VOTAR AL AZAR

VOTAR AL AZAR
Por: Carlos M. HERNÁNDEZ SUÁREZ

Conozco gente inteligente —lo digo abiertamente y con sinceridad—, pero cada vez que discuto con ellos sobre algunas acciones de los gobiernos de la 4T, las defienden incondicionalmente. Todo está bien.
Y yo me pregunto: ¿por qué? No debería haber vergüenza ni culpa en admitir que todo el mundo se equivoca a veces.

Creo que hay dos explicaciones: primero, durante muchos años vivieron aguantando barbaridades de otros partidos en el poder, y ahora sienten que ha llegado por fin la hora de la democracia. Por lo tanto, creen que no pueden estar equivocados. Admitirlo sería aceptar que lo que esperaron por tantos años no resultó como lo imaginaban, y entran en un estado de autonegación. Ven a Noroña no bajarse del ring, obligando a ciudadanos comunes a disculparse públicamente, y lo festejan. Les mencionas a un(a) político(a) haciendo autopromociones escandalosas, y te contestan: “eso hacían los otros”. El sistema de salud o la educación básica no ha mejorado, y la respuesta es que otros gobiernos echaron a perder las cosas durante 80 años, y no es fácil rehacerlas.

La verdadera desgracia de México es que muchos intelectuales críticos de oposición se volvieron parte del gobierno, y muchos de ellos dejaron de criticar (algo que comenzó desde el ‘68). Lo mismo ocurre con los ambientalistas, que ahora están en el gobierno y se dedican a obstaculizar la industrialización, pero por debajo del agua. Por eso se pudo construir el Tren Maya: porque los ambientalistas estaban dentro del gobierno. Dejaron las protestas en manos de las comunidades. A nivel local, vea el caso de Zacualpan: quienes los apoyaban en otros gobiernos ahora están del otro lado de la barra. Ya no piden las bebidas: ahora las sirven. Ya no son borrachos: ahora son cantineros.

Winston Churchill (y muchos más) plantearon que la democracia es imperfecta, pero que es lo mejor que tenemos para elegir gobernantes. Esto es una verdad. Pero la democracia, sin información, es un peligro. Vea el caso de la elección de jueces, ante la cual muchos afirman que “es sabio que el pueblo elija”. No sabemos nada sobre ellos, más que lo que ellos mismos nos dicen. ¿Es cierto lo que platican? ¿De plano ya no importan los cursos, las certificaciones, la experiencia, los estudios?

Esos conocidos míos —inteligentes, críticos (y repito, no es sorna; estoy convencido de que lo son)— que aseguran que la elección del Poder Judicial es buena porque “vamos a poder elegir por nosotros mismos”, solo me permiten llegar a la otra conclusión: les están pagando por decirlo, porque no me lo explico de otra forma.

Sin lugar a dudas, habrá jueces y magistrados electos que harán un buen papel, pero lo serán por pura suerte, porque no contamos con suficiente información. Y si alguien cree que puede mantener el control del proceso, puede llevarse una sorpresa.

Me dice un amigo exmagistrado: “lo único que se necesita para ser miembro del Poder Judicial hoy, es suerte”.

Lo que sigue es elegir a los médicos en los hospitales, a los profesores en las escuelas, y a los jefes policíacos. Seguramente con eso alcanzaremos un nivel de vida mejor. Antes podíamos culpar al gobierno por un funcionario mal habido. Ahora nos dirán: “ustedes lo eligieron”.

México se convertirá en el primer país del mundo en elegir a los miembros del sistema judicial. No hay antecedentes de que esto haya sido un éxito en algún otro país, y eso me parece extraño. Grecia inventó la democracia hace unos 2,500 años, cuando Atenas instauró un sistema donde los ciudadanos votaban directamente las decisiones públicas, y ni siquiera ellos han logrado una paz y estabilidad social y económica duraderas.

México está a punto de dividirse en feudos, en ducados, en principados, donde gobernarán, por debajo de la mesa, personajes que no fueron electos.