo por la pandemia de unos se enfrentó al férreo escepticismo de los otros. Para unos, la desgracia de la humanidad ya era inevitable; para los otros, todo se trataba de un montaje, una conspiración global de los poderes fácticos», unos calificando a otros de irresponsables. Los otros tachando de ingenuos a los unos. Y todos despreciando a los demás por fanáticos que no entendían razones.

Y la pandemia de hastío,  porque «para quienes abrazaron el encierro como trinchera, una de sus preocupaciones fue… el aburrimiento. A la clase media no le gusta estar aburrida, así que gasta una buena parte de sus ingresos en el entretenimiento facilón y sedentario”. Quienes salieron al quite fueron (¿quiénes más?) «Los artistas y creadores, quienes decidieron dar batalla para ofrecer propuestas culturales. Las redes sociales se colmaron de videos, cuadros, poemas, charlas temáticas, fotografías, conciertos y demás. La solidaridad ante el llamado a quedarse en casa generó una impresionante oferta cultural y artística en las pantallas de computadoras y teléfonos. Aquí Avelino agrega un par de reflexiones dignas de recordar siempre: que los artistas (esos caraduras) son siempre los primeros en enfrentar esas tragedias, eso explica por qué en la Edad Media, los músicos y poetas trataban de exorcizar el miedo de la gente y sus demonios con laúdes y cantos, o porque hace cien años, «los músicos subieron prestos a tocar a cubierta cuando el Titanic se hundió».

«Pero pronto nos agotamos. A las dos semanas de la cuarentena, el aburrimiento persistió. No hubo modo. Esos detestables hábitos clasemedieros (sedentarismo… aburrimiento…) fueron nuestra condena. Los enclaustrados querían, queríamos, entretenimiento, no reflexión, ni diálogo, ni propuestas estéticas, ni poesía.”

«Cuando la pandemia de la COVID-19 sea historia, los poetas serán los primeros en ser juzgados. No puedo asegurarlo, pero tampoco dejar de suponerlo. Porque descubrimos que, en tiempos de incertidumbres, no hay nada más discordante que un poeta. Necesitados siempre de público y lectores, los poetas no dudaron ni dos segundos en empezar a declamar cuando se declaró el confinamiento obligatorio. Así como la imagen de un Nerón frente a las llamas en el incendio de Roma, así los versificadores frente a las redes sociales durante la pandemia”

“Pero en algún momento habremos de juzgar a los poetas. Porque ante la emergencia, lo único que se les ocurrió fue recitar y cantar en versos. Y les agradeceremos a los muy caraduras. Porque, en realidad, hubo un tiempo en el que, contra el virus, no se podía hacer más: solo lavarse las manos, ponerse el cubrebocas y cantar.”

Como Albert Camus afirma que los historiadores del futuro dirán que el «hombre del siglo XX  fornicaba y leía los periódicos», Avelino Gómez define que los historiadores dirán que los mexicanos en el siglo XXI morimos de aburrimiento mientras los músicos tocaban y los poetas declamaban”.

“Pero este último —el aburrimiento— fue y será el menor de nuestros males. Confío en que los tiempos post pandémicos nos encuentren, nos reencuentren, sin un cubrebocas de por medio y sonriéndonos los unos a los otros.”

Dos últimas enseñanzas que nos aporta Avelino Gómez: «Para soportar la realidad, a veces, hay que ficcionarla.” Y, como ya lo apunté al principio de este artículo, “La pandemia de la COVID-19, me enseñó que la vida debe vivirse y contarse de otra forma.”

CONTINUARÁ