Los investigadores Óscar González Pérez, Angélica Moy López y Jorge Guzmán Muñiz, de la Facultad de Psicología, buscan responder las siguientes interrogantes: ¿La alimentación de la madre durante el embarazo y la lactancia afecta el desarrollo neuronal de los bebés? y ¿podría ser una de las razones asociadas a los trastornos del neurodesarrollo?
Para responderlas, están desarrollando el proyecto: “Efecto de la administración de diferentes esquemas alimenticios durante la gestación y lactancia, sobre la citoarquitectura neuronal, expresión de BDNF y memoria de trabajo espacial en la progenie de ratones de la Cepa CD1”, que será financiado por la Universidad de Colima como parte de la convocatoria Fortalecimiento de la Investigación 2023.
Con esta investigación científica buscan analizar, a nivel bioquímico y de estructura, el impacto en el sistema nervioso de la cría cuando una madre tiene mala alimentación durante el embarazo y la lactancia.
En este sentido, los estudios que han realizado en ratas indican que el exceso de grasas que consumen las madres durante la gestación, produce crías con tallas un poco más grandes y un déficit cognitivo leve, comparado con aquellas que reciben una dieta balanceada; además, observaron una modificación en las células neurales.
Cabe destacar que este proyecto se centra en la etapa de gestación, porque en ésta comienzan a formarse las estructuras del cerebro, es decir, ocurre el neurodesarrollo. Para ello analizarán unas células llamadas astrocitos, encargadas de nutrir a las neuronas; el Factor Neurotrófico (BDNF), que es una proteína que actúa como factor de crecimiento, así como dos estructuras cerebrales: la corteza prefrontal y el hipocampo, regiones asociadas con el procesamiento de la memoria de trabajo.
Los astrocitos, dijo Norma Moy, “se encargan de nutrir a las neuronas, y si reciben una alimentación deficiente, la comunicación será deficiente entre ellas; las neuronas tienen un cuerpo celular y ramificaciones que permiten la conexión entre éstas; así, entre mejor sean las condiciones de alimentación, mayor será el número de arborizaciones, lo que a su vez representa más conectividad. En cambio, si tienen menos arborización, la comunicación será menor y eso puede llevar a algunas limitaciones en procesos cognitivos, como la memoria”.
La proteína BDNF, por otra parte, se libera desde que comienza a formarse el nuevo ser: “En estas primeras semanas fortalece el neurodesarrollo, esto es, la diferenciación de las células madre hacia neuronas; cuando se trata de etapas más avanzadas, favorece la conexión y la plasticidad neuronal; entonces, queremos ver cómo funciona y sobre todo saber qué pasa en la corteza prefrontal y el hipocampo”, expuso.
Estas dos regiones asociadas en el procesamiento de la memoria del trabajo, agregó Óscar González, interactúan en conjunto y se comunican para que se desarrolle o no, una tarea de manera eficiente: “Se analizarán estas arborizaciones y se buscará el factor de crecimiento; este factor neurotrófico favorece que haya más o menos arborizaciones a nivel neuronal y, por lo tanto, que estos animales sean más o menos eficientes en resolver problemas”.
Para desarrollar el proyecto crearán tres grupos de ratas, a los que les darán una dieta alta en carbohidratos a uno, alta en grasas a otro y mediterránea a uno más. Esta última dieta tiene un balance rico en omega tres y controla la ingesta de alimentos como los carbohidratos: “Este tipo de alimentación se les dará durante la gestación, porque en este periodo se forma el sistema nervioso central; entonces, se buscará si alguna de estas dietas impacta en la citoarquitectura, o sea, cómo se organizan las neuronas y la forma de desempeño de la memoria de trabajo”, explicó Óscar González.
¿Pero cómo sabrán si se pierden arborizaciones? Una vez que se desteten, comentó Jorge Guzmán, se les dará alimento balanceado, porque el objetivo es ver qué sucede con la mala alimentación de las madres durante la gestación. Cuando sea el momento, aclaró, “se les colocará en un laberinto radial de ocho brazos para evaluar su capacidad de orientarse espacialmente”.
En este ejercicio se valora la memoria espacial a largo y corto plazo: “La primera se evalúa cuando el animal sólo recorre los brazos donde sabe que había alimento; si se mete a otro donde anteriormente no había sido recompensado, determina un error de memoria a largo plazo. En cambio, si toma la recompensa de un brazo, sale y regresa a ese brazo, nos indica también un error, porque no recuerda que ya lo había visitado”, aclaró.
La teoría dice, comentó Jorge Guzmán, “que los animales que comenten más errores han tenido mala alimentación, es decir, se meten en brazos que no estaban recompensados y visitan más de una ocasión donde ya habían visitado y comido alimento, esto es lo que queremos comprobar”. Por último, cabe destacar que en este proyecto participan también tres estudiantes de licenciatura de la Facultad de Psicología, tres profesores de tiempo completo, dos más por horas y una profesora de bachillerato.