Mucho gusto
Por: Alberto LLANES
Tengo dos años «poco más, poco menos», dándole al ejercicio diario. Nada de descansar los domingos, no, todos los días. Antes lo hacía los fines de semana que salía a correr/caminar o que iba al basquetbol con mis amigos y jugábamos hasta cuatro horas casi casi sin parar.
Luego vino la pandemia y nos metió a casa. Entonces dejé de hacer deporte y comenzó a crecer mi barriga, mis triglicéridos, mi presión arterial también y tuve que tomar cartas en el asunto y regresé al ejercicio, pero estaba pasado, muy pasado de peso. Me costó trabajo volver a agarrar el ritmo. Empecé a trabajar en casa.
Por indicaciones de mi nutrióloga «Citlali Vallejo a quien recomiendo ampliamente», empecé primero a caminar, me recomendó caminatas de cinco minutos; cinco minutos en los que terminaba realmente agotado, como si hubiera corrido la maratón de Boston, de Nueva York o cualquier otra. No tenía condición y, la poca que tenía, la había perdido en casi dos años de encierro donde no hice nada y me la pasaba sentado casi o prácticamente todo el día; ya sea dando clases o llenando plataformas digitales y leyendo muchos documentos curriculares.
Recuerdo uno de esos días en que, ufano, llegué a la casa, puse un video de YouTube de zumba; el que me recordó los días en los que me ponía, junto con otros universitarios/as a hacer este pequeño ejercicio «pero eficaz si se hace a conciencia», todos los viernes, dentro de un programa de salud que tenía en ese entonces el rector Eduardo Hernández Nava. Reunidos ahí, el maestro Joel Santana dirigía las coreografías y el calentamiento previo. Entonces todo aquello se convertía en una coreografía donde varias personas nos movíamos al mismo ritmo. En fin.
Decía que llegué a casa ese día, puse aquel video que duraba apenas catorce minutos. Según yo hacía zumba, con el maestro Joel, por espacio de una hora. Le dije a mi mujer, «Ah, cosa más sencilla, catorce minutitos, fácil». No llevaba ni tres cuando ya estaba completamente exhausto, no podía más, tenía que jalar aire de no sé dónde… entonces comprendí mi realidad. Tenía que empezar desde cero y poco a poco. Hacía tiempo que no me movía para nada, estaba torpe, me sentía pesado «en realidad lo estaba, llegué a pesar 103.5 kilos de rock, decía de broma, pero esto ya no era una broma, era mi realidad», tan era mi realidad que ya no me reconocía en las fotografías. Por fortuna el cuerpo es sabio, los músculos empezaron a reconocer que no hacía mucho me movía y, aunque me costó agarrar el ritmo, lo he podido lograr…
Las caminatas que al inicio eran de cinco minutos «con reloj en mano», las fui aumentando a diez, quince, veinte, treinta, ahí me quedé por varias semanas y luego empecé a trotar; primero cinco minutos, luego quince, veinte, treinta… cuando se vino el temporal de lluvias del año 2023 y, para no perder mi ritmo ni lo que ya había empezado a retomar, regresé a las clases de zumba en mi casa y desde mi computadora.
Empecé viendo videos de BoomBox con los cuales sudé a mares y me dieron fuerza y resistencia, vi también videos de Rosa Fitness, una española que explica bien y puede uno empezar poco a poco, GymTech y así, unos videos me conectaban con otros y, cuando podía salir a caminar/correr, lo hacía. De esos videos hay de todo, cardio, zumba, con mancuernas, quema grasa, dar diez mis pasos sin salir de casa, en fin, hay hasta aprender a respirar o hacerlo con conciencia. Todos esos videos vi y llevé a cabo.
Procuré «y lo sigo haciendo todos los días», en la Universidad de Colima y ya cuando regresamos de la pandemia, caminar de seis a siete mil pasos, por fortuna mi labor de coordinador/jefe de carrera «en aquél entonces de Letras Hispanoamericanas y ahora de Periodismo y Periodismo Digital», me permitieron no estar todo el día sentado, sino andar de arriba para abajo, subir y bajar escaleras, caminar de allá para acá y lo poquito que podía hacer de recorridos en el campus central, posteriormente llegaba a mi casa, me cambiaba de ropa y me salía a la calle a trotar o hacía mis movimientos, como le decía a mi mujer desde casa.
No diré que soy un atleta de alto rendimiento, ni lo pienso ser. Tampoco planeo correr ninguna maratón, por lo pronto; simplemente sentirme bien y si con eso logro verme un poquito mejor, ya es ganancia. Puede que a estas alturas del partido ya tenga pie, pero de atleta «jajaja, es broma», pero sí puedo decir que ahora puedo correr seis kilómetros «tampoco quiero forzar la maquinaria», ya puedo hacer una hora de zumba sin que me zumbe nada y respirando bien, sí, cansado, también de eso se trata, de cansarnos un poco para poder dormir mejor y de corrido.
He empezado poco a poco y le he metido peso, primero una mancuerna de nueve kilos, después dos de siete kilos y medio y ahora un chaleco de once kilos y medio que me llevo a mis caminatas/corridas por diversos jardines de nuestra Colima. El ejercicio diario me ha permitido bajar muchos kilos, hacerme sentir bien y, será por vanidad o será por salud, el caso es que ahora necesito dar esos siete mil pasos para estar a gusto, dormir bien. Todo esto lo he balanceado comiendo más sano y ahí la llevo, no es fácil, pero se puede.
Si quiero seguir disfrutando de echarme unas cervezas de vez en diario, lo mejor que puedo hacer, sin llegar a pretender ser atleta de alto rendimiento «a lo mucho seré atleta de bajo, bajísimo rendimiento», es seguir haciendo ejercicio todos los días, sudar, quemar calorías, aunque a veces la flojera, los pensamientos negativos, las no ganas aparezcan y manden señales de inactividad al cuerpo entero…