Sánchez Cordero: una oportunidad perdida

El ARCÓN DE HIPATÍA
Por. Saraí AGUILAR ARRIOZOLA

“La política interior de este país tendrá una visión distinta, la de los ojos de una mujer”, defendió Olga Sánchez Cordero el 1 de diciembre de 2018 durante la toma de posesión de su nuevo cargo. Se convertía así en la primera mujer en alcanzar la Secretaría de Gobernación, sumando un nuevo hito a su carrera: fue también la primera ministra de la Suprema Corte –entre 1995 y 2015– y antes, en 1984, la primera mujer notaria en México.

Pero este jueves concluyó una gestión que nunca arrancó. Criticada por sus adversarios y analistas políticos de tener una de las gestiones más grises, la otrora supersecretaría de Gobernación se había convertido apenas en una administración de cortes de listones y foros, mientras las funciones “fuertes” de la dependencia se repartieron entre el canciller Marcelo Ebrard (migración), el ahora gobernador electo de Sonora Alfonso Durazo (seguridad) y los legisladores Ricardo Monreal y Mario Delgado (operación político-partidista).

Y si bien se le podría tratar de defender alegando que fue víctima del machismo imperante en el gabinete de un presidente que ha arremetido abiertamente contra la causa feminista, y que ella misma denunció en un foro cuando dijo que había hecho frente a una serie de obstáculos como la exclusión, bloqueos y misoginia a lo largo de su carrera, inclusive dentro del gabinete de seguridad, aquí no hablamos de una mujer vulnerable sino de alguien que rompió los techos de cristal.

Además de que bajo su gestión se autorizaron fuertes recortes presupuestales que dañaron a Inmujeres, las activistas tuvieron que dar la batalla ante la intentona de recorte de los presupuestos a refugios de mujeres violentadas ante su silencio. Sí, el silencio de esa mujer fuerte, que a su llegada prometió dirigir la secretaría con ojos de mujer.

Una mujer que prometió ir con todo contra el feminicidio tuvo que admitir el pasado mes de noviembre que en México, al menos cada año, asesinan a 3 mil 800 mujeres, lo que demuestra que el país enfrenta un importante problema de violencia contra ese sector poblacional, y que “seis de cada 10 han vivido algún tipo de violencia y ocho de cada 10 sienten temor de ser agredidas física o verbalmente al transitar por las calles”.

Una situación en la que “32 niñas de entre 10 y 14 años se convierten en madres, y por supuesto son víctimas de violencia; y en el ámbito escolar, una de cada cuatro mujeres ha sufrido agresiones, observándose mayor prevalencia de los ataques sexuales”.

Y hoy, ante una gestión que ya no fue, desaparece del gabinete al menos de forma oficial y con ello queda la oportunidad perdida.

El desencanto. Uno de los principales golpes que se pueden asestar a la causa feminista es cuando una persona que se asume como parte de esta causa se olvida de la razón por la que llegó ahí, y de dar voz a quienes siguen en la base. Decepciona que quien llegó con un liderazgo fortalecido por una visión de género haya dejado de luchar por los derechos de aquellas que no pueden ejercerlos y, por el contrario, decidió usar el poder por el poder.

Y si bien ahora regresa al Senado, resultaría iluso pensar que teniendo los próximos tres años se dedicará a la gestión en favor de las mujeres, cuando ya dejó en claro que su prioridad será sacar adelante la agenda presidencial. Qué desperdicio de oportunidad.

 

 

Columna publicada con la autorización de Saraí AGUILAR ARRIOZOLA