Bajo el lema “Que nunca nos falte el pan, el amor y los buenos libros sobre la mesa”, la escritora colimense Guillermina Cuevas Peña presentó esta semana su libro Ni el pan ni el amor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) 2025, dentro del programa y el espacio de la Red de Editoriales Universitarias y Académicas de México (Altexto).
La presentación del libro consistió en un diálogo entre el poeta y editor universitario Miguel León Govea, quien trabajó directamente en la edición de la obra para la Universidad de Colima y la propia autora, Guillermina Cuevas.
Desde el inicio del diálogo, León Govea destacó que el libro “explora la relación entre la literatura y la gastronomía y, a partir de ahí, el universo se abre y se expande”. Cuevas coincidió: para ella, los alimentos son una forma de narración y de existencia. Explicó que el proyecto surgió al observar que “cada libro que leía tenía un personaje comiendo, hablando de comida o cocinando”. Ese gesto lector, dijo, derivó en un archivo íntimo de textos, escenas y sabores que dieron vida a este volumen híbrido.
Editado por la Dirección General de Publicaciones de la UdeC, Ni el pan ni el amor mezcla crónica, ensayo, diario personal y recetario, y se abre con una reflexión sobre la memoria gastronómica: “Desde los textos más antiguos, el registro de los alimentos, los guisos, los banquetes… son una prueba de la diversidad, del antagonismo de la existencia misma”, anota la autora en este libro.
Cuevas explicó en la presentación que escribir sobre comida la obliga a profundizar en ese vínculo entre vida y cocina: “cocino mucho para escribir un poco”, dijo, celebrando la cocina como un espacio de creación, imaginación y afecto.
El libro propone un viaje literario-gastronómico que atraviesa la costa de Colima -con sus ceviches, mangos y mariscadas memorables-, continúa por la ciudad de Cali, Colombia, y llega hasta las calles de La Habana Vieja y el mercado de Mixcoac, lugares que la autora reconstruye desde la memoria y desde el asombro. Durante el diálogo, Cuevas recordó su paso por Cali como uno de los momentos más intensos del libro y de su vida.
En la presentación, León Govea compartió cómo la lectura del libro lo llevó a “reimaginar” la gastronomía cotidiana de Colima: el queso fresco de Comala, los camarones al mojo de ajo de Manzanillo o las cocinas tradicionales de Suchitlán. Para él, el libro enseña a mirar lo cotidiano como si fuese la primera vez.
La obra está construida a partir de lecturas, viajes y experiencias culinarias que se entrelazan con pasajes literarios de Mónica Lavín, Sara Sefchovich, Agustín Yáñez, Mark Twain, García Márquez, Celorio, entre otros. Cuevas explicó que muchas de estas obras “volví a ellas porque recordaba al personaje que estaba comiendo”; la literatura, dijo, le salía al paso cada vez que aparecía la comida como gesto, metáfora o memoria.
Otro de los momentos centrales de la charla fue la reflexión sobre la cocina como salvación. León Govea retomó una idea del libro: “Cocinar puede ser un acto sublime, una exageración, pero también un acto de salvación”, para preguntarle por su sentido. Cuevas respondió que cocinar la obliga a pensar en el presente, en los ingredientes, en la alquimia de transformarlos: “por más triste que estés, las texturas, los aromas te regresan a la vida”.
Recordó, incluso, la frase de Gonzalo Celorio que suele repetirse como mantra: “me propuse comer todos los días sentado en la mesa, con servilleta”. Esa disciplina, dijo, “me rescata cuando no tengo entusiasmo”.
Entre el bullicio de los pasillos y el entusiasmo del público lector, la presentación de Ni el pan ni el amor dejó claro que, para Guillermina Cuevas, cocinar, leer y escribir comparten una misma raíz: la búsqueda de sentido en lo cotidiano, en aquello que alimenta el cuerpo, la memoria y la imaginación.

















