Una poca de gracia
Por Carlos Alberto PÉREZ AGUILAR
A veces olvidamos que la naturaleza no es únicamente un fondo bonito para nuestras selfies o el escenario de una buena caminata o un paseo en lancha. La naturaleza es nuestro hogar, nuestro sustento y nuestro seguro de vida.
Por eso, cuando se habla de proteger lugares como la Laguna de Cuyutlán, más que una noticia ambiental, debería ser un tema de conversación en la mesa de todas y todos, con más razón cuando existe un tema casi de “competencia” con el desarrollo económico regional.
Desde el Porfiriato, la Laguna de Cuyutlán fue vista como la gran puerta de entrada del pacífico mexicano, específicamente sus vasos 1 y 2, de un total de 4, que pasaron como un proyecto de Díaz a Cárdenas quien, en su tiempo, compartió el interés de conectar la laguna con la dinámica de Manzanillo a través del ferrocarril. Mucho tiempo después, con esta misma convicción, en 1982, José López Portillo y la gobernadora Griselda Álvarez pusieron en marcha la operación de la Termoeléctrica que, literalmente, iluminó el camino que se habría de seguir en esta zona, entonces la región rural de Campos.
La impuesta vocación industrial de esta sección lacustre tomó forma con el decreto que el presidente Felipe Calderón Hinojosa promulgó en 2011 para hacer oficial la habilitación del Puerto de Laguna de Cuyutlán y que trajo consigo la instalación de la Planta Regasificadora, siendo la inversión que abrió el paso para lo que pronto veremos.
El sueño y plan trassexenal del Puerto de Cuyutlán en su Vaso II, pasó de Calderón a Peña Nieto, luego a López Obrador y ahora a la presidenta Sheinbaum quien el pasado 23 de noviembre del 2024 puso en marcha las obras del nuevo puerto Manzanillo – Cuyutlán, que buscan convertirlo en el más grande de América Latina y número 15 a nivel mundial. Es inminente que así será y que el proyecto en Manzanillo ha sido nombrado como un proyecto de grado presidencial.
Las noticias son prometedoras para el desarrollo económico y la generación de empleos. Cuyutlán será el corredor logístico que conectará a Asia con Estados Unidos y los inversionistas lo saben.
Hace un par de días el primer tirador ha declarado su interés. SSA Marine México inició su proceso administrativo para reubicar la Terminal Especializada de Contenedores del puerto de San Pedrito a Cuyutlán. Es el primero que dice “yo” con una inversión mínima garantizada de 800 millones de dólares, que harán triplicar su operatividad actual, lo que resulta muy redituable, iniciando funciones al cierre del año 2029 o en los primeros meses del 2030.
En medio de este escenario, contexto y el ruido mediático que provocó el reciente desistimiento de ASIPONA Manzanillo para continuar con la solicitud de autorización de impacto ambiental del proyecto Puerto Nuevo Manzanillo, se ha trazado un nuevo camino que busca garantizar la preservación de los Vasos III y IV de la Laguna de Cuyutlán como un Área Natural Protegida.
La reciente reunión entre autoridades federales, estatales y portuarias para declarar una nueva Área Natural Protegida (ANP) en los Vasos III y IV de esta laguna es una bocanada de aire fresco, literalmente. No se trata sólo de trazar líneas en un mapa o colocar letreros de “prohibido pasar” sino de ponerle límites a un crecimiento que, si no se cuida, puede convertirse en autodestrucción.
Sabemos que el puerto de Manzanillo es un motor económico fundamental para el estado y el país. Nadie está peleado con el desarrollo, pero ¿de qué nos sirve crecer si lo hacemos a costa de lo que nos mantiene vivos? El equilibrio entre el progreso y la conservación no es una utopía: es una necesidad urgente.
La Laguna de Cuyutlán no es un simple charco: es un ecosistema complejo, rico en biodiversidad, hogar de aves, peces, manglares y especies que ni imaginamos. Además, tiene una función vital: regula el clima, filtra el agua, y nos protege de desastres naturales. ¿La vamos a perder por querer más espacio para contenedores? El destino del Vaso I y II… están trazados. Como generación debemos garantizar que se preserven los Vasos III y IV como zonas de verdadera biodiversidad, para siempre.
Es importante que tanto el gobierno estatal como los municipios involucrados y la ASIPONA estén dispuestos a apoyar esta iniciativa. La propuesta de conectarla con otras Áreas Naturales Protegidas cercanas, como la Sierra de Manantlán, revela una visión integral, no solo geográfica, punto a favor.
No se trata de frenar el desarrollo, sino de hacerlo bien; que el crecimiento vaya de la mano con el respeto a lo que la tierra nos da. Que los proyectos portuarios incluyan reforestación, monitoreo ambiental, límites claros y participación ciudadana. Porque proteger la Laguna de Cuyutlán no es un capricho de ecologistas, es un acto de responsabilidad intergeneracional.
En tiempos donde el cambio climático nos da golpes de aire, acalorados estiajes y profundas inundaciones, cada hectárea protegida es una victoria. Y cada decisión que pone la vida al centro es un paso en la dirección correcta.
Coincido la propuesta pero es importante que quede el decreto más claro que el agua, que se garantice el financiamiento permanente y progresivo para su protección, que se haga de forma correcta con la integración de un comité, asociación o patronato que involucre a la sociedad en su procuración.
Podremos celebrar esta iniciativa si las reglas son claras, pero no bajemos la guardia. Cuidar la naturaleza no es cosa de una firma o una reunión… Es un compromiso de todas, todos, todos los días, más cuando se trata de un paraíso de la biodiversidad como lo es la Laguna de Cuyutlán.