PARA PENSAR
Por: Carlos M HERNÁNDEZ SUÁREZ
Mucha gente no sabe que incluso en la guerra hay reglas; no puedes dispararle a un paracaidista antes de que toque el suelo; no puedes atacar a alguien que ya se rindió; no puedes usar el uniforme del enemigo ni disparar contra civiles; y si tomas prisioneros tienes que alimentarlos, y si tú eres el prisionero, no puedes intentar escapar.
Suena absurdo, lo sé: muchos dirán que en una guerra nadie respeta nada. Pero al final esas reglas sí pesan, y romperlas puede llevar a juicios, cárcel e incluso a la pena de muerte. Crímenes de guerra.
Hay reglas para las marchas, a nivel internacional, nacional y local, pero se restringen a plantear el derecho de los individuos a manifestarse públicamente, en forma pacífica. Creo que las marchas son muy importantes en México y en el mundo, y lo serán cada vez más, porque se están convirtiendo en una forma de expresar lo que el pueblo siente por los que gobiernan (ojo: cuando la multitud protesta contra la violencia, en realidad protesta contra el gobierno, incapaz de controlarla).
Urge que se reescriban las reglas de las manifestaciones, porque solo de esa forma no pasará lo de ayer, donde unos cuantos hacen un desmadre y se tergiversa el movimiento. Para acabarla, los que no hacen desorden, en lugar de largarse y dejar solos a los alborotadores para que la policía los arreste, se quedan a tomar fotos, haciendo parecer que están de acuerdo.
Aquí está mi propuesta: dos simples reglas.
- No se deben llevar mochilas o bolsas a las marchas. Marchar es manifestarse pacíficamente, y eso ya es una forma de protestar muy poderosa. La policía tiene que hacer su trabajo: vigilar por la seguridad de todos y todo, incluído el patrimonio nacional, y eso de llevar una bolsa donde puede guardarse un arma, pintura o un garrote es provocar a la policía sin necesidad. Cualquier individuo con una bolsa así debería ser removido de la marcha inmediatamente por la policía, y los manifestantes deberían aceptar que es por la seguridad de todos.
- No se puede portar, en ningún momento, capuchas o máscaras que oculten la identidad. De hecho, la idea de la manifestación es que todos vean que estás inconforme. Es una forma de decir: “Yo, fulano de tal, hago acto de presencia aquí, ahora y en este lugar, para manifestar mi conformidad con los objetivos de esta marcha”. Un encapuchado no suma a la protesta; podría ser incluso un agente extranjero, y eso es un peligro para todos. Vea las fotos de la manifestación del 68, donde la idea era que la gente supiera quién estaba protestando. La verdad, a nadie le gusta marchar en un grupo donde hay encapuchados.
La policía tendrá el derecho a arrestar a cualquiera que no cumpla con los dos puntos anteriores y, créanme, esto va a beneficiar más a los manifestantes genuinos —orgánicos, pues— que al gobierno contra el cual protesten.
La gente se pregunta: ¿por qué la policía no interviene en serio cuando comienzan a dañar edificios? La respuesta es simple: porque hay unos cuantos encapuchados con garrotes justo a un lado de miles de personas que iban en paz, pero se quedaron a tomar fotos. Arrestar a todos los que promueven el desorden se vería como un ataque a toda la marcha. Si todos abandonaran la plaza y se quedaran solamente los encapuchados que hacen desorden, la cosa terminaría bien rápido. Rapidísimo.
Si alguien cree que debe portar pasamontañas porque tiene miedo de represalias, pues mejor que no asista; su pasamontañas perjudica al movimiento.
La legislatura local actual podría comenzar a trabajar con esto, en vez de promover la siembra de elotes y camotes en los lotes baldíos, dizque para garantizar la seguridad alimentaria.



















