UN FIDEICOMISO PARA LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

PARA PENSAR
Por: Carlos M. HERNÁNDEZ SUÁREZ

La Inteligencia Artificial ya está desplazando empleos. No me lo contaron: lo he visto. Conozco personas a las que la IA les cerró una puerta laboral. Y, muchas veces, lo más grave es que ni siquiera se enteran: no les dicen “te reemplazó un algoritmo”; les dicen “reestructura”, “eficiencia”, “cambio de perfil”.

No es la primera vez que el progreso tecnológico desplaza trabajadores. La maquinaria transformó el campo y la construcción. Lo nuevo —y lo inquietante— es la velocidad y el alcance: la IA no solo automatiza fuerza física; también automatiza tareas administrativas, creativas y técnicas, en cuestión de meses.

Los gigantes que impulsan esta ola —OpenAI, Google DeepMind, Anthropic, Meta, Mistral, xAI— reconocen el impacto social. Hablan de ética, de responsabilidad, de futuro. Pero fuera del discurso, aún se ve poco sobre cómo amortiguar el golpe para quienes pierden ingresos y estabilidad hoy.

Y aquí es donde los gobiernos deberían estar a la altura. Si la IA genera beneficios extraordinarios y aumenta productividad, es razonable exigir un mecanismo proporcional para financiar la transición. Por eso propongo crear un fideicomiso para la Inteligencia Artificial: un fondo al que aporten las empresas que venden servicios de IA y se benefician de sustituir trabajo humano.

El punto no es frenar la innovación. El punto es evitar que el progreso se convierta en desigualdad automática.

Ojalá ese fideicomiso no termine convertido en becas sin destino, ni en más empleo burocrático. Debe servir para generar empleo real, especialmente impulsando microempresas, nuevos servicios, nuevos oficios y proyectos productivos que vuelvan a poner a la gente en movimiento.

La IA puede ser una herramienta extraordinaria. Pero si no construimos un “colchón” económico para la transición, el futuro no será tecnológico: será socialmente inviable.